Cultura

Los encantos y los quebraderos de cabeza de habitar un castillo

Rehabilitar y mantener edificaciones catalogadas exige grandes inversiones y acotarse a normativas muy estrictas

GeronaSituados a menudo en lugares privilegiados, los castillos han sido a lo largo de los siglos testigos de batallas, asaltos, pandemias, pugnas entre linajes y formas de vida señoriales rodeadas de riqueza y poder. Muchos castells han sufrido también el abandono y la ruina, y hoy sus propietarios, tanto los que les han recibido en herencia como los que los han comprado, se enfrentan a un doble reto: las inversiones millonarias que se requieren para reconstruir estas edificaciones y garantizar su constante mantenimiento que necesitan, y la burocracia administrativa que se les exige cuando quieren emprender cualquier obra de restauración o mejora, ya que los castells son un patrimonio catalogado como bien cultural de interés nacional.

“ No puedes mover ni una piedra sin el permiso de Patrimonio”, dice Victòria Bassa, presidenta de la Asociación Monumenta de Propietarios de Castells y Edificios Catalogados de Catalunya. La entidad, que agrupa a unos 150 socios y unos 200 edificios, nació hace 32 años para apoyar a los propietarios de los castells y otras edificaciones catalogadas ante la “soledad” que sufren frente a la administración. “Muchos de los actuales propietarios de los castells los han recibido en herencia y no siempre tienen grandes fortunas para mantenerlos en buen estado. Quieren preservar un legado familiar y un patrimonio de interés público, pero les es imposible”, añade Bassa.

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Organizar propuestas abiertas al público, como conciertos o visitas guiadas, o realizar una actividad comercial, como servicio de restauración, alojamiento o celebración de bodas, son algunas de las opciones a las que se acogen los propietarios de los castells para obtener unos ingresos para mantener la edificación, pero Bassa lamenta que la normativa y la burocracia no se lo ponen fácil.

Una familia de hoy en un castillo medieval

Gabriel de Casanova, actual propietario del castillo de Cartellà, donde vive con su mujer y sus dos hijas desde hace unos años, asegura que lleva invertido mucho dinero y diez años de dedicación exclusiva en las obras de restauración de la edificación sin haber recibido ninguna ayuda económica. “¡Diez años de obras y pedir permisos!”, puntualiza Gabriel. Tiene tres hermanos ya él el castillo le tocaba en la herencia. Los últimos tres siglos había sido ocupado por masoveros, que se hacían cargo del castillo y de la finca que le rodea, pero desde los años 80, cuando se marchó el último masovero, sin descendencia, estaba deshabitado y casi en ruinas. “Y las piedras, especialmente las cortadas con ornamentación de las ventanas y puertas, desaparecían –explica Gabriel–. “Tenía muy claro que si no me implicaba, el castillo caería a pedazos y, por responsabilidad, en el 2010 cogí las riendas, conseguí los permisos y empecé la reconstrucción”, explica Gabriel, que es de Balaguer y abandonó esta ciudad para fijar su residencia en el castillo, desde donde hoy gestiona la finca agrícola, con cultivos de cereales y árboles frutales. A pesar de los esfuerzos que le ha supuesto reconstruir el castillo y el reto que afronta ahora para mantenerlo, Gabriel se siente recompensado: “Es fantástico levantarte por la mañana y encontrarte en un edificio tan noble, con una historia de muchos siglos, y dónde habían vivido mis antepasados”, indica Gabriel. También valora la vida en el campo, aunque el aislamiento es el que menos agrada a su mujer, admite. Su bisabuelo, aunque no había vivido, realizó obras después de la Guerra Civil, ya que tanto el castillo como su capilla quedaron muy dañados. Y su padre organizó un campo de trabajo con setenta estudiantes extranjeros para realizar también trabajos de reconstrucción. “Cuando éramos pequeños le acompañábamos cuando iba de vez en cuando a supervisar el castillo y la finca, y era una pena verlo todo ruinoso”, recuerda Gabriel.

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Una vez reconstruido el castillo y recuperado como vivienda, el mantenimiento es ahora un reto para su propietario. Ya ha organizado algún evento, como un festival de música en octubre del año pasado, pero se plantea nuevas actividades, incluso el alojamiento como turismo rural, pero sabe que esto le exigirá nuevas obras para adaptar las instalaciones ciones a la normativa, que es muy estricta al tratarse de un edificio catalogado.

