Salud

¿Por qué no comer frena el envejecimiento

No es el ayuno sino desayuno el que hace que se regeneren los tejidos, pero esto puede tener también consecuencias peligrosas

Una alimentación equilibrada es esencial para llegar con buena salud a edades avanzadas, lo que no admite discusión. Por eso es sorprendente que el ayuno tenga efectos antienvejecimiento en animales de laboratorio. La razón no está clara. Ahora se ha encontrado una posible explicación: el truco no sería dar hambre a los tejidos, sino darles nutrientes después, porque eso activaría las células madre que los regeneran.

La restricción calórica es la estrategia para aumentar la longevidad más antigua que se conoce, desde los experimentos en ratas que el bioquímico americano Clive McCay publicó en 1935. Fue la primera prueba de que el envejecimiento no es inmutable , sino que se puede modificar. Desde entonces, se ha visto que la restricción calórica funciona en prácticamente todos los animales en los que se ha estudiado, incluso en algunos primates, evolutivamente muy cercanos a nosotros. Es lógico pensar, pues, que los humanos también debemos tener ese mecanismo protector impreso en nuestros genes.

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¿Qué sentido tiene que pasar hambre alargue la vida? Aventurar una respuesta no es fácil, porque sólo puede basarse en hipótesis difíciles de demostrar. Una de las teorías más aceptadas dice que es un fenómeno de defensa que apareció al principio de los tiempos (por eso se ve en muchas ramas del árbol de la vida) para que los organismos sobrevivan épocas de sequía y hambre. Cuando escasean los alimentos, el metabolismo entra en un estado de standby que permite esperar el regreso de las vacas gordas. Pero alargar la vida de este modo tiene un precio, porque también se detienen funciones del organismo que no son necesarias cuando lo que prima es la supervivencia, como la reproducción.

La consecuencia biológica de todo esto es que el ayuno tendría algunas propiedades regeneradoras que permitirían mantener los tejidos “jóvenes” durante más tiempo y, de este modo, ejercería sus efectos antienvejecimiento. Ahora bien, hasta hace poco no se sabía qué mecanismos podrían estar implicados en ese proceso. Se ha propuesto que el ayuno activaría la autofagia, un proceso durante el cual las células reciclan parte de su material para reconvertirlo en energía, y que se considera como una forma de “hacer limpieza” que podría rejuvenecerlas .

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Un trabajo dirigido por el doctor Ömer H. Yilmaz, del Massachusetts Institute of Technology, publicado recientemente en la revista Nature, pone sobre la mesa una alternativa inesperada. Los investigadores compararon ratones en ayunas durante 24 horas con otros que comían lo que querían y un tercer grupo que primero había hecho ayuno y después había vuelto a comer normal durante otras 24 horas. Vieron que sólo en el último grupo las células madre del intestino comenzaban a multiplicarse ya reparar el daño que podía haber en el tejido.

Pero los científicos encontraron una consecuencia negativa a esta regeneración: si alguna de las células madre activadas tenía una mutación “peligrosa”, se aceleraba su paso a célula maligna y aumentaba el riesgo de que los animales desarrollaran pólipos precancerosos en los intestinos. Así pues, los buenos efectos del ayuno podrían quedar anulados por el incremento de tumores, un tema que habrá que estudiar más.

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Entender las partes buenas y malas de este fenómeno podría ayudar a encontrar la forma de copiar los efectos del ayuno sin tener que pasar hambre, uno de los objetivos que se persiguen. Ya se han hallado fármacos que simulan los cambios bioquímicos de la restricción calórica, como la rapamicina o las sirtuinas, pero por varios motivos no se ha logrado aplicarlos en humanos. La rapamicina, por ejemplo, es un potente inmunosupresor, lo que contrarrestaría cualquier efecto positivo que pudiera tener sobre el envejecimiento.

El más prometedor de todos es la metformina, un fármaco que lleva décadas dándose a diabéticos pero que hace unos años se vio que también parecía actuar frenando el envejecimiento en animales. Aún no se sabe cómo funciona, pero los cambios metabólicos y genéticos que provoca son similares a los de la restricción calórica. Las pruebas clínicas en humanos no han dado resultados concluyentes, sobre todo porque son complicadas de llevar a cabo, pero hace unos días se publicó en la revista Cell un estudio, dirigido por el doctor Guang-Hui Liu, que demostraba en monos que la metformina frenaba el deterioro del cerebro a causa de la edad. Son los datos más sólidos obtenidos sobre las propiedades antienvejecimiento de este compuesto, confirmando su gran potencial clínico.

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Sea con la dieta o simulándolo con fármacos, parece que el ciclo ayuno-alimentación puede ser un truco para activar mecanismos ancestrales que regeneran los tejidos. Pero todavía es pronto para saber cómo deben aplicarse estos conocimientos al envejecimiento humano, y lanzarse a tratamientos no validados puede ser incluso peligroso, como sugieren los nuevos estudios. Pero es posible que en los próximos años acabamos de resolver todos los interrogantes y hallamos una manera efectiva de retrasar los efectos del paso del tiempo en nuestros tejidos a partir de la modulación del metabolismo.