El Día D y el milagro de la Unión Europea

Cualquier demócrata del mundo debería emocionarse al ver las imágenes de los veteranos del Desembarco de Normandía de este jueves. Aquellos hombres hoy centenarios que hace 80 años salvaron a Europa del nazismo y el fascismo, conjuntamente con millones de soldados soviéticos en el frente oriental, ya los que tendremos que estar eternamente agradecidos. Muchos de ellos reposan todavía en enormes cementerios cerca de aquellas playas que se convirtieron en un infierno el Día D, la madrugada del 6 de junio de 1944, y que tan bien retrató a Steven Spielberg en ese estremecedor inicio de Salvemos al soldado Ryan. Visto con perspectiva, la Europa actual, y en concreto el artefacto de la Unión Europea, es un verdadero milagro. Aquel continente que se destruyó dos veces en la primera mitad del siglo XX, y que arrastró a medio mundo a esta locura, ha dado paso al espacio democrático más avanzado del planeta, el lugar del mundo que encabeza todos los rankings por lo que se refiere a derechos sociales y calidad de vida.

El caso es que en el aniversario de estos 80 años la Unión Europea no pasa precisamente por su mejor momento y afronta un auténtico cruce histórico. Con una guerra en marcha a sus puertas, con la invasión rusa de Ucrania, con la competencia e influencia económica cada vez más importante de regímenes autocráticos como el chino o las monarquías del Golfo, con el peligro de que en noviembre un aislacionista amigo de Putin como Donald Trump llegue a la Casa Blanca, y pocos días antes de unas elecciones al Parlamento Europeo en las que la extrema derecha crezca de forma considerable. Entre estos partidos que presumiblemente crecerán el domingo hay defensores de quienes en 1944 estaban junto a los nazis, como los protofascistas Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, los franquistas de Vox o algunos negacionistas del holocausto como Alternativa para Alemania.

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El acto de este jueves debería servir para que la población, y los jóvenes en particular, fuera consciente de la importancia del proyecto europeo, que ha garantizado más de medio siglo de prosperidad y paz en el continente, y de los peligros que afronta ahora mismo. Las principales amenazas ahora mismo no serían tanto Putin o la crisis económica como la abstención, la abulia democrática, dar por descontadas cosas que pueden desaparecer de un día para otro. El programa Erasmus, por ejemplo, no es casualidad, como tampoco lo son los fondos europeos de los que depende nuestro desarrollo económico. La democracia se construye día a día, y los jóvenes europeos que hoy vemos divirtiéndose juntos en nuestras calles, hace 80 años se mataban en las playas de Normandía o Sicilia.

Las imágenes que vemos estos días en Ucrania, en una guerra que recuerda mucho a la Segunda Guerra Mundial, es un recordatorio de que los peores fantasmas se pueden hacer realidad de un día para otro, y que al igual que tenemos que honrar a los que hace 80 años nos salvaron de la barbarie nazi, entre los que muchos republicanos catalanes y españoles, cada día estamos obligados a mantener vivo su recuerdo ya actuar en consecuencia.