El escritor irlandés publica 'Apeirógono', una novela sobre la amistad entre un israelí y un palestino después de que asesinen a sus hijas

Colum McCann: "Que te maten a un hijo es lo peor que te puede pasar en la vida"

Barcelona"No se acabará hasta que hablemos": esta es la pegatina que Rami Elhanan lleva en su moto. Rami ha perdido a una hija, Abir, víctima de un atentado terrorista a los 13 años, y va a encontrarse con un amigo, Bassam Aramin. A él también le han matado a una hija, Smadar: un soldado del ejército israelí le disparó en la cabeza cuando tenía solo 10 años.

Basada en hechos reales, Apeirógono (L'Altra/Seix Barral, 2021), la nueva novela del irlandés Colum McCann, ofrece una mirada compleja, lírica y emocionante del conflicto, todavía abierto, entre Israel y Palestina. Igual que Rami y Bassam, el autor reclama la necesidad urgente del diálogo, la paz y el entendimiento entre los dos pueblos. Y cree que el futuro es esperanzador.

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El punto de partida de esta novela son unos hechos terribles.

— Durante un viaje con artistas y activistas en Israel y Cisjordania en 2015 me encontré en una oficina de Beit Jala con dos hombres que me explicaron sus historias. Eran Rami y Bassam. Ambos habían pasado por el trauma de perder a una hija asesinada. Uno era israelí. El otro palestino. Todo lo que me dijeron me rompió el corazón. Salí de la oficina convencido de que escribiría algo.

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Apeirógono es un título que nos remite a un concepto matemático, pero la novela apela a las emociones del lector.

— Un apeirógono es una forma con un número infinito de caras. Tuve claro que esta palabra representaba muy bien la complejidad de un conflicto como el de Israel y Palestina, pero también la interdependencia de todas las partes. Todos formamos parte de este polígono.

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¿Cree que las historias de Rami y Bassam lo impactaron especialmente porque usted también es padre?

— La respuesta inmediata sería decir que sí. Ayer mismo me llamó mi hijo desde Estados Unidos, en donde vivimos desde hace tres décadas: tiene 21 años, está haciendo un viaje con autocaravana y un tipo lo acababa de amenazar en Tennessee. Me llamó muy nervioso. Yo también me puse nervioso, pero estaba en Barcelona y no podía hacer nada... A la vez intentaba pensar en que todo iría bien. Me gustaría pensar que si no fuera padre habría podido escribir un libro como Apeirógono. No es una novela sobre la paternidad, sino una novela de amor. Y todo el mundo puede escribir una novela de amor, ¿no?

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¿Estaba muy familiarizado con la situación de Israel y Cisjordania?

— No sabía gran cosa. Tampoco de ornitología, pero los pájaros tienen una importancia capital en la novela, porque quinientos millones de ejemplares de múltiples especies pasan por encima de Beit Jala cada año, durante las migraciones. Soy partidario de escribir sobre lo que no conocemos. Te obliga a dar un salto importante en tu conciencia. Si escribes sobre lo que no conoces, puedes llegar a una parte nueva de tí mismo. Me encanta el reto de la dificultad. Cuando pienso en que no puedo hacer algo, me lanzo de cabeza.

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Pero Apeirógono es una novela, no un documental sobre las vidas de Rami y Bassam ni de sus familias.

— Exacto. Rami y Bassam son personajes, y esto mismo les dije cuando me puse a trabajar en la novela. Quería llegar al fondo de sus historias, y para conseguirlo tenía que poder escribir con libertad. Puede parecer una locura, pero desde el primer momento sentí que ellos dos y sus hijas estaban cerca mío, que los tenía, de alguna manera, subidos al hombro, cuchicheándome cómo tenía que continuar. Incluso los detalles inventados tienen una base de realidad. Cuando mataron a Smadar escuchaba música en un walkman. El científico forense que examinó el aparato constató que la niña escuchaba un álbum de Sinéad O'Connor, I do not want what I haven't got. El detalle que añado es que murió escuchando Nothing compares to you.

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El libro tiene, en el centro, el relato de las muertes de las niñas y de cómo cambió la vida de sus familias, pero se dispara hacia muchas direcciones.

— Una novela tiene que dar una imagen más compleja de la realidad que la misma realidad. Al principio no sabía qué forma tendría Apeirógono, pero trabajé a partir de fragmentos –acabaron siendo 1001– y me iban llevando hacia conexiones insospechadas. La visita a Beit Jala me hizo descubrir el centro de anillamiento de pájaros, y cuando los observaba recordé la anécdota de la última comida de François Mitterrand, que tuvo como colofón un pajarito de cuello amarillo. Era Samuel Beckett quien decía, en los años 70, que cada novela intenta encontrar una forma de encajar la confusión del mundo. Esto es lo que todavía intento hacer.

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Quiere ser respetuoso con las historias y a la vez no se ciñe a los hechos.

— Que te maten a un hijo es lo peor que te puede pasar en la vida. Es un pensamiento compartido por muchas personas. Yo lo tengo. Rami y Bassam también. Pero ellos comparten, además, una valentía y una fuerza que me parecen admirables. Días después del asesinato de Abir, Bassam se quiso implicar en la lucha por la paz: explicando una y otra vez la historia de la hija conseguiría que su recuerdo se mantuviera por siempre jamás.

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La novela también vuelve una y otra vez a aquel momento fatídico que acabó con la vida de las niñas.

— Nunca explicarás la misma historia del mismo modo, aunque lo intentes. En el caso de escribir sobre las experiencias de Rami y Bassam, quería ser honesto y conseguir emocionar al lector sin caer en sentimentalismos. La misma noción de verdad se pone en cuestión a través de detalles reales de los relatos de ambos. Rami, por ejemplo, siempre habla de "mi hija de 14 años", y murió cuando le quedaban pocos días para hacerlos, es decir, cuando todavía tenía 13. Bassam, cuando recuerda su estancia en prisión, dice que vio un documental sobre el Holocausto que lo impresionó. En Francia lo entrevistaron una vez y escribieron en el artículo que en vez de un documental había visto una película. Y más tarde, en un diario de Bélgica leí que la película que había visto Bassam era La lista de Schindler. ¡Pero esto no había pasado!

¿Quiere ser Apeirógono una mirada equilibrada a las dos naciones? Abir muere debido a un atentado terrorista, pero a Smadar la mata un militar del ejército de Israel.

— Intento hacer ver que ofrezco una mirada equilibrada, pero no es así. Rami está en contra de los asentamientos israelíes en los territorios palestinos. Hay israelíes como él, esta es la realidad que también intenta mostrar la novela. Para hablar de los dos bandos habría tenido que contraponer la experiencia de un colonizador judío con una víctima palestina. Aun así, la amistad de Rami y Bassam después de todo lo que han pasado es un acto sorpresivo y de una valentía enorme.

¿El entendimiento entre israelíes y palestinos es posible?

— Si personas como Rami o Bassam no han perdido la esperanza, yo tampoco. No hay nada imposible: en Irlanda hace veintitrés años que tenemos paz, y antes de que se firmara el Acuerdo de Viernes Santo eran pocos los que lo veían factible. Si hubiera mil chicas como Greta Thunberg hablando de Israel, el proceso de entendimiento se aceleraría. En todo caso, la paz no se puede imponer desde los gobiernos, sino que tiene que venir desde bajo.