Sociedad

Una decena de hombres de entre 20 y 50 años han denunciado abusos sexuales de un profesor de batería

La difusión del caso por parte de dos chicos afectados ha hecho aflorar otros casos, a pesar de que algunos han prescrito

Mar Camps i Mora
y Mar Camps i Mora

Una decena de hombres han denunciado por abusos sexuales a su ex profesor de batería y reconocido músico de Girona Jordi Brull. El caso empezó con la denuncia de dos exalumnos, Isaac Jover y Adrià Cuéllar, en marzo del 2019. En un principio, el juzgado de instrucción número 2 de Girona archivó la causa porque consideró que no había quedado acreditada la perpetración del delito y que, en uno de los casos, los hechos igualmente habrían prescrito. El abogado de la acusación particular, Benet Salellas, pidió reabrir la causa y, desde entonces, han aparecido nuevas denuncias de hombres de entre 20 y 50 años que habrían sufrido abusos sexuales durante las clases de música que se llevaban a cabo en un sótano de la casa del profesor en el municipio de Quart (Gironès).

La insistencia de los primeros denunciantes para que trascendiera el caso y el anuncio del procesamiento del investigado a finales del 2020 han hecho crecer el número de denuncias. “Todo ha ido más allá de lo que nosotros habíamos pensado, es un caso de abusos sexuales reiterados durante años”, considera Jover, que habría sufrido abusos de los 18 a los 21 años, del 2007 al 2010. Por otro lado, el eco en los medios de comunicación desde que el diario El Punt Avui sacó el caso a principios de septiembre del 2019 ha contribuido a hacer que más personas se atrevan a denunciar. “Agradezco a la gente que ha dado la cara y la voz. Si no hubiera visto estas noticias, posiblemente no habría denunciado”, recalca Àlex, que quiere mantener el anonimato y que tuvo a Brull de profesor a partir del 2010 hasta el 2016, de los 13 a los 19 años.

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Abuso psicológico y sexual

Según los denunciantes, el profesor consolidaba un vínculo emocional con sus alumnos, que lo admiraban como batería. En palabras de Jover: “Se establece un vínculo muy fuerte con esta persona. No solamente como representación de tu figura masculina sino como amigo, como compañero, como músico. Tiene que ver todo el tema de la música: tú quieres ser un buen batería y vas con esta persona, que es un gran batería”. El espacio donde se habrían producido los abusos era un sótano con dos salas, una de ensayos y otra de “relajación”: “Todo estaba enmascarado con un discurso progre y libertario”. Aniol, otro exalumno que también quiere preservar su identidad, añade: “Las normas que tienes en casa ahí no las tienes, esto hace que se cree una confianza muy fuerte”. Muchos denunciantes eran adolescentes en ese momento: “Estás en una etapa de aprendizaje y, entonces, él incide en esta fase de autodescubrimiento y desarrollo personal. En la adolescencia empiezas a forjar tu carácter y, si sufres un acto traumático, te afecta en todos los sentidos”, sigue Aniol, que asistió a clases de batería de los 12 a los 19 años, entre el 2009 y el 2016.

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Adrià Cuéllar remarca que el abuso psicológico habría precedido al sexual: “Es un abuso psicológico que da acceso a un abuso sexual. ¿Por qué ha conseguido hacerte lo que te ha hecho? Porque primero ha abusado de ti psicológicamente”. Cuéllar, la denuncia del cual ha prescrito, afirma que, en su caso, los abusos se habrían producido desde el 1999 hasta el 2010: “Empecé a sufrir abusos a los 12 años. Es tu primera experiencia sexual, no sabes cómo funciona la vida ni la sexualidad. Absorbes las experiencias que te pasan y asumes, normalizas un abuso”. Los abusos, según relatan, consistirían en tocamientos, masturbaciones y felaciones, que empezaban con comentarios lascivos y masajes en la espalda. En algún caso, también explican abusos con penetración.

El paso de denunciar

Como manifiesta Jover, tardó en denunciar porque, durante años, no compartió su historia con nadie: “Me sentía solo, pensaba que solo me había pasado a mí y me pesaba la idea de destrozar la vida a esta persona, que tenía una estructura social muy bien montada”. A través de las noticias publicadas en los medios de comunicación, los exalumnos se enteraron de que el profesor siempre habría actuado del mismo modo: “Él te decía: 'Eres especial, me encantas, me enamoras...' No tenías suficiente conciencia para ver qué era todo aquello ni que les podía estar pasando a otras personas. Cuando vi la noticia de que lo habían denunciado, mi cabeza hizo un clic: yo no era el único”, dice Àlex.

