Judía neoyorquina

Yo, aquí, antes de la guerra, la gente encantada de que soy una judía de Nueva York, era mi clave en la sociedad catalana, fui una joya. Pero ahora mismo, por primera vez en mi vida, no digo con tanto orgullo que soy judía, estoy más a la defensiva, tengo prevención. La gente odian a los judíos, ahora. Directamente, hay gente que siempre me hablaba, que preguntaba por mi familia, comentaba cosas sobre el mundo judío, y que ahora me hablan menos o ya no me hablan, no con mala fe, pero gente que tenía mucha relación ahora en tengo menos.

Ahora me llaman israelita. No sé lo que quieren decir. Me han preguntado: ¿qué eres israelita? ¿Acaso estaban intentando ser políticamente correctos y no decirme judía? Como saben que yo he vivido un tiempo en Israel y que tengo familiares allí… Pero no sé, porque son gente que saben que soy americana: ¿no hay ningún secreto, no, en mi acento?

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La rama de mi madre proviene de Hungría y la de mi padre de Polonia. Por el lado de mi madre, fue a Estados Unidos huyendo de Hitler. La de mi padre ya estaba allí. Cuando yo llegué a Cataluña, hace dieciocho años, claro, para mi abuela era espantoso que yo viniera aquí, porque, por ella, Cataluña era todavía como un país de los fascistas. Entonces, cuando vino mi padre a visitarme, yo tenía la necesidad de enseñarle que hay raíces judías aquí y lo llevé a Gerona. Hay esa necesidad de recordar espacios y decir: fuimos expulsados, pero todavía quedan unas trazas…

Yo creo que catalanes y judíos partimos de la misma identity crisis. Hay por un lado una historia con mucha guerra, hemos perdido gente de formas muy violentas. Yo identifico mucho con los catalanes que ambos tenemos una relación muy compleja con nosotros mismos. Cuando se habla por ejemplo de dinero siempre hay algo malo de judíos y catalanes. Pero en respeto la cultura, los escritores, los pensadores, aquí está al revés: tenemos muy pride, mucho orgullo. Y nos identificamos con las persecuciones de la gente que eran grandes pensadores o grandes emprendedores.

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Fui cuatro días a Jerusalén ahora a principios de febrero. Fue como un choque supergran ir. Todos mis primos iban armados. Quiero decir, son gente que incluso han votado a partidos árabes, que se han escondido para no ir a la guerra, que no han querido ser soldados, y ahora iban con armas como en el Far West, las armas en el pantalón… No tienen confianza ni en el estado, ni en el vecino, confían en que el ejército les proteja, ni en que el Prime Minister realmente tiene el interés de cuidar del pueblo, ni que los vecinos no quieren matarlos a ellos.