Ignacio Coll, el hombre holding
El empresario textil invirtió en una cervecera, en una compañía de cerillas y en ferrocarriles, y también pasó por la banca
Hubo una época en ese país en que los empresarios no estaban recluidos en un sector determinado de la economía sino que extendían sus tentáculos hacia una diversidad de negocios y de cargos hoy difícilmente imaginable. Un caso paradigmático de estas dinámicas fue Ignacio Coll, quien desde un negocio textil llegó a poner los pies en una amplia panoplia de actividades, que van desde la cerveza hasta el petróleo, pasando por la banca y los ferrocarriles .
El nacimiento en Sevilla de este catalán tan relevante fue fruto de una estancia pasajera en la capital andaluza de sus padres, también empresarios. La diversificación dentro del textil (de la lana a la hilatura del estambre, tradicionalmente copado por firmas extranjeras) significó un ensayo para lo que vendría después.
En 1893 la familia lo intentó con la Compañía de Cerillas y Fósforos, de la que Ignacio Coll sería gerente, pero acabaron abandonando el negocio. Lo que mejor funcionaría sería la cervecera La Bohemia, de la que era accionista y que en 1910 se fusionó con otras marcas (sobre todo con la fundada en 1876 por August K. Damm y Josef Damm) para crear la SA Damm.
A principios de la década de 1910, Coll puso un pie en el negocio ferroviario, gracias a un primer proyecto que atravesaba el Matarraña, y con los mismos socios intentó invertir en generación eléctrica a partir del ' adquisición de varios saltos de agua en la zona del Delta, pero en este caso el propósito no pudo cumplirlo. Con el cambio de siglo se casó con Maria Castell, hija de los marqueses de Vilanova y la Geltrú, y estrenaron una casa que el arquitecto Graner los construyó en el chaflán de Gran Via con Rocafort. Más tarde se trasladarían a una mansión en la avenida Tibidado.
En 1919 recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica, que es el segundo grado de esta distinción creada en 1815 con el fin de “premiar la lealtad acrisolada y los méritos contraídos en favor de la prosperidad de aquellos territorios ”.
En 1918 lo encontramos como presidente de la firma Construcciones y Pavimentos, propiedad de la familia Miró Trepat, y que fue pionera en el país en el uso del hormigón armado. Cuando el Banco Urquijo fundó su filial en Cataluña, en 1919, acudieron a él para el consejo de administración, donde coincidió con personajes como Damià Mateu y Santiago Trias Romeu. La capacidad para acumular cargos se intensificó en las dos décadas siguientes, al ser elegido vicepresidente del Banco Hispano Colonial (1929), consejero de la aseguradora La Equitativa, presidente de la Sociedad General de Aguas de Barcelona (lo que más tarde sería Agbar) y presidente de la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebón (una firma fundada en 1923 por el Banco Hispano Colonial y otras entidades financieras para competir con Catalana de Gas, la compañía líder).
En la segunda mitad de la década de los años veinte fue también miembro del consejo de administración de la empresa que explotaba el monopolio petrolífero, la mítica Campsa.
Aún antes de la Guerra Civil tendría tiempo de ser concejal del Ayuntamiento de Barcelona, formando parte de la cuota de los principales contribuyentes. Pero su presencia en el cargo fue testimonial por diversas incompatibilidades con los cargos que ocupaba en el sector privado.
Cuando regresó a Cataluña después de la guerra, todavía fue consejero del Banco de España en Barcelona, un cargo que compartía con algunos de los sospechosos habituales de los círculos de poder: Miquel Mateu Pla, Santiago Trias Romeu y Juan Claudio Güell.
El 27 de febrero de 1943, su avanzada edad y una salud precaria ya no le permitieron presidir la junta general de accionistas del Banco Hispano Colonial. Pocos meses después le llegaría la muerte, que fue glosada con generosos obituarios en la prensa. Con esta actividad tan frenética en el mundo empresarial no es de extrañar que Ignacio Coll haya sido incluido en el canon de los cien principales empresarios del Estado del siglo XX.