El fracaso de la crispación en la política
La manifestación contra la amnistía de este domingo en Barcelona ha sido otra demostración del fracaso de la crispación en la política. Eso sí, siempre que se entienda la política como lo que debería ser: la ciencia o el arte de trabajar por el bien común, de coordinar a colectivos humanos. La única perspectiva desde la que no puede verse como un fracaso es la que entiende la política como un mero mecanismo para acumular poder en favor de unos intereses particulares concretos. Y ni siquiera los que se la toman así deberían valorar la protesta como un éxito.
Por un lado, no ha sido capaz de arrastrar a una cantidad significativa de gente. Queda claro si se la compara con las manifestaciones del Onze de Setembre: la de este año, una de las más deslucidas desde el estallido del Proceso, reunió a 115.000 personas, según la Guardia Urbana –los organizadores subieron la cifra a 800.000–. La manifestación contra la amnistía ha conseguido reunir a 50.000, según la policía de Barcelona. Según los organizadores, eran 300.000 en la calle. Aunque han querido sumar 400.000 que dicen que le han seguido en streaming. Pero los datos, aunque sean contundentes, no son la única razón.
La protesta de Barcelona la había convocado una entidad que en estos momentos casi es un fantasma político, Societat Civil Catalana, que hace tiempo que también falló en su voluntad de convertirse en el Ómnium Cultural del nacionalismo español. El intento de resucitarla con la ayuda de la plana mayor de los partidos más españolistas tampoco ha funcionado. Y esto hace aún más evidente la falta de eco y capacidad de movilización del nacionalismo español intolerante en Cataluña.
Quienes buscan algún tipo de encaje entre Cataluña y España que sea estable y no genere crisis periódicas deberían saber a estas alaturas que no pueden hacerlo desde la imposición unilateral. Esta época terminó hace medio siglo. La única vía posible, la única que no dará aún más razón de ser al independentismo, es el diálogo, que implica a la fuerza el reconocimiento del otro como sujeto. La amnistía es una medida de diálogo. Una respuesta política a un conflicto, el Proceso, que nunca debió caer en manos de la justicia.
La protesta de este domingo en Barcelona ha sido un fracaso, no solo por el seguimiento que ha tenido, sino porque no es una respuesta fundamentada en el diálogo, y por lo tanto no servirá para hacer política. Es otra vía para generar crispación. El PP de Alberto Núñez Feijóo ya ha visto dónde le ha llevado la política de la crispación: a cerrar las puertas a los aliados que necesitaría para gobernar España. A Ciudadanos la crispación le ha servido, básicamente, para abrir las puertas de la política institucional a la extrema derecha, que le ha quitado el puesto. Los únicos que pueden sacar rédito a largo plazo de esta crispación son los que no quieren ningún diálogo, los que se inclinan por el autoritarismo y que añoran el tiempo de las imposiciones unilaterales contra Cataluña. Solo la extrema derecha puede sacarle provecho a la larga.