¿Cómo deberían haber sido los uniformes paralímpicos españoles?

El 28 de agosto tuvo lugar la inauguración de los Juegos Paralímpicos de París, diecisiete días después de que finalizaran los Olímpicos. Una separación temporal que posiblemente responde a cuestiones organizativas, pero que, por otra parte, visibiliza claramente la segregación y jerarquización social que hemos establecido entre quienes se considera que poseen plenas capacidades y quienes no. Pero, ¿quién decide ya partir de qué valores e intereses se establecen los límites de esa capacidad, de la que se desprende la idea de discapacidad? La inclusión debería ser una cuestión fundamental en toda sociedad, y acontecimientos como unos Juegos Paralímpicos deben tener vocación de ejemplaridad, de cara a un mundo que, en esta materia, lo más caliente aún lo tiene el fregadero. La ropa, por acompañar nuestro cuerpo en todo lo que hacemos y condicionar su relación con el mundo, es aún más determinante en el deporte, donde la movilidad es fundamental. Por tanto, ¿cómo deberían ser los uniformes paralímpicos?

Teniendo en cuenta la importancia de emplazar siempre al usuario en el centro de todo proceso de diseño, John Smith, la empresa encargada de elaborar los uniformes paralímpicos españoles, debía haberse preguntado hasta el detalle sobre las necesidades de los distintos deportistas y sus discapacidades. Un reto complejo pero profundamente enriquecedor, reclamando responsabilidad y compromiso total con el usuario. Por el contrario, John Smith ha diseñado unos chándales demasiado cercanos a los estándares. A pesar de utilizar tejidos elásticos bastante cómodos y gomas en vez de botones, no ha desplegado todas las posibilidades adaptativas existentes. En consecuencia, muchos deportistas deben realizar ellos mismos las adaptaciones pertinentes y, en caso de que se requiera, hacer uso de personas cercanas para que les ayuden a vestirse y desvestirse. Algo que vulnera uno de los objetivos más importantes de la ropa adaptada: la autonomía. Aparte de los colores mediterráneos y de la incorporación de obras de Joan Miró y del artista urbano Okuda, que John Smith resaltó en el acto de presentación pública, estos uniformes son una oportunidad perdida para avanzar de forma decidida en el diseño inclusivo.

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La diseñadora de ropa adaptada Victoria Jenkins ha puesto de manifiesto que, si los deportistas paralímpicos no se benefician de las mismas tecnologías que los olímpicos, esto supone una clara discriminación que afecta directamente a su rendimiento y les aleja de poder competir al mismo nivel. En las antípodas del español, encontraríamos el uniforme de Canadá como claro ejemplo de buen diseño. Tal y como explica en las redes sociales el deportista en silla de ruedas Alison Levine, su chándal está pensado hasta el más mínimo detalle de acuerdo a sus necesidades. Un diseño que, entre otras características, cuenta con bolsillos grandes en la parte frontal de las piernas en vez de las caderas, un tejido especialmente suave en la parte posterior de las nalgas y los muslos y cremalleras magnéticas que facilitan el cierre.

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Siempre podemos pensar que la realidad de las personas con discapacidad es tan sólo una cuestión minoritaria, pero, por el contrario, debemos ser conscientes de que, en una alta probabilidad, todos acabaremos sufriendo alguna discapacidad. Sin ir más lejos, el envejecimiento comporta una pérdida de facultades. La cuestión no pasa por diseñar la ropa únicamente para quien sufre la discapacidad, pero sí por colocar a esa persona en el centro. De esta forma, resolviendo sus necesidades el resto de la sociedad también puede utilizar esta ropa, algo que no sucede cuando el punto de referencia del diseño es la persona que no presenta ninguna discapacidad. Un ejemplo claro es el de los cierres, ya que no todos podemos abrocharnos unos botones, pero todo el mundo puede utilizar velcros o imanes, los cuales podrían hacerse más habituales. De hecho, ésta es precisamente la esencia del diseño inclusivo, que lejos de estar pensado para una minoría y profundizar aún más en su exclusión, tiene la capacidad de abrazar y englobar toda la diversidad humana.