Nuevos delitos, nueva inseguridad

La nueva inseguridad en el Estado, con Catalunya incluida, está hecha de narcotráfico, delitos de odio y ciberdelitos. En su memoria anual, la Fiscalía dibuja un panorama preocupante. Con estos tres ejes delictivos, la sensación que da es que la evolución de la delincuencia es muy rápida y que las fuerzas de seguridad van muy por detrás a la hora de combatirlos. Están proliferando de forma escandalosa las narcollanchas, muy presentes en el estrecho de Gibraltar y cada vez más también en Catalunya, donde la marihuana está experimentando un "aumento incansable", según el ministerio fiscal. Y lo mismo puede decirse de los delitos de odio, que sobre todo son de racismo y xenofobia, seguidos de las vejaciones por la orientación sexual y la identidad de género. Tanto el narcotráfico como los delitos de odio están penetrando cada vez más en nuestra realidad social y económica. Las mafias las tenemos cada vez más cerca y los nuevos populismos de raíz fascista también se están infiltrando cada vez con mayor facilidad en las mentalidades.

Igual de graves y en crecimiento, pero mucho más novedosos y desconocidos, son los delitos digitales, que también se están disparando de forma alarmante. Lo están haciendo tanto los que afectan a menores de edad como los que actúan sobre la seguridad de los adultos. Ante esta novedad, los ciudadanos no estamos preparados. Es una realidad tecnológica disruptiva que nos sobrepasa. Falta mucha educación e información. En el caso de los niños y adolescentes, son campo abonado para los ciberabusos, la sextorsión, elgrooming, la usurpación de la identidad, elsextingo la pornovenganza. Para protegerlos, ¿puede frenarse su acceso a las redes sociales? Es un debate abierto e irresuelto.

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En cuanto a los mayores de edad, el omnipresente universo digital, que forma ya parte de nuestra vida cotidiana íntima y laboral, también comporta coacciones, amenazas, estafas informáticas y ataques a la intimidad o la libertad sexual. La deepfake está esparciendo con gran eficacia la manipulación de imágenes y vídeos gracias a la inteligencia artificial por suplantar la identidad de otras personas (en este caso, tanto adultos como menores). Además, tenemos elransomware –secuestro de datos con fines de extorsión– o elcriptojacking –transacción ilegal de criptomonedas utilizando dispositivos de terceros–. Sin duda, la capacidad delictiva digital tiene una fuerte capacidad de innovación y crecimiento: detrás también existen grupos organizados, a menudo amparados en la globalización. Ni los cuerpos policiales ni sobre todo la ciudadanía parece que seamos suficientemente conscientes de ello ni que tengamos herramientas adecuadas para defendernos. La sensación es de indefensión.

La Fiscalía lo tiene claro: ante el narcotráfico, resulta palmaria "la impotencia del Estado frente a unas redes criminales que deben ser inmediatamente desarticuladas". En cuanto a los delitos de odio, advierte que se han triplicado en un año, de 166 a 501, y que requieren "una respuesta común y coordinada para frenar su escalada". Y sobre los delitos digitales, sentencia: suponen "una de las primeras amenazas para la seguridad individual y colectiva". No se trata de caer en el pánico, pero sí de tomarse mucho más en serio esta triple amenaza creciente: narcotráfico, odio y crímenes digitales.