El drama en Canarias no se detiene
Mientras el discurso antiinmigración se inflama en Europa y propuestas como la del plan Meloni de deportar a inmigrantes a Albania se abrazan desde partidos que van mucho más allá de la extrema derecha, continúa el drama de los migrantes que llegan a Canarias por la ruta migratoria más peligrosa del continente. El ARA se ha desplazado a El Hierro para narrar cómo es el día a día de la emergencia humanitaria a la que se enfrenta la isla desde hace meses sin que gobiernos y partidos parezcan tener prisa por resolverla.
En tres días de esta semana, el número de migrantes llegados ha superado a la población del pequeño pueblo de El Pinar, que debe brindar la primera acogida a personas que llegan, en muchos casos, en unas condiciones de salud muy precarias. Migrantes que después de jugarse la vida a bordo de la patera requieren ingresos y cuidados de emergencia en el único centro hospitalario de la isla, con equipos de emergencias desbordados, tocados física y emocionalmente por el drama al que asisten impotentes. Y después están los muertos, muchas veces olvidados tras lápidas identificadas en el cementerio local con un número suficiente.
Ante una situación límite, el gobierno canario sigue enviando mensajes de auxilio al gobierno español. Pero el diálogo entre el ejecutivo de Pedro Sánchez y la oposición sigue incomprensiblemente roto. Ningún avance para el reparto de los menores migrantes –hay 5.600 bajo tutela del gobierno isleño– entre las comunidades autónomas. El PP, presionado por Vox, se opone rotundamente y Sánchez busca ganar tiempo pidiendo a Europa soluciones conjuntas para afrontar la gestión de la inmigración en todo el continente.
La realidad, sin embargo, es que de momento las posibles soluciones sobre la mesa en Bruselas no son muy prometedoras. La Comisión Europea de Ursula von der Leyen se ha hecho suyo el plan Meloni en medio de un discurso generalizado que pide el endurecimiento de la política migratoria y que deja prácticamente solo al gobierno español en el rechazo a los campos de deportaciones en terceros países . Se trata de una solución cara, contraria al derecho internacional, como ya ha demostrado un tribunal italiano, y sin garantías de poder acabar siendo una realidad, pero la propuesta parece ir en sintonía con los vientos que tristemente soplan entre los Estados miembros.
El hecho de que incluso las objeciones de Alemania (gobernada por los socialdemócratas) en el plan Meloni sean más de carácter logístico que humanitario es también una mala noticia de cara a construir un blog que trabaje por lo urgente: uno debate serio y constructivo sobre cómo mejorar la gestión de las llegadas, que no se detendrán porque las fronteras no pueden impermeabilizarse. Son necesarias soluciones para atender no sólo a los que llegan sino a los que ya están en el continente, políticas que garanticen su integración social y laboral en una Europa que, en muchos casos, también los necesita. Y es necesario que ninguna propuesta ignore la línea roja que es el respeto innegociable a los derechos humanos.