La crónica

El Cadaqués de rocas negras y luz crepuscular del pintor Koyama

El artista japonés vive en el pueblo ampurdanés desde el año 1970

Koyama y su hija Yasuko, en el taller del pintor en Cadaqués.
12/12/2025
4 min

CadaquésLa tramontana, extremadamente fría este lunes de mediados de noviembre, se cuela con furia por las estrechas y empinadas calles de Cadaqués, hoy desiertas, con las puertas y ventanas de las casas cerradas y con las persianas de bares y restaurantes bajadas, todas con un cartel donde se anuncia un largo período de vacaciones. Quietud, tranquilidad y, como único ruido, los embates de la tramontana. Éste es el Cadaqués que ama al pintor japonés Shigeyoshi Koyama, el Cadaqués que tanto añora durante el verano, cuando el desenfreno y el ruido se adueñan del pueblo día y noche, y le obligan a exiliarse en el tranquilo pueblecito de Vilanova de la Muga hasta septiembre, cuando los veraneantes se marchan y Cadaqués.

El Cadaqués de estos días fríos es también el Cadaqués que a Koyama le recuerda aquella imagen que tanto le impactó cuando, en invierno de 1970, llegó por primera vez. Como un amor a primera vista, este pueblecito de fachadas encaladas que se reflejan en la bahía y envuelto por la singular orografía del cabo de Creus generó un magnetismo extraordinario en el pintor. "En ese mismo momento decidí que me quedaría a vivir allí el resto de mi vida", recuerda. Y así fue.

A Cadaqués llegó de forma accidental. Nacido en la ciudad japonesa de Sakai, a los 30 años decidió alejarse de los círculos artísticos de su país, donde no encontraba su sitio, e instaló en París durante 6 meses, hasta que un día decidió tomar un tren nocturno que le dejó en la estación de Cervera. Era agosto de 1970 y encontró alojamiento en una pequeña y modesta pensión de Vilajuïga. "En octubre todo quedó desierto y me lancé a la aventura: haciendo autostop, subí al primer coche que se detuvo y, por suerte mía, me llevó hasta Cadaqués", recuerda.

Koyama utiliza principalmente el negro y los tonos grises en sus pinturas.

Koyama nos recibe en su estudio, en la planta superior de su casa, situada en la parte elevada del pueblo, con vistas a este mar que tanto ha pintado con su estilo particular. Nos acompaña a su hija Yasuko. Nacida en Cadaqués hace 48 años y casada con un vecino del pueblo, Yasuko trabaja como traductora de literatura japonesa al catalán. Uno de sus primeros trabajos fue la traducción de la exitosa serie de dibujos Shin Chan para TV3 y actualmente colabora con Ferran Adrià y Albert Raurich en la elaboración de la Bullipèdia dedicada a la cocina japonesa. "Todo esto me gusta porque aprendo mucho sobre Japón", dice Yasuko.

Rocas negras a la luz del crepúsculo

En el estudio del pintor las paredes están llenas de cuadros, algunos recientes, y en la paleta hay restos de aceite de un único color: el negro. "Este año todo lo que pinto es negro y blanco, y también gris, como en la pintura japonesa creada a base de tinta china, aunque aquí utilizo el óleo", dice Koyama. "Sé que el negro cuesta más vender, que la gente quiere color, pero los ojos tienen corazón, y mis ojos captan las cosas así", explica. El negro y los grises tienen un lugar preponderante en toda la obra de Koyama: son los colores con los que pinta las rocas del paisaje cadaquesense, imponentes, redondeadas, predominantes en un cielo y un mar a menudo amarillentos o rojizos, porque al artista le gusta pintar "a la luz del crepúsculo, cuando el sol ha caído y no ha caído detrás". "Es cuando más me gusta Cadaqués", confiesa.

Uno de los cuadros sobre Cadaqués expuestos en el estudio del pintor.

A sus 85 años sigue pintando y sale poco de casa. "Solo salgo para andar porque es imprescindible para mi salud", dice. Su paseo suele durar una hora y media ya menudo realiza el trayecto hasta Portlligat. Evita, sobre todo en verano, entrar en medio del pueblo, y esto le ha ido apartando de la vida social, aunque mantiene una gran amistad con vecinos y personas afincadas en el pueblo, como Patrick Domken y su esposa, Lali Garriga, responsables de una galería de arte donde han comprado obras de Koyama numerosos de los nuevos residentes que han adquirido casa en el municipio. O con Pere Vehí, propietario del emblemático Bar Boia, hoy clausurado por imperativo de la ley de costas, y gestor cultural que ha promovido numerosas exposiciones y publicaciones relacionadas con el arte. O con los pescadores que le enseñaron a pescar sargos con caña, una de sus grandes aficiones, que ahora ya no puede practicar. "He perdido la fuerza y ​​corro el riesgo de caer, ya que el sardo se pesca cuando sopla el levante y hay oleaje", dice.

Añor del pueblo tranquilo de los años 70

Aunque no piensa volver a su Japón natal, Koyama admite que cada vez le cuesta más vivir en Cadaqués: "Ya no es el pueblo tranquilo que encontré cuando llegué, ahora impera la especulación. Los franceses compran casas por invertir y los precios se han disparado". De su país añora el silencio y la disciplina. "Yo crecí sin saber qué eran las vacaciones y aquí veo que son desenfreno y borracheras. Y en los restaurantes el griterío imposibilita la conversación", lamenta.

La actual vida pausada de Koyama contrasta con los primeros años de vivir en Cadaqués, cuando mantuvo relación con muchos de los artistas que vivían en el pueblo o lo frecuentaban, como Salvador Dalí. Recuerda que el pintor ampurdanés se interesó por la obra que expuso en el local Barroco de Cadaqués, hecha con tinta china y papel de embalar. "En francés, me dijo que el Empordà me había adoptado. Yo entonces aún no sabía nada del Empordà, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que Dalí no se había equivocado: aquí es mi casa".

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