¿Cómo entró el catalán en Torre Baró y los barrios obreros de los años 70?
'El 47' hace plantear qué contacto tuvieron los inmigrantes llegados de España a finales del Franquismo con la lengua
– Manolo, habla muy bien el catalán.
– ¿Sabe por qué hablo catalán, yo? Por amor. A mi mujer, Carmen.
Sólo en este breve diálogo entre un joven Pasqual Maragall y Manuel Vital, la película El 47 menciona las lenguas con las que se vivía en Barcelona y el extrarradio metropolitano en los años 60 y 70. El director Marcel Barrena hace un ejercicio quirúrgico para no conflictivizar ni catalán ni castellano y al mismo tiempo ofrecer un retrato de la inmigración española mayoritariamente hablado en catalán.
La pirueta era difícil y ha entusiasmado al gran público, que no sólo la encuentra verosímil sino emocionante. La hazaña heroica del extremeño Manuel Vita se ha erigido como la segunda película en catalán más taquillera de la historia con 2,82 millones de euros de recaudación. La supera Casa en llamas, pero por poco tiempo: teniendo en cuenta que dos meses después de su estreno El 47 se mantiene en los cines, es probable que la supere en un par de semanas.
La cinta protagonizada por Eduard Fernández retrata dos décadas de Barcelona, de 1958 a 1978, las de las grandes migraciones. Se calcula que entre 1950 y 1980 llegaron al país un millón y medio de ciudadanos del resto del Estado, que aterrizan en unas ciudades que ya estaban totalmente bilingüizadas, proceso iniciado a principios de siglo y consolidado en el franquismo. Así pues, ¿el catalán entró realmente en estos nuevos barrios? ¿De qué forma? ¿El cinturón obrero de Barcelona era bilingüe? ¿Hablaba catalán en la intimidad, Manuel Vital?
La experiencia del inmigrante
"La abuela hablaba en catalán y el abuelo hablaba en castellano, y era un bilingüismo muy natural", recuerda su nieta, Joana Vital. Cuando la abuela se enfadaba, renegaba en "un catalán cerrado". Cuando el abuelo en casa tenía palabras más cariñosas también las decía en catalán, aunque mantuvo su vida pública y de militancia en castellano. "Era como un código –dice la limpia–. Champurreaba el catalán a su manera, y cuando no lo hacía bien ponía humor". Como muchos de los trabajadores que llegaban a Catalunya buscando una vida mejor, Manolo Vital no tenía estudios: "Con 14 años vio cómo fusilaban a su padre y tuvo que hacerse cargo de muchas cosas, no tuvo tiempo para leer y estudiar. Y eso le gustaba de Carme".
Carme Vila fue una monja de la Espluga de Francolí que subía montaña arriba para dar clases en Torre Baró y colgó los hábitos por Vital, que entonces era viudo y tenía un hijo (una hija, en la ficción). "Carme era una mujer culta, que leía novelas y leía el periódico. Alfabetizó a muchas mujeres, y también les enseñaba catalán. Lo dice en la película y lo sentía así: no necesitaba una escuela para ser maestra", dice Joana Vital, recordando la vocación de la abuela. El hijo de Vital aún se formó de forma autodidacta en catalán, mientras que la nieta ya es hija de la inmersión. Resulta que Joana Vital también es profesora de primaria en una escuela de los alrededores de Barcelona y explica que, sesenta años después, el bilingüismo sigue siendo la lógica natural en su casa.
Quien recuperó el catalán
Saber cuántos habitantes hablaban catalán en los 60 y 70 es imposible (no había encuestas, no hay datos disponibles), pero sí hay indicios de que se produjo cierta hibridación cultural. Ahora bien, la situación de la lengua era mucho más compleja que la contraposición de catalanes originales versus nuevos catalanes como artífice de la recuperación del catalán. "Detrás de la reivindicación de la lengua catalana no había sólo catalanohablantes. De hecho, hay un buen grupo de catalanohablantes que, sobre todo fruto de la dictadura franquista, se estaba pasando al castellano con armas y bagajes. Esto tenía lugar clarísimamente en la zona alta: entre las grandes familias el paso al castellano era masivo y eso impregnaba no pocos sectores de las clases medias. Hablar castellano hacía más fino, algo que fue más duro en la Comunidad Valenciana y en los espacios urbanos de Baleares", explica el historiador Martí Marín, experto en la inmigración en Cataluña durante el período franquista. "En cambio, tenemos una parte de la sociedad castellanohablante que está reivindicando el catalán. La Federación de Asociaciones de Vecinos fue muy combativa pidiendo cursos de catalán en los barrios, y son entidades llevadas mayoritariamente por inmigrantes a todo el área metropolitana", señala Marín, que es justamente hijo de un murciano y una catalana. El padre de Marín aterrizó en Castellterçol a finales de los años 40 y no fue a la escuela, pero acabó hablando catalán porque con 20 años se apuntó a un grupo sardanista.
Este movimiento tiene una explicación muy simple: "La promoción social en el mundo del trabajo no se podía producir fuera del uso del catalán. No hablar catalán era una limitación evidente. A ver quién contrataba a alguien que no supiera catalán y no pudiera atender a la clientela de toda la vida?", plantea el historiador, y más cuando a mediados de los 70 ya empieza a haber paro. A partir de los años 80, las instituciones democráticas ampliarán aún más las posibilidades del catalán. Hasta entonces, la lengua se sostiene –aunque sea con baja calidad normativa pero con altas dosis de genuinidad– porque es la lengua familiar. A partir de ahí, es también un ascensor social.
