Negociar con verificación internacional
Una de las novedades de esta legislatura es que las dos tablas de negociación entre el PSOE, por un lado, y ERC y Junts, por otro, contarán con verificación internacional, es decir, con una tercera parte neutral que ayudará a crear el clima de confianza necesario para que se llegue a acuerdos. La entidad que hará de paraguas de esta mediación es la suiza Henry Dunant, con sede en Ginebra, y que ya desempeñó esta función entre el gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero y ETA para verificar el desarme de la organización terrorista. Y este sábado está previsto que haya la primera reunión entre Junts y el PSOE en Suiza.
La verificación internacional fue la última cesión del PSOE a ERC y Junts para el acuerdo de investidura, y no se desatascó hasta la fase final de las negociaciones. Es decir, para los socialistas fue más fácil aceptar la amnistía que esa mediación. Esto es así porque se trata de una importante victoria de los independentistas en términos de relato. Si la amnistía debe leerse como la aceptación por parte del PSOE de que el Estado actuó mal cuando desató una ola represiva en el 2017, la mediación internacional supone, de alguna manera, que la negociación para resolver el conflicto político debe establecerse de igual a igual y en territorio neutral, algo que la derecha considera una "humillación" para España.
Ahora bien, sería ingenuo pensar que la aceptación de esta mediación significa que el PSOE está más dispuesto que antes de las elecciones a facilitar la celebración de un referendo de autodeterminación para Catalunya. Si miramos el balance de los últimos cuatro años, se ve claramente que para el gobierno de Sánchez ha sido más fácil realizar concesiones en el ámbito judicial (indultos, derogación de la sedición, etc.) que ceder poder real a Cataluña. Y los bastones en las ruedas en la transferencia de Cercanías lo certifica.
Sin embargo, una vez se ha conseguido arrastrar al PSOE hacia estas tablas de negociación, es responsabilidad de los partidos independentistas aprovecharlo al máximo para explorar fórmulas que permitan que los ciudadanos de Catalunya puedan votar sobre su relación con España y que el resultado sea respetado, no como ocurrió en el 2006 con el referéndum sobre el Estatut. Es aquí donde la participación de terceros que no estén contaminados por la historia de encontronazos entre Cataluña y España de las últimas décadas puede ofrecer alternativas transitables para unos y otros.
Lo que no tiene mucho sentido, sin embargo, es que ERC y Junts negocien por separado con el PSOE, porque esto queda bastante negociadora en la parte catalana y otorga a los socialistas una situación de superioridad, ya que solo ellos tienen toda la información de lo que quieren unos y otros. La división soberanista es la mejor carta que tiene el PSOE ahora mismo para superar esa prueba. Aquí no se trata de entrar en una competición sobre quién sabe negociar más, sino conseguir el mejor acuerdo para Catalunya. Esperamos que esta anomalía se corrija en el futuro, porque, de lo contrario, los que necesitarán una mediación serán ERC y Junts entre ellos.