Crítica de series

¿Por qué cuesta tanto encontrar un aseo público en condiciones en una gran ciudad?

Adiós a 'How to with John Wilson', la serie que mejor ha transmitido la experiencia de vivir en una gran urbe

'How to with John Wilson'

  • John Wilson para HBO
  • En emisión en HBO/Max

La primera temporada de How to with John Wilson aterrizó en plena pandemia. Era una época adecuada para engancharse a esta docuserie en primera persona en la que un cineasta curioso y rebosante de empatía nos adentra en cada episodio en el funcionamiento de un aspecto rutinario de Nueva York. Desde el título, John Wilson otorga una formulación de tutorial a cuestiones que se dan por sabidas o sobre las que nadie se interroga. Cómo se instala un andamio, por ejemplo, el punto de partida del segundo episodio de la primera temporada, aquel en el que la mayoría nos rendimos a Wilson. Descubrimos a un documentalista que no solo era capaz de levantar una historia apasionante a partir de la estructura más banal. También restauraba un sentimiento que hasta hace poco, antes de que la globalización empezara a hacer estragos, iba indefectiblemente asociado a la experiencia de vivir en una gran urbe: esa capacidad de maravillarse, de sorprenderse ante el hallazgo de escenarios, situaciones o personas inesperadas o desconocidas.

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Wilson, de hecho, aplica a la estructura de la serie uno de los principios básicos de la vanguardia a la hora de relacionarse con la ciudad, el de la deriva situacionista. Se trata de moverte por la geografía urbana sin planificación, abierto a nuevos descubrimientos que te ensanchen la mente. Con esta brújula, en un episodio de How to with John Wilson, puedes empezar preguntándote cómo se sigue un evento deportivo y acabar haciéndote amigo de alguien que cultiva calabazas gigantes para concursos, como sucede en el tercer episodio de esta última temporada. El descubrimiento de todo tipo de personas singulares y excéntricas, a las que Wilson nunca observa por encima del hombro ni desde la distancia irónica sino desde un interés genuino, ha sido otra de las claves de esta docuserie.

La privatización del espacio público

La segunda y la tercera temporada de How to with John Wilson no han logrado el éxito de la primera. Se explica en parte por el cambio de coyuntura. Pero también porque la serie ha perdido en estas dos siguientes entregas parte del efecto de frescura y asombro que enganchaba de la primera. La itinerancia libre de Wilson ha acabado adoptando una estructura previsible, con este habitual ir a parar a asociaciones o convenciones de gente con gustos extravagantes y con la constante de cerrar cada episodio con una lección de autoayuda. Siguen siendo inesperados los momentos en que la vida del protagonista se cuela por un resquicio del relato. Y a veces añoras que Wilson no se centre exclusivamente en el tema que sirve de excusa al episodio. Por ejemplo, en el que inaugura esta temporada, Cómo encontrar un lavabo público, apunta hasta qué punto puedes hacer un diagnóstico de la progresiva privatización del espacio público y de la escasa preocupación de un ayuntamiento por sus ciudadanos investigando la situación y el estado de los inodoros públicos de una ciudad, en un relato que le lleva, de forma bastante coherente, a hablar de festivales de música (el infierno de los meados) y que finaliza en una plataforma subterránea de lanzamientos de misiles en la que reside un hombre. Una trayectoria nada previsible en cuanto a los contenidos, pero con una estructura que ahora ya anticipamos. Y al final echas de menos que no profundice más en la cuestión de los inodoros en la ciudad, como cuando investigaba sobre los andamios.

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Quizás consciente de su tendencia a repetirse, Wilson se reserva el penúltimo episodio de esta tercera temporada para llevar a cabo un giro metarreflexivo sobre hasta qué punto él mismo recurre mucho más a la ficción y a las escenas preparadas de lo que hace entender. Una última sorpresa, esta sí inesperada, por parte de un creador que sabe bajar el telón de su serie a tiempo.