Homenots y Donasses

Palau, el campeón oculto de los ventiladores del Ripollès

El empresario creó la mayor compañía de la comarca

En esta economía tan internacionalizada del siglo XXI hay un buen puñado de países que juegan con fuerza para tener ese tipo de empresas conocidas como "campeones nacionales", que son grandes multinacionales que dominan el mercado local en condiciones casi propias de un oligopolio . España es un caso paradigmático con compañías como Telefónica, Repsol y Gas Natural. Pero hay otra forma de enfocar la economía y se basa en los hidden champions o campeones ocultos. A diferencia de España, Cataluña es un territorio propicio para este segundo modelo, gracias a la presencia de un buen puñado de “multinacionales de bolsillo”. Y si tenemos que hablar de esta última categoría, en modo alguno podemos pasar por alto la empresa ripollesa S&P (Soler & Palau), fundada hace ya más de setenta años por Josep Palau y su socio Eduard Soler.

Con los estudios de peritaje industrial bajo el brazo y una valiosa experiencia laboral en la legendaria AEG alemana (la compañía fundada por Emil Rathenau a partir de las licencias de Edison), Palau se lanzó al mundo del emprendimiento. Esto era en 1951 y lo hizo con su amigo, y entonces también socio, Eduard Soler. El objetivo era la manufactura de aparatos electromecánicos, especialmente los vinculados a la ventilación. Para Palau, lo de la metalurgia no era nuevo, porque su familia acreditaba una larga tradición gracias a la histórica fragua de hierro Palau, creada en una época tan temprana como el siglo XVII.

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Como la mayoría de emprendedores, el tándem Palau i Soler contó como principales financiadores de la aventura a los amigos y la familia, lo que hoy, en el mundo de las start-ups, se define como las tres F, porque en family and friends (amigos y familia) se une alguno fool (loco). También dispusieron de un terreno para poner en marcha operaciones y contaron con la aportación de una patente de ventilador de Soler. Desde el principio, la gestión del día a día corrió a cargo de Palau, porque Soler tenía un buen trabajo en otra compañía. Con los años, los roles de cada uno de ellos quedaron bien establecidos: mientras que Eduard Soler, que era un buen técnico, se encargaría de la parte de desarrollo, Josep Palau haría una tarea más gerencial y de comercialización.

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La empresa no paró de crecer durante las décadas siguientes, hasta convertirse en un factor clave, en lo que se refiere a la ocupación, de la villa de Ripoll y de toda la comarca que lo rodea. Ya en 1963 fueron galardonados bajo el título de “empresa ejemplar” otorgado por el dictador Francisco Franco y poco después alcanzaban la cifra de 300 trabajadores. Como muestra de su política de carácter social, en esta época también iniciaron la construcción de viviendas para sus trabajadores en el vecino municipio de Campdevànol. A partir del año 2000, con la muerte de Eduard Soler, la dirección de la compañía quedó totalmente en manos de Palau, que ocupó la presidencia ejecutiva hasta el 2005. Curioso es que toda la herencia de Soler -valorada en ese momento en 40.000 millones de pesetas o 240 millones de euros- fue a parar al Patronato de la Escuela del Trabajo del Ripollès.

Cuando a Palau le llegó la hora de plegar para dejar paso a la siguiente generación, se retiró de manera discreta y eficiente, sin poner bastones en las ruedas, algo que sus herederos agradecieron profundamente. En el momento de su muerte, en 2012, el grupo operaba en 32 países, disponía de 17 plantas productivas y empleaba a 3.500 trabajadores. Una década más tarde, el crecimiento no se ha detenido y la facturación se acerca a los 800 millones de euros. Las distinciones que Josep Palau recibió en vida fueron múltiples, empezando por la Creu de Sant Jordi, en 2003, y la Medalla al Mérito del Trabajo. Actualmente también está la Fundación Josep Palau Francàs, que tiene por objetivo apoyar a las personas mayores e invertir en proyectos de carácter social.