El fútbol español blanquea la dictadura saudí

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Barça Reial Madrid Aràbia Saudita

Este domingo se ha jugado en Arabia Saudí la final de la Supercopa de España entre el Barça y el Real Madrid, según el acuerdo al que llegó el entonces presidente de la Federación Española de Fútbol, ​​Luis Rubiales, con las autoridades del país y que estará vigente hasta el 2029. Se trata, evidentemente, de un gran negocio, ya que el acuerdo inicial aseguraba ya unos suculentos ingresos de 240 millones a repartir entre la Federación y los clubs. Ante esta lluvia de dinero, sin embargo, se esconde una realidad muy incómoda que ya afloró con motivo del mundial de Qatar en diciembre del 2022, pero que en este caso es aún peor: ¿es neutro en materia de derechos humanos jugar en Arabia Saudita? Es evidente que no. Este país es una de las pocas monarquías absolutas que aún quedan en el mundo, una dictadura en la que los partidos están prohibidos y no existe nada parecido a un Parlamento. Según el índice del semanario The Economist, el gobierno de Arabia Saudita es el séptimo más autoritario de un total de 167 de todo el mundo analizados. En Arabia Saudí se persiguen a los disidentes, no se permite criticar al gobierno y si es necesario se asesina a periodistas, como ocurrió en el caso de Jamal Khashoggi en octubre del 2018 en Estambul.

Pero, además, las mujeres, el 50% de la población, sufren una fuerte discriminación y están sometidas al sistema de tutela masculina, es decir, que no pueden hacer según qué si no es con el permiso de su tutor masculino, sea el padre, el marido o incluso un hermano. No pueden vestir libremente ni ocupar el espacio público con libertad, no pueden elegir al marido ni huir cuando son maltratadas, y hasta hace poco ni siquiera podían conducir. Cuando la Federación Española de Fútbol y los clubs de la Liga como el Barça aceptan ir a jugar están, quieran o no, blanqueando un régimen autoritario, corrupto, machista y homófobo. Que el Barça incluya entre sus recomendaciones para ir a Arabia Saudí no tener relaciones con personas del mismo sexo resulta indignante y vergonzoso.

Si creemos que el deporte debe ir ligado a ciertos valores, como la no discriminación, no debería jugarse en lugares donde se discrimina, por mucho dinero que pongan encima de la mesa. Así de fácil. El argumento de que en los últimos años Arabia Saudí está haciendo avances en este campo no debería hacernos desviar el foco: quizás serían más rápidos si hubiera una posición más clara por parte de las federaciones internacionales. Lamentablemente, éste no es el camino que lleva el deporte profesional. El dinero saudí ha irrumpido con fuerza en el mercado y ha llevado a jugadores de las mejores ligas europeas hacia allí (Cristiano Ronaldo, Benzema, etc.), al igual que han hecho con otros deportes como el golf. La decisión de los jugadores no deja de ser una cuestión de responsabilidad individual, pero el fútbol en conjunto, y especialmente los clubs, deberían reflexionar sobre ello. Porque nada es neutro en esta vida. Y si la única variable importante debe ser el dinero, que lo digan abiertamente y no vendan discursos bonitos pero vacíos de contenido.

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