El hachís: ¿otro camino hacia la narcosociedad?
Embarcaciones de 350.000 euros con cuatro motores de 300 caballos cada uno surcan las aguas de la Costa Brava y el delta del Ebro a la velocidad de un coche por la autopista cargadas con hasta 4.000 kilos de hachís. Sí, en Cataluña también hay narcollajas. Además de la marihuana que exportamos a Europa, las jeringuillas que salpican algunos barrios de Barcelona y la cocaína y otras drogas que lubrican la vida nocturna de muchas poblaciones, ha devuelto la resina de cannabis. Una parte se queda ahí, el resto se distribuye por el continente, y por el camino los narcos crean auténticas estructuras empresariales ilegítimas que esparcen los tentáculos y la corrupción por el territorio catalán. Otro posible camino para llevarnos hacia una narcosociedad.
Se puede optar por cerrar los ojos y decir que el hachís ya no se ve tanto en la calle como en los años noventa, porque es así, cualquiera que tenga olfato notará que ahora son más habituales los vapores de marihuana que los de resina de cannabis. Pero esto no quiere decir que el tráfico de esta droga no haya vuelto a tomar fuerza, aunque sea de paso hacia otros países. El año pasado los Mossos d'Esquadra se incautaron de 17 toneladas de hachís, 10 más que el año anterior. También arrestaron a 1.338 personas vinculadas con esta droga y desarticularon 22 bandas que se dedicaban a ello. Cerrar los ojos no sirve de nada, por eso publicamos un dossier que radiografía el tráfico de hachís en Cataluña y en la costa andaluza.
Hace tiempo que la actividad de las narcollanchas en el litoral gaditano es un problema público reconocido. Y más aún desde el crimen de Barbate. Pero aquí, sin llegar a ese extremo, el problema también está ahí. Y para evitar que se agrave, de entrada, hay que ponerlo sobre la mesa y hablar, no hacer ver que no existe. Porque cuando se llega al punto en el que surgen auténticos turoperadores del crimen que ofrecen todos los servicios necesarios para los traficantes ya hemos dado el primer paso hacia convertirnos en una narcosociedad. Y esto ya ha pasado en Catalunya, o sea que no podemos ignorarlo.
Lo que ocurre y ha pasado en la costa andaluza nos puede servir de aviso y aprendizaje. Primero, para asegurarnos de que nuestra policía tiene recursos económicos, humanos y tecnológicos suficientes para evitar que los narcos piensen que tienen una ventana de oportunidad, o de impunidad, y la quieran aprovechar. Pero también para ver qué les ha funcionado y qué no en la lucha contra un negocio de la droga que sólo puede abordarse con sentido si se hace de forma coordinada. Ya tenemos un reto complicado de abordar con la marihuana, debemos encontrar la forma de garantizar que el tráfico de hachís no llegará a un punto parecido. Ahora puede parecernos una posibilidad remota, pero la radiografía de la situación que le ofrecemos indica que quizás no lo sea tanto.