Memoria Histórica

"Una exhumación no reabre una herida: la valla"

Paco Roca y Rodrigo Terrasa investigan la memoria de una fosa común de Paterna en el cómic 'El abismo del olvido'

BarcelonaJosé Celda fue un campesino valenciano de izquierdas a quien, injustamente, las autoridades franquistas detuvieron una vez terminada la Guerra Civil. Tras una parodia de juicio, le fusilaron cerca del cuartel militar de Paterna y lo enterraron a escondidas de la familia en una fosa común del cementerio del pueblo, junto a otras víctimas de la represión franquista. Su historia se habría olvidado con el tiempo de no ser por su hija Pepica (Josefa Celda), que siete décadas después logró la última subvención de la ley de memoria histórica del gobierno de Zapatero, pocos días antes que Mariano Rajoy llegara al poder y acabara con todas las ayudas para exhumar a los fallecidos. arqueólogos y los contrata para exhumar una fosa común, la 126", recuerda Rodrigo Terrasa, un periodista valenciano que cubrió la noticia para el diario El Mundo. "Pepicia defendía que su padre estaba en esa fosa dentro de un ataúd, encima de todo, pero los arqueólogos no se lo creían porque es muy extraño encontrar ataúdes en una fosa común. La sorpresa fue que, efectivamente, aparecieron 12 ataúdes y, dentro, con el cuerpo, pequeñas botellas de farmacia con papeles donde se leía el nombre de los fusilados".

El sepulturero heroico

La historia de Celda, de la fosa 126 y de las víctimas que pudieron identificarse en aquella exhumación se cuenta en el cómic El abismo del olvido que acaban de publicar Terrasa y Paco Roca, una obra impresionante que no se limita a levantar acta de unos trabajos arqueológicos sino que reflexiona sobre la memoria silenciada del país y la importancia de los rituales fúnebres para cerrar las heridas de la sociedad. Además, descubre una figura heroica en tiempos de miseria moral: el sepulturero Leoncio Badía, exsoldado republicano encargado de cavar las fosas en el cementerio de Paterna, que, a escondidas de los militares, rescataba pequeños objetos de los muertos (un trozo de ropa, un botón de la camisa...) y los entregaba a las familias para que tuvieran un recuerdo del difunto. Él fue también quien, conjurándose con las viudas, logró que algunos fusilados como Celda tuvieran un entierro medianamente digno.

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“Es un personaje alucinante; tanto, que tuvimos que rebajarle la heroicidad y explorar también el lado oscuro y las contradicciones –dice Roca de Badía–. No es normal alguien tan fascinante y luminoso en un momento tan tenebroso: la gente era fusilada sin un juicio justo y arrojada a una fosa común, y las mujeres no podían despedirse de los maridos ni recordarlos en público. Ni siquiera había una placa con los nombres en el cementerio. Lo que hacía Leoncio parece normal, simplemente humano. Pero en un momento como aquél, un gesto humano resulta extraordinario”.

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Terrasa recuerda la primera vez que él y Roca se reunieron con la hija de Badía, precisamente en el bar del cementerio de Paterna: “Aún no sabíamos nada de él, sólo que era el sepulturero, y ella nos explicó que leía filosofía y tenía ideas políticas modernas, que hacía de maestro para los pobres de Paterna... Pero lo más impactante fue que, durante la conversación, se acercaron muchas mujeres que habían ido al cementerio y hablaban con la hija con agradecimiento , recordando que Leoncio había sido la última persona que había tocado a su abuelo o que en casa tenían una cajita con ropa del abuelo que él les había dado”.

Una cuestión de dignidad

Más allá de su humanidad, a Roca le sorprendió descubrir que Badía era profundamente ateo. "Pero la importancia de un entierro digno es un sentimiento muy arraigado en la cultura humana desde el comienzo de los tiempos", dice Roca. Él mismo tenía dudas mientras hacía el cómic. “Yo no soy creyente, mis padres fueron incinerados y yo seguramente también lo voy a ser. Te lo planteas y dices «¿Vale la pena luchar toda la vida para sacar los huesos del padre de un sitio y llevarlos a otro?». Pero basta con recordar la pandemia, el trauma que tiene mucha gente por no haber podido despedirse como es debido de un padre, de un marido, de quien sea. Esto va más allá de la fe”.

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Cuando Roca empezó a trabajar en el cómic, una duda le devoraba: si era necesario contar la historia deEl abismo del olvido en un momento en el que, al menos en la Comunidad Valenciana, el tema de las fosas comunes no era una prioridad para el gobierno autonómico. “No había protestas en contra, nada, ni siquiera a nivel nacional. Parecía un tema solucionado, pero fue empezar la campaña y ver cómo la derecha y la ultraderecha rompían el silencio. No era un tema olvidado ni superado, seguimos en el mismo punto, incluso peor que con Rajoy”. Terrasa recuerda que el pacto de gobierno entre el PP y Vox en la Comunidad Valenciana incluye el acuerdo de "derogar las normas que atacan a la reconciliación", según ellos, en asuntos históricos. “Y en realidad es lo contrario, nada reconcilia más que una exhumación. Una exhumación no reabre una herida: la valla”. Para Roca, una solución sería "tan sencilla" como que el PP se presentara a la exhumación de una fosa de víctimas franquistas. “Con esto se acabaría todo: el asunto dejaría de dar votos a unos u otros y se abordaría desde una óptica de humanidad”.

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¿Una serie de 'El invierno del dibujante'?

En El abismo del olvido Roca recupera el formato de página apaisada de su magistral díptico sobre sus padres, La casa y Regreso al Edén. "Es un formato más íntimo que el vertical, que me funciona mejor para este tipo de historias", se justifica el dibujante ante su coguionista. "Yo estoy en contra, no queda bien en el estante de la biblioteca", le espeta Terrasa. Viejos amigos, trabajan desde hace tiempo con el periodista y realizador Borja Crespo en otro proyecto, aún por aterrizar: una adaptación en forma de serie del cómic de Roca El invierno del dibujante, ambientado en la editorial Bruguera de los años 50. “Sería una especie de Mad Men en cuanto a la estética, una miniserie centrada en algunos de los personajes y la editorial –dice Terrasa–. Y básicamente explicaría lo mismo que el cómic, la rebelión de los dibujantes de Bruguera, pero también la transformación de la sociedad española, la ausencia de libertades y el nacimiento de la censura”.