Sebastià Bartomeu: "Fui a las manis del Proceso en coche fúnebre, toda una premonición"
Cocinero, barman y propietario del bar musical Dual
VilablareixEn Sebastià Bartomeu (Vilablareix, 1971) mucha gente le ha conocido dentro de un ataúd, conduciendo un coche fúnebre pasado de moda o sirviendo copas y comidas que él mismo ha preparado en el restaurante bar-musical Dual de Vilablareix, un insólito local con estética de los 60 que está impregnada de su fuerte y singular personalidad. Su madre le recomendó que convirtiera la casa familiar, Villa Conxita, en un salón de té, pero él se inventó un pub liberal y sin tabúes, escenario de fiestas locas, con gogoso y disfraces, que tuvo su época dorada en los inicios de 2.000. Muchos de sus clientes acuden por primera vez atraídos por una chocante estrategia promocional: los coches fúnebres. Al conocer el mundo de la importación de coches, decidió completar la ambientación de una de sus fiestas de Halloween con un coche de muertos antiguos y un ataúd. Pegó el logo del local en los cristales. El éxito fue inmediato. Salió en varios medios y Quim Monzó le dedicó una columna. Con los años, adquirió otros tres (su preferido es un Talbot Solara Escorial, pero también tiene un Mercedes). Los cuatro coches de muertes forman parte de una colección de una decena de vehículos antiguos donde hay también un Dyane 6, un Jeep Cherokee o un escarabajo.
“En el pueblo circulan cuatro definiciones de este local: casa de putas, local de maricones, entrada de drogas en Vilablareix y local de intercambios. Evidentemente, ninguna de las cuatro es cierta y quien las propaga nunca ha estado aquí”, sentencia Bartomeu, que ya de entrada advierte que suele hablar “sin filtros”.
Doble moral gerundense
“Cuando abrí tenía cola de la gente más guapa de Gerona. Era un ambiente y una música que sólo se podía disfrutar en Barcelona, Londres o Nueva York. Girona tiene una doble moral, con mucho miedo a lo que dirán, y éste era su refugio, el nombre Dual viene un poco de aquí”, explica Bartomeu desde el oasis de calma de la terraza, que ha ampliado recientemente, con un estanque con peces y pájaros exóticos. También corren por el local, pet friendly, un gato y una paloma que se ha convertido en improvisada mascota de adopción. El grueso de la clientela proviene de Girona, pero su propuesta lúdico-culinaria ha encontrado también mucha receptividad entre los nuevos residentes jóvenes de Vilablareix.
Energía e independencia
A partir de sus litigios con las compañías eléctricas, Bartomeu decidió ser autosuficiente y desconectarse de la red. “Soy de los que no deja pasar las cosas. Me hacían lecturas queridas y pagué facturas astronómicas. Hace cuatro años que tengo placas solares, baterías industriales y un generador de emergencia. Y me río cada vez que suben la luz. No pienso mantener compañías eléctricas que engordan payasos como Aznar”. Bartomeu se reconoce independentista "hasta la médula", por eso ahora admite que está muy jodido. "Saqué los coches fúnebres a las manifestaciones independentistas, quizás fue una premonición de cómo acabaría todo". Hace tiempo que busca a un cocinero, pero o no encuentra o le duran cuatro días porque “no están acostumbrados a trabajar o quieren comprar sofritos preparados en lugar de hacerlos como se han hecho toda la vida”. No se le puede discutir que es un currante. Cada día hace un menú en el que hay una sabrosa muestra de la variedad culinaria aprendida de su madre: guisos, estofado de ternera, sopa de pescado, canelones, ensalada griega, pollos al cava y una extensa carta de frituras y brasa. “Tengo las piernas reventadas, pero prefiero hacérmelo todo yo”.
Todos los papeles del auca
A partir de las 11 de la noche, el restaurante cambia la música y la iluminación, la bola de espejismos comienza a girar y se transforma en un bar musical. Bartomeu, que hace bien todos los papeles del auca, pasa de cocinero-camarero a barman-relaciones públicas. Esta especialidad, de hecho, es el grado que estudió en la Universidad de Gerona.
Es un pionero de las fiestas de Halloween, cuando todavía nadie las celebraba. Decoraba el local con calabazas que despejaba él mismo y todo el espacio se iluminaba sólo con velas. “Entonces me reprochaban que no hiciera la castañada y los panellets, pero eso era mucho más divertido. Ahora que lo hace todo el mundo, ya no me interesa”. A partir de los litigios con las administraciones (le acusaban sobre todo de ruido excesivo, pero su local está insonorizado) decidió convertirse en concejal municipal. No habla bien de los políticos y dice verdades incómodas que, de ser reproducidas, podrían comportar una querella. Durante años, ha abierto portadas de los medios locales porque llegaba a la Zombiewalk de Girona con uno de sus coches funerarios, de donde le sacaban dentro de un baúl.
Fenómenos paranormales
No ha perdido la afición por el jolgorio y el disfraz, pero reconoce que si lograra traspasar el local, dedicaría su tiempo a las tres asociaciones que ha creado: la de vehículos clásicos, una asociación fotográfica (le gusta el mundo de los archivos fotográficos ) y una protectora de animales. Antes de marcharme advierte que no hemos hablado de otra peculiaridad del local: hay psicofonías, sombras siniestras, la caricia de una mano invisible o gente sentada en la barra que no todo el mundo puede ver. Le digo si no teme que esto le reste clientes. Al contrario. Hace unos días se presentó un grupo que había oído hablar del “bar de las sombras” en unas rutas sobre la Girona misteriosa.