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Un hotel-castillo especializado en bodas

Ivan Todorov Ivanov, director del Hotel Castell d'Empordà, explica que la reconversión en hotel es una de las posibilidades que tienen caserones como el del núcleo de Castell d'Empordà, en el término de la Bisbal d'Empordà. Ivanov recuerda que las obras de restauración fueron muy costosas y que tener las instalaciones al día requiere también un trabajo de mantenimiento que les hace cerrar el hotel varios meses al año. Sin embargo, el disfrute de sus clientes alojándose y celebrando eventos –las bodas son la especialidad de este espacio– en un establecimiento noble, espectacular, con unas vistas sobre la llanura ampurdanesa, “compensa todos los dolores de cabeza”. El hotel dispone de 57 habitaciones, algunas que ocupan incluso la torre del castillo, que procura a sus huéspedes una visión a vista de pájaro. El castillo, con más de 700 años de historia y que había pertenecido a la familia Margarit, tiene anexa la capilla de la Virgen del Remedio, patrona de La Bisbal. El director del hotel explica que el castillo estuvo muchos años a la venta y que nadie quería adquirirlo porque tenía una parte en escombros. El propio Salvador Dalí fue uno de los interesados ​​en adquirirlo, aunque finalmente se decantó por el castillo de Púbol. En el 2000 lo compró el holandés Albert Diks, que acabó reconvertido en hotel y dedicó una de sus grandes salas a exponer una inmensa maqueta de la batalla de Waterloo con 2.500 soldaditos de plomo. El coleccionismo de soldados es una de sus grandes pasiones y constituye uno de los atractivos del castillo-hotel. Aunque se había especulado con una posible venta, el Castell d'Empordà de momento no cambia de manos, e incluso está cerrando una posible ampliación con la compra de una de las casas adyacentes al edificio.

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Quermanción y el sueño daliniano

Otro de los castells que han sido adquiridos por un particular es el de Quermançó, en el término municipal de Vilajuïga, pero no para reconstruirlo y hacerlo habitable o crear un negocio de restauración, sino para hacer realidad el proyecto que Salvador Dalí tenía pensado para esta fortaleza del siglo X, encaramada sobre una colina y hoy medio derruida. Josep Maria Martorell, que la compró en 1998, se muestra esperanzado con las conversaciones que mantiene con las administraciones para sacar adelante el sueño de Dalí, que él ha hecho suyo. Asegura que el Ayuntamiento ve el proyecto como una oportunidad para atraer turismo cultural al municipio y la comarca del Alt Empordà. Martorell está dispuesto a ceder el castillo si acaba haciendo realidad su proyecto. Mientras, ha conseguido que en lo alto del castillo se instalara, en 2013, una escultura desmontable e itinerante creada por el maestro organero Albert Blancafort.

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Comprar un castillo por 3 millones

Las dificultades para acondicionar y mantener los castells hacen que no sea extraño encontrarlos a la venta. Uno de los que ahora mismo puede adquirirse por un precio de salida de 3 millones de euros es el castillo de Orriols, en Bàscara (Alt Empordà), que está preparado para funcionar como hotel. Se trata de casi 2000 metros cuadrados de construcción, con 16 dormitorios, 16 cuartos de baño, comedores, cocina industrial, bar y terraza cubierta. Fue declarado como bien de interés cultural en 1988. Como argumento de venta se destaca que "ofrece un gran potencial como negocio turístico", ya que dispone de licencia de hostelería y restauración y podría llegar a tener fines a 23 habitaciones acondicionadas. Conjuntamente con el castillo, se vende también una casa de masoveros anexa de 260 metros cuadrados.

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Castillo de cuento de hadas en Sant Feliu

La Torre de les Punxes, o Casa Estrada, en el vecindario de Sant Pol de Sant Feliu de Guíxols, no es propiamente un castillo, sino una casa modernista, pero los pinchos que le dan nombre hacen pensar en un castillo de cuento de hadas. Está a la venta por 5,3 millones de euros. Situado en primera línea de mar, rodeado de seto y jardín, sus torres se construyeron en honor de cada uno de los hijos de su propietario, Pere Màrtir Estrada, que hizo fortuna con las manufacturas del corcho.

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Cadaqués en Sotheby's

Una de las casas más espectaculares, y más caras, que se puede adquirir ahora mismo en las comarcas gerundenses es la famosa Casa Azul de Cadaqués, que se ofrece en el prestigioso portal de Sotheby's, como si fuera una obra de arte en sí misma, por 15 millones de euros. Su nombre procede de las ventanas y puertas enmarcadas con elementos de cerámica de color azul. Fue construida a principios del siglo XX por el arquitecto Salvador Sellés por encargo del médico barcelonés Octavi Serinyana y forma parte indisociable del paisaje de la primera línea de mar de Cadaqués. Tiene 625 metros cuadrados y fue cuidadosamente restaurada en 1983. Pero si su exterior llama la atención, la decoración interior tampoco deja indiferente: hay mobiliario art nouveau, frescos en el techo, trabajos de hierro forjado en las puertas y ventanas. El portal intenta enlazar a los posibles compradores con este texto: “Para los amantes del arte que quieran disfrutar de una vida de prestigio y calidad justo al lado del mar”.