El PSUC y las entidades vecinales
Los expertos señalan que la película se toma algunas licencias lingüísticas, como imaginar una reunión sindical de trabajadores de TMB en catalán o que Carme alfabetizara directamente en catalán a las inmigrantes. Es probable que suene más catalán de lo que había en el entorno y la época que retrata y un motivo puede ser porque la condición para acceder a los 1,5 millones de euros de bonificación del ICEC es que sea en VO catalana. Lo que sí es cierto es que la iglesia tuvo un papel importante en la normalización: monjas y curas hicieron que el catalán fuera visto como una lengua natural, además de emprender iniciativas catalanizadoras como el Caballo Fuerte, que nace en 1961 gracias al apoyo de los secretariados de catequesis.
La otra gran palanca fue política. Pese a que la película no lo detalle, Manuel Vital fue militante de Comisiones Obreras y del PSUC. La oposición antifranquista en Catalunya la encabezaba este partido, que contribuyó a que el catalán se identificara con la lucha contra el régimen. "El PSUC vio que o iban de la mano la cuestión de clase y la cuestión nacional, o no iba a salir adelante, y eso es recogido progresivamente por la mayoría de partidos", afirma Marín. Así pues, el catalán no era sólo una lengua útil y natural: era también una lengua de prestigio y recuperarla era un compromiso democrático.
¿Cómo podían aprenderla? "La clase trabajadora se mezclaba, si no en los lugares donde vivía, sí allí donde trabajaba, bien porque había obreros de aquí o porque eran gente de la primera ola migratoria de los años 20 que ya sabían catalán y eran su referente . En los años 50 y 60 ya hay un sustrato de aquella época, espacios como ateneos y casales, que facilitan el contacto y la socialización", explica Marc Andreu, experto en los movimientos populares durante la Transición, y nieto de ancianos catalanohablantes llegados de Castellón en los años veinte. Andreu cita toda la obra de Paco Candel como gran cronista de este contacto (en enero, por cierto, saldrá una nueva edición no censurada deLos otros catalanes con motivo del Año Candel). No era extraño que el catalán y el castellano se sintieran en las reuniones de las juntas de asociaciones de vecinos, aunque las actas fueran en castellano, o que hubiera publicaciones obreristas en catalán.
De la segregación a la inmersión
La segregación por barrios tuvo efectos lingüísticos evidentes, exactamente como ocurre hoy en día. "La mayoría de inmigración fue a vivir en barrios obreros metropolitanos donde no tienen mucho contacto con catalanes de primera lengua, como Ciutat Meridiana, Torre Baró, Santa Coloma, etcétera. Puede haber algún sector que adoptara el catalán por una cuestión emocional integrativa, mucha gente no creo que lo hicieran", señala el catedrático de sociolingüística Emili Boix, experto en usos lingüísticos en el área metropolitana. En los barrios de la periferia se hablaba castellano, y la homogeneidad dificultaba la expansión del catalán porque los catalanohablantes que vivían se solían camuflar hablando castellano en la calle. Sin embargo, los matrimonios mixtos demuestran que no hubo animadversión por motivo de lengua.
"Hay gente que no habrá forma de que hable catalán, pero que lo saben. Las asociaciones de vecinos organizan cursos incluso con Franco todavía vivo", señala Marc Andreu. Teniendo en cuenta el déficit educativo y la baja tasa de escolarización existente hasta los años 70, la incorporación formal del catalán se dará en la siguiente generación. La inmersión lingüística en la escuela será proverbial y reclamada especialmente para los hijos de esta población con ganas de integrarse.
Un consenso de país
Si bien el conflicto lingüístico no estaba en la calle, sí fue un tema político muy vivo, a través de entidades cívicas e incluso en la prensa. ¿Debía la lengua de la nueva sociedad democrática recuperar el espíritu republicano, y por tanto el catalán, o bien debía ser el castellano, la lengua del proletariado de la fábrica? "Cuando hay elecciones, todo esto se pone sobre la mesa. En la Transición hay un debate potente que, en este aspecto, tiene un happy end muy claro: en el primer Parlamento de Cataluña de 1980 el consenso en torno a la lengua toma incluso la UCD, se hace la primera ley de normalización lingüística en 1983 ya continuación se aplica la inmersión en modelo de línea única escolar", detalla Marín. Que el proceso de recuperación de la lengua y de inclusión no ha culminado, a la vista del bajo uso social del catalán, es una evidencia y una cuestión de plena actualidad.
En los años 60 fueron la pareja, el trabajo, la militancia y la conciencia lo que acercó a Manuel Vital al catalán. "Mi abuelo vino con mucho respeto por este sitio, para integrarse. No olvidarse de las raíces y hacer el esfuerzo de hablar catalán es una combinación perfectamente posible, y los que tenemos abuelos, padres o tíos de fuera lo sabemos", afirma Joana Vital, en sintonía con el mensaje deEl 47. La película retrata todo ese contexto sociopolítico, aunque sólo cite el amor: los afectos son una herramienta poderosa para acercar la lengua a los nuevos hablantes. "Por amor se hacen todo tipo de chorradas", corrobora, con humor, Emili Boix.