DERECHO A LA VIVIENDA

Crecen las iniciativas de vivienda cooperativa en Lleida

En la demarcación han surgido media docena de nuevos proyectos, algunos de ellos de naturaleza rural

El contexto de crisis permanente en el acceso a la vivienda en nuestro país está despertando considerablemente el interés por modelos alternativos. Uno de los que está cogiendo más fuerza es el de las cooperativas de viviendas, una fórmula que permite sortear las dificultades económicas en la compra de vivienda e incentivar la vida en comunidad. Es un fenómeno global y Lleida no es una excepción, a pesar de la menor masa crítica en comparación con el área metropolitana. En toda la demarcación de Lleida han aparecido más de media docena de nuevos proyectos con suficiente recorrido para acabar consolidándose con éxito. "Desde donde estamos nosotros, vemos que las consultas son frecuentes, cada vez más, hay mucha curiosidad", asegura Joan Font, arquitecto y técnico del Ateneo Cooperativo del Alt Pirineu y Aran, entidad que asesora y acompaña muchos de los proyectos cooperativos que están surgiendo últimamente en las comarcas del Pirineo de Lleida.

En la página de Lleida, Anna Maria Capdevila, una de las coordinadoras de Ponent Coopera, coincide en la diagnosis: “Las nuevas propuestas aparecen en un contexto en el que el derecho de la vivienda no está garantizado y se deja a la libre regulación del mercado”. Los nuevos modelos cooperativos de vivienda suponen que la propiedad de los inmuebles (y también la inversión) sea colectiva y, por tanto, más accesible y estable. Se trata de un modelo de acceso colectivo que fomenta, además, la convivencia y la comunidad, gestionado de forma democrática y que promueve la participación.

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El modelo de vivienda cooperativa en cesión de uso es el más concurrido porque asegura que las viviendas quedan fuera del mercado especulativo, porque el suelo conserva la titularidad pública mientras la propiedad del inmueble se convierte en colectiva , de la cooperativa. Techo Cívico, una asociación formada en Barcelona en 2004, encabeza la expansión de este modelo en Cataluña. La entidad tiene un proyecto en el barrio de Balàfia de Lleida, un edificio del año 2010 que era propiedad de una entidad financiera y que se ha recuperado para dar vivienda a trece familias.

Los vecinos tienen un derecho de uso de los pisos de por vida a cambio de una aportación inicial de unos 3.000 euros –retornables en el caso de dejar la vivienda– y una mensualidad media de 268 .Además, los inquilinos han firmado un contrato que les permite disfrutar de los pisos indefinidamente, pero sin la posibilidad de venderlos o alquilarlos porque la propiedad es de la cooperativa.

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Pero Sostre Cívic tiene otro gran proyecto entre manos en la ciudad de Lleida. El próximo año empezará sobre suelo municipal un edificio de nueva construcción que prevé ofrecer hasta 25 viviendas más en el barrio de Ciutat Jardí. Gracias a la concesión de un préstamo de más de 30 millones de euros del Banco de Desarrollo del Consejo de Europa, Techo Cívico impulsa la construcción de varios proyectos por toda Cataluña, entre ellos este de Lleida ciudad y que prevé que en 2026 ya esté disponible. Ahora se buscan socias para que acabe siendo viable.

“Nuestra entidad ya tiene más de veinte años de historia, pero es ahora cuando estamos recogiendo sus frutos con los primeros grandes proyectos”, opina Eva Ortigosa, una de las responsables de Techo Cívico.

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La metodología rural

Aparte de esta entidad de ámbito nacional y de enfoque primordialmente urbano, en Lleida han surgido (y están surgiendo) proyectos más pequeños y de naturaleza rural. Y es que la particularidad de Lleida hace que el modelo predominante incluya la bandera del arraigo.

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Uno de los grandes referentes que tienen más recorrido es el de Envall Cooperativa, en la Vall Fosca, una entidad que se creó hace diez años para recuperar un pueblo que estaba abandonado. Por el momento tienen operativo un edificio que sirve de sede de la cooperativa, además de centro social (refugio y espacio de formación) y ahora, después de una fase de estancamiento, está resurgiendo con un proyecto de vivienda cooperativa para más de una decena de familias.

“Un proyecto grande de una treintena de viviendas es inviable en el entorno rural, tanto económica como socialmente”, coinciden los responsables de Ponent Coopera y el Ateneu Cooperatiu.

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En Maldà (Urgell) se encuentra la Era del Mussol, una cooperativa muy reciente que quiere ir más allá del uso residencial. Allí se recuperó, hace más de cinco años, una antigua granja de pollos y, desde entonces, viven dos familias con voluntad de ampliar su número hasta siete. "Defendemos un modelo comunitario, de cuidados, de ayuda mutua", reivindica una de las socias, Anna Salla. Su idea es compartir y vivir en comunidad, además de abrir su equipamiento a la sociedad. Por eso la Era del Mussol, llamado así porque desde hace varios años habita una pareja de búhos, está abierto a proyectos comunitarios de agroecología.

Otro ejemplo claro y operativo desde hace más de un año es el proyecto de La Tremolina, en Gerri de la Sal, creado en 2021 y que hace un año que da cabida a media docena de viviendas , con espacios privados y comunitarios (comedor, cocina, biblioteca, salas y un huerto). Además, quieren incorporar una sala polivalente, un obrador y una cocina con certificado sanitario que estarán abiertos a aquellas personas que los necesiten para poner en marcha nuevos proyectos.

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En las comarcas del Pirineo han aparecido más iniciativas cooperativas que buscan emplazamientos para arraigar. La cooperativa Copsant compró hace unos años un terreno en Balestui (Pallars Sobirà) y, aunque el grupo inicial se deshizo, mantiene la idea de arraigo de este modelo de convivencia en pueblos pequeños del Pirineo.

“Está cogiendo claramente empuje, pero debemos ir viendo cuál es su impacto y encaje”, advierte Joan Font. "Los proyectos deben acompañarse con salidas laborales y otras actividades que ayuden a dinamizarlos", añade.

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Diversidad de modelos

Modalidades, hay para todos los gustos. De las más urbanas a las más rurales. Y de las que buscan el máximo modelo compartido en las más individuales. La Fundación Dinamo ayudó hace algunos años a crear la cooperativa La Closca en el barrio de Cappont, uno de los proyectos pioneros en la demarcación. Recuperó un edificio privado para darle un uso social y acabó con 24 viviendas cedidas por cincuenta años, prorrogable a veinticinco más. Aunque el modelo comunitario es limitado, todo el que vive en La Closca es usufructuario del edificio y tiene los mismos derechos y deberes para que la cooperativa salga adelante.

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Otro modelo que parte del mundo urbano se está cociendo en la Cerdanya, una comarca con mucha presión urbanística y con problemas de acceso a la vivienda. Un colectivo de la Duvella, también con el apoyo de la Fundación Dinamo, elabora una hoja de ruta para levantar un proyecto nuevo aún por concretar. “Queremos continuar arraigados en la Cerdanya por nuestra pasión por la montaña y el medio natural, y mantener nuestro vínculo tanto en el ámbito profesional como social y asociativo”, argumentan portavoces del colectivo.e

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