El especial de la sequía: la televisión bien hecha

El martes por la noche la especial de la sequía Cambio de ciclo logró 323.000 espectadores de media y obtuvo un 16,1% de la cuota de pantalla. Un claro síntoma de dos factores que confluían en este programa. Por una parte, la preocupación que provoca la falta de agua que sufre el país y, por otra, el interés que suscita el buen periodismo, tan bien hecho a nivel de contenido, planteamiento e imagen. El arranque era de una poética inesperada con el testimonio de Joan Vergés. Fue el maestro de la escuela de la colonia del pantano de Darnius Boadella, donde iban los hijos de los trabajadores que construían la presa. El hombre volvía a ese espacio, que ha reaparecido en medio del pantano seco. Las fotografías de hace sesenta años contrastaban con la tierra estéril y agrietada que ahora había debajo de sus pies. "La sequía nos devuelve trozos de memoria y del pasado", decía Vergés. Núria Solé y Pere Bosch nos hablaban de presente y de futuro. El programa ponía la atención en la situación crítica de las cuencas del Ter y del Llobregat y los dos presentadores recorrían por separado el curso de ambos ríos.

Cambio de ciclo pisaba el terreno. Un programa de chiruca y anorak y no de mesa y plató. Y ese aspecto era determinante, no sólo por cuestiones visuales sino porque activaba en el espectador la conciencia de territorio. En un momento en que a menudo la preocupación ciudadana no va mucho más lejos del grifo de la ducha, el programa nos evidenciaba la falta de agua desde múltiples puntos donde la escasez es dramática. Y en ese sentido el gran trabajo a nivel de realización era fundamental. Más allá de la sensibilidad y el cuidado en el aspecto estrictamente visual, era la forma de constatar los efectos reales: con las grietas de retracción, con el pienso de una explotación ganadera y con los cambios de color de la naturaleza a la vista de pájaro. La oportunidad de observar los bosques desde un helicóptero, comprobar el alcance de la muerte de árboles y entender cómo funciona la lucha por el agua en terrenos con mayor densidad de vegetación fue fascinante. La elección de los expertos y su capacidad divulgativa era excelente, así como los interlocutores escogidos para hacernos entender los problemas de cada uno de los sectores implicados en la sequía. También para evidenciar la complejidad en la gestión de la demanda de agua y el equilibrio ecológico.

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Cambio de ciclo, además, encontró una forma muy amena y efectiva de proporcionar datos a los espectadores, a través de los grafismos aplicados sobre la imagen. El programa combinaba muy bien la información con la sensibilidad y la emoción sin caer en la ramplonería, el dramatismo o el alarmismo. La secuencia de los dos catedráticos de ecología comprobando la calidad del agua del Llobregat estaba llena de simbolismo, belleza y habilidad comunicativa.

Por fin un programa de televisión que no era radio sino que tenía presente la importancia de la imagen como ingrediente imprescindible para hacerlo efectivo. Cambio de ciclo fue exhaustivo, clarificador sin hacer pedagogía barata. Era bonito pese a la tristeza de la sequía ya veces impresionante, y supo jugar la carta de la curiosidad y la admiración del espectador. Sin artificios y desde la naturalidad. El maestro Joan Vergés decía al inicio del programa que la sequía nos devuelve pedazos de la memoria del pasado. De un gran daño a veces puede salir un gran bien. Y la sequía nos ha devuelto también la televisión que confía en el espectador.