Durante el embarazo se altera la estructura física del cerebro
Por primera vez se ha realizado el seguimiento de los cambios cerebrales de una misma persona desde antes de quedar embarazada y hasta dos años después de dar a luz


Tener hijos o hijas es una experiencia que cambia la vida de sus progenitores. Se calcula que, cada año, unos 140 millones de mujeres en todo el mundo gestan a un niño, y que el 85% han tenido al menos un embarazo. Durante las cuarenta semanas que dura la gestación, el cuerpo experimenta muchos cambios físicos y hormonales para adaptarse y favorecer el crecimiento y desarrollo del feto, así como psicológicos y de comportamiento. Varios trabajos han demostrado que el embarazo induce cambios neuronales que afectan a varias zonas del cerebro, los cuales pueden contribuir a adaptar el comportamiento de la madre a la nueva situación. Sin embargo, nunca hasta ahora se había realizado el seguimiento de los cambios cerebrales de una misma persona desde antes de quedar embarazada y hasta dos años después del alumbramiento, para monitorizar la secuencia de cambios y ver si se mantienen después del parto .
Esto es lo que han hecho la neurobióloga Elisabeth R. Chrastil y sus colaboradores, de diversas universidades y centro de investigación californianos: han monitorizado la estructura física del cerebro de una persona, que de hecho es la propia Chrastil, desde de unos meses antes de quedarse embarazada hasta dos años después del alumbramiento. Este trabajo, que han publicado en Nature Neuroscience como parte de un proyecto más amplio, el Maternal Brain Project, demuestra que los cambios que se producen son tan extensos como los que se sabe que ocurren durante la pubertad, y que influyen de forma adaptativa a los cambios de comportamiento asociados a la maternidad. Según los autores, estos resultados abren la puerta a realizar otros análisis similares para identificar diferencias interpersonales que ayuden a comprender las diferentes maneras cómo se puede vivir la maternidad, y ayudar a reducir la incidencia de la depresión postparto en las mujeres que se ven afectadas.
Más conectividad
Durante el embarazo, el nivel de estrógenos y progesterona, unas neurohormonas que afectan a la plasticidad neuronal, incrementa repentinamente entre cien y mil veces por encima del nivel basal previo, lo que induce reorganizaciones significativas en determinadas zonas del cerebro. Incrementa la neurogénesis y el crecimiento de las llamadas espinas dendríticas, cuya función es establecer conexiones con otras neuronas. Es decir, aumenta la conectividad neuronal. También incrementa la proliferación de las células de la glía y se reorganizan los astrocitos, que en su conjunto tienen la función de proteger y alimentar las neuronas, y de favorecer la conectividad neuronal. Además, se consolidan las conexiones neuronales, que se mielinizan; es decir, se forma una capa protectora alrededor de las fibras nerviosas que favorece que las señales viajen con mayor rapidez y eficiencia.
Estructuralmente, durante el embarazo se produce una reducción del volumen de sustancia gris en diversas zonas del cerebro, entre las que destacan las implicadas en la teoría de la mente. Esta teoría es la capacidad que tenemos de comprender que las demás personas tienen pensamientos, sentimientos y conocimientos distintos a los nuestros. Atención, sin embargo. Esta reducción no implica que disminuya esta capacidad, sino que se adapta para poder estar más pendiente de las necesidades del bebé, en una época en la que no puede verbalizarlas. La sustancia gris contiene los cuerpos neuronales, mientras que la sustancia blanca es donde están las conexiones entre neuronas. Precisamente, el otro gran cambio que se observa durante el embarazo es la estabilización y consolidación de la sustancia blanca. Es decir, de la eficiencia de la conectividad neuronal.
Otros cambios destacables son un aumento del volumen de las vesículas cefálicas, que están llenas del fluido cerebroespinal, un líquido rico en nutrientes y factores diversos que contribuyen a las funciones cerebrales. De hecho, este incremento de volumen puede explicar, al menos en parte, la reducción de sustancia gris, dado que el volumen total del cerebro no se modifica significativamente. También se observan cambios importantes en las redes neuronales que comunican las zonas sensoriales, atencionales y emocionales del cerebro, que se vuelven más eficientes. Y muchos de estos cambios se mantienen al menos durante dos años después del nacimiento, lo que ayuda a explicar los cambios de comportamiento asociados a la maternidad, especialmente en lo que se refiere a la crianza y la protección de los recién nacidos.
En cualquier caso, como dicen los autores del trabajo, los cambios que se producen son tan pronunciados como los que acontecen durante la pubertad y la adolescencia, y tienen una función biológica clara: adecuar el comportamiento de las madres a las nuevas necesidades de crianza y protección de los hijos, que quedan completamente dependientes de los progenitores durante varios años. También dicen de forma explícita que habría que analizar a muchas otras mujeres para buscar diferencias interpersonales en este proceso que tuvieran valor psicológico o clínico, y también durante la menopausia, otro momento especialmente sensible en el recorrido vital femenino. Y creo que también habría que añadir la importancia paralela de analizar los cambios cerebrales que implica la paternidad en los hombres, teniendo en cuenta, por ejemplo, los diferentes tipos de implicación física y emocional en el proyecto parental.