¿Qué significa ser judío en Estados Unidos actuales?
'Long story short', del creador de 'BoJack Horseman', es una serie más familiar e íntima en torno a la experiencia cotidiana del judaísmo
- Raphael Bob-Waksberg para Netflix
- En VOSCat en Netflix
A menudo se recuerda que Hollywood es una industria creada y gobernada por ejecutivos judíos. Pero se comenta mucho menos la paradoja que esto supone. El cine comercial y en buena parte la industria audiovisual norteamericana nunca han otorgado protagonismo a la experiencia cotidiana del judaísmo. Pragmáticos, los impulsores del sistema de estudios de Hollywood tuvieron claro que uno de los grandes potenciales del cine era convertirse en una herramienta asimilacionista, el medio de comunicación de masas que permitiera integrar a millones de emigrantes de todo el mundo en una idea de nación norteamericana que se identificaba, con respecto a las prácticas sociales religiosas. Tenemos infinitas películas y series sobre la celebración de Navidad, pero no sabemos mucho cómo se festeja la Hanukká.
Por eso llama la atención Long story short, la nueva obra de Raphael Bob-Waksberg, el creador de BoJack Horseman. Nunca nos cansamos de elogiar esta producción de Netflix que acabó convirtiéndose en una de las series más influyentes de la pasada década, y por tanto damos la bienvenida a cada nueva propuesta de Bob-Waksberg. Si uno de los méritos de BoJack era lo bien que aprovechaba el formato serial para hacer evolucionar a sus personajes hasta el punto de dejar una fuerte huella emocional, en Long story short Bob-Waksberg parece haber querido practicar en sentido contrario. Nos encontramos ante una ficción mucho más contenida e íntima, de sólo diez episodios, y con una estructura cercana a la de una sitcom familiar.
El marco dramático se reduce a la familia Schwopper: Abuelo, Shira, Yoshi, y los padres, Elliot y Naomi. Pero si la sitcom es un formato centrífugo que parte siempre del núcleo familiar para después seguir las trayectorias de algunos personajes, Long story short se estructura de forma centrípeta. Conocemos al hijo mayor, Abuelo, ya independizado, cuando regresa con su novia a la casa de los padres para la celebración del bar mitsvá del hermano pequeño, Yoshi. A partir de ahí, casi cada episodio pone a algún miembro diferente de la familia en el centro, pero la historia va adelante y atrás, tendiendo siempre a volver al hogar como explicación de tantas cosas. Del hogar, y sobre todo de la madre, Naomi, una exégesis del arquetipo de la madre judía, que se hace presente en la vida de los demás personajes incluso cuando ya no está.
Bob-Waksberg aplica su habilidad para combinar comicidad extrema (el primer episodio desprende la energía caótica de La fiesta de Blake Edwards), la sátira de ciertas costumbres y sistemas (los padres ultraprotectores del sexto episodio, la espiral (auto)destructiva del capitalismo del séptimo...) y el abrazo empático hacia lo que nos hace humanos y nos mantiene juntos. Pero como la serie es más sintética, también anticipas más la "fórmula" de éxito del creador. Por lo que se refiere a la animación, Bob-Waksberg huye de la sofisticación tanto técnica como estética para ofrecer unos dibujos simples, realistas y familiares, más similares a los dibujos animados que veíamos en la tele el siglo pasado.
En un momento de la trama, uno de los personajes de la serie se hace, de forma inesperada, ortodoxo. Las discusiones en torno a esta elección subrayan la voluntad de Long story short de explicar, más allá de la práctica religiosa, lo que significa ser judío en Estados Unidos hoy en día. La serie, que llega temporalmente hasta 2022, no entra en política internacional. Quizás en la próxima temporada, ya confirmada, se anima.