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La mayoría de los jóvenes comentan que no eran conscientes de haber sufrido abusos hasta tiempos más tarde, como Cuéllar: “Me di cuenta años después, cuando, con 28 años, una amiga me explicaba que su padre abusaba sexualmente de ella y pensé: yo también he sufrido abusos”. Àlex, en esta misma línea, afirma: “Hay cosas que mi cerebro había borrado por protección”. El grupo de exalumnos, durante sus encuentros, reflexionan entorno a estas cuestiones. Así lo detalla Jover: “Hemos hablado mucho la disociación, un mecanismo de defensa que crea tu mente. Una persona, ante una situación traumática, no es capaz de asimilar la gravedad de los hechos que está viviendo porque no lo podría soportar. Uno de los mecanismos es disociar la realidad e, incluso, hay aspectos fisiológicos como la pérdida de memoria o el bloqueo corporal. Hasta que uno mismo no hace un proceso terapéutico de sanación y de conciencia, no es capaz de saber hasta dónde le llega a incidir un caso de abusos sexuales”.

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Enfatizan que, además, tenían reticencias a la hora de denunciar porque les costaba acabar de romper el vínculo con Jordi Brull. “Me daba miedo denunciar. Era un efecto contradictorio: me daba miedo hacer daño a aquella persona que me había hecho daño a mí”, contesta Àlex. “La víctima tiene un sentimiento de culpa brutal, la culpa está presente durante todo el proceso de sanación de un abuso”, puntualiza Jover.

Casi la mitad de las denuncias, como la de Cuéllar, han prescrito. Actualmente, la prescripción de delitos por abuso a menores empieza a partir de la mayoría de edad de las víctimas. Precisamente, esta semana se debate en el Congreso de Diputados el proyecto de ley orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia ante la violencia, presentada por el gobierno español, que hará que el periodo de la prescripción se amplíe y empiece a contar a partir de los 35 años.

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Grupo de apoyo y detección de los abusos

Los denunciantes han formado un grupo de apoyo para encontrarse y asesorar a otros exalumnos que quieran denunciar: “Haber vivido lo mismo, con la misma persona y en la misma situación, hace que nos entendamos y que sea más fácil la terapia y la rehabilitación de uno mismo”, afirma Aniol. Han creado un correo electrónico (bateristesgirona@gmail.com) y un perfil en la red social Instagram (@victimesdeljbb_despertagirona) para que otras posibles víctimas expongan su historia y se pongan en contacto con ellos. Tienen el convencimiento de que hay más personas afectadas que denuncias y aseguran conocer, al menos, tres casos más: “Cada uno necesita su tiempo y decidir si lo quiere sacar o si se lo quiere guardar”, señala Aniol. El objetivo del grupo, para él, es este: “Me gustaría que esto sirviera para ayudar a que no pase más y para ayudar a detectar casos de abusos, que están a la orden del día. Hace falta más educación sobre el abuso”. En este sentido, Jover reafirma: “Para mí, un trabajo importante, que me gustaría llevar a cabo a nivel social y que ya estamos haciendo con el grupo, es la de detección de abusos. Yo, con 18 años, no tenía ni idea de qué era un abuso sexual”. “Éramos víctimas y no sabíamos que lo éramos”, concluye Aniol.

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Los hombres y la carga de género

Jover cree que los hombres tienen más dificultades a la hora de hablar de abusos sexuales y de exponer su vulnerabilidad, debido a la carga de género y a los clichés entorno a la “figura masculina”: “Cuando explicas que has vivido un abuso sexual te estás poniendo en una situación de vulnerabilidad, y esto el hombre no lo lleva nada bien. Desde el patriarcado, se nos dice que los hombres no lloran, que siempre salen adelante, que pueden con todo. Pues no: los hombres sufrimos, nos sentimos vulnerables y expresar nuestras emociones siempre nos resulta más complicado. Los hombres, como las mujeres, hemos salido malparados del patriarcado”.

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Pendientes de un único procesamiento

En diciembre del 2020 el juzgado de instrucción número 2 de Girona dictó una resolución de procesamiento contra Jordi Brull por dos denuncias, puesto que el resto habían prescrito. Entonces, cuando se supo que el profesor iría a juicio, cuatro hombres más denunciaron. Dadas las circunstancias, Benet Salellas, abogado de la mayoría de denunciantes, considera que las nuevas denuncias se tienen que incorporar a la causa abierta, dado que responderían a “un mismo plan delictivo y ocasión delictiva”: “La dinámica de abuso siempre es la misma, utilizando las clases de batería, y nos parece más lógico que el tribunal tenga la visión de conjunto”. El abogado ha interpuesto un recurso al juzgado de instrucción para que las últimas cuatro denuncias no se instruyan aparte de las otras dos y, actualmente, se está a la espera de que la Audiencia Provincial de Girona estime o desestime el recurso. “Hacer pública la denuncia inicial ha ayudado a otras víctimas a dar el paso de denunciar. Esto nos demuestra que las acciones de visibilización del tema de los abusos son útiles porque ayudan a las víctimas a empoderarse”, valora Salellas.

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El abogado de la defensa, Carles Monguilod, ha declinado ofrecer declaraciones para este reportaje del diario ARA. Su cliente ha negado las acusaciones todas las veces, un total de tres, que ha declarado en el juzgado de instrucción.