HOMENOTES Y MUJERES

El corredor de fondo

Llopis pasó de ser futbolista profesional a enderezar el descalabro que provocó Mario Conde en el Banesto

David Valero Carreras
y David Valero Carreras

En marzo del 1994 Jaume Llopis se enfrentaba al momento más complicado desde que unos meses antes le habían nombrado máximo ejecutivo de la aseguradora La Unión y el Fénix, una compañía en la órbita del Banesto. Para analizar el entramado de la empresa, se ha trasladado a Madrid y se ha instalado en el lujoso apartamento de la planta 15 del emblemático edificio de mármol negro de la compañía en la Castellana 33. Allí donde Mario Conde se rayaba con fruición (recordemos su afición a bañarse el pelo en fijador para tener un peinado impecable). Mira por la ventana con todo Madrid en los pies y suspira. Este enésimo encargo quizá sea el más difícil de todos. Lo habían contratado los franceses de AGF, máximos accionistas de La Unión y el Fénix, porque querían enderezar el rumbo de la empresa, en la que habían invertido mucho dinero.

Los planes cambiaron repentinamente el día de los Santos Inocentes de 1993, cuando las autoridades intervinieron Banesto y todas sus filiales. Como resultado de esa acción, Mario Conde quedó apartado de la gestión y los franceses se encontraron con una compañía con muchas más pérdidas de las que imaginaban. El cierre del ejercicio resultó dramático: 35.000 millones de pesetas en pérdidas (más de 210 millones de euros). Bajo el control de Yves de Gaulle -limpio del célebre general-, Llopis emprendió una serie de medidas para dar la vuelta a la dinámica de la firma y tratar de hacerla volver al camino de los beneficios. Dicho y hecho, en 1996 las pérdidas ya eran solo una pesadilla del pasado, porque la aseguradora proporcionó a sus accionistas un beneficio de 9.000 millones de pesetas (más de 54 millones de euros). Quedaba claro que Llopis había resuelto con éxito el rompecabezas que le habían puesto delante.

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En realidad su historia había empezado mucho antes. En 1967, después de tres temporadas como futbolista profesional, una de ellas en Primera con el Elche, colgó las botas para centrarse en sus estudios. Con el posgrado de Iese en el bolsillo, debutó en el mundo de la gestión empresarial en la empresa de productos cárnicos Purlom, en aquellos momentos en manos de los Carulla (Gallina Blanca). Empezó de jefe de ventas y cinco años después era director general. Entonces uno head hunter le llevó a la multinacional Moulinex, que tenía previsto crear la filial española. Son los tiempos de “ uno, dos, tres, picadora Moulinex ”, que les boomeros recordarán con nostalgia. Pero la división española pronto le quedó pequeña y propuso a sus jefes de París la posibilidad de intentar conquistar los mercados latinoamericanos, algo que no tardaría en lograr después de un primer experimento con gaseosa en Venezuela y una importante consolidación en México. En 1982 se ganó el apelativo del Maradona de los ejecutivos por su fichaje millonario por Cecsa, obra de Pere Duran Farell. El intento de hacer una gran compañía catalana de electrónica no tuvo éxito, pese a los esfuerzos de Enric Masó y de Duran mismo.

Nuevo cambio de trabajo para poner rumbo a la multinacional americana Carnation, la del tomate Solís, y esta vez con sorpresa incluida: al cabo de sólo un par de años de estar, los suizos de Nestlé compran Carnation y el proyecto personal peligra. Llopis toma el desafío respondiendo a sus superiores con una atrevida propuesta: la creación de la división Food Services, que la compañía chocolatera aún no tenía. El resultado es un nuevo éxito que, lejos de acomodarlo, le incentiva a buscar nuevos retos. Aquí aparece la papelera Sarrió, pero el proyecto dura poco porque ese hombre conocido en España como “ el financiero catalán ” aparece repentinamente y compra la firma con el dinero que gestionaba del petróleo kuwaití. Ya habrá adivinado que hablamos de Javier de la Rosa. Y es en este punto cuando llegamos al inicio de este relato: la salvación de La Unión y el Fénix en beneficio de los accionistas franceses. Pero la historia no acaba aquí, porque después sería aún consejero delegado del grupo Borges, con un intento de salir a bolsa en 1999 abortado a última hora por la familia propietaria. En Borges fichará al cocinero Ferran Adrià para crear una línea exclusiva de óleos, una jugada que ya había hecho antes con Juan Mari Arzak y Nestlé. Y ahora sí, llegamos al último capítulo empresarial con la presidencia durante tres años (2015-2018) de la láctea gallega de capital público Dairylac. Si hasta aquí su currículum no quedaba pozo apretado, aún hay que añadir su labor como profesor de estrategia en la escuela de negocios Iese, centro donde ha formado, desde 1992, cientos de directivos que ahora ocupan cargos relevantes en incontables empresas.

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Como hemos dicho antes, a mediados de los años sesenta abandonó el fútbol profesional, pero eso no quiere decir que se alejara de este deporte; lleva muchas temporadas palo de pajar de los veteranos del Barça, con el que semanalmente todavía se entrena y juega partidos. Y, por último, un pequeño secreto: quizá sea la única persona que ha conocido las interioridades no confesadas de dos iconos de las finanzas de los ochenta y noventa, Mario Conde y Javier de la Rosa.