¿Por qué no puedo ser madre yo sola?

¿Por qué no se puede ser madre sola? ¿Por qué no? Es la pregunta básica que se plantean algunas mujeres que consideran que el deseo de serlo no lo para nadie

5 min
Rosa Roura decidió afrontar la maternidad en solitario

“¿Por qué no puedo ser madre yo sola?” “¿Por qué no?” Es la pregunta que se plantearon Rosa Roura y Montse Raya, las dos madres a las que hemos entrevistado y que, a pesar de que no se conocen, coinciden casi de pe a pa en su situación vital. Las dos se acercaban a los cuarenta años cuando, después de una relación de pareja truncada, decidieron que querían ser madres. “Mi idea inicial era serlo con pareja”, dicen una y otra, pero cuando entendieron que no podía ser actuaron para tener una criatura. “Tampoco quería iniciar una nueva relación, porque no me quería esperar más años”, recuerda Montse. Hoy las dos tienen una criatura, reconocen que no fue fácil y sostienen que hicieron lo que querían; nada las paró.

Montse dice que el proceso para conseguir el embarazo tampoco fue fácil. “A la edad que tenía ya me dijeron que tenía que ser directamente in vitro y que mejor que ya no intentáramos la inseminación”. Lo aceptó. No se quedó embarazada a la primera, ni a la segunda, pero sí a la tercera. “Al tercer intento la doctora me comentó que, si no salía bien, entonces tendríamos que considerar el desgaste psicológico, aparte del económico, que me comportaba. Pero yo estaba tan convencida de que iría bien que le respondí que saldría bien”. Y así fue. Se quedó embarazada.

Montse Raya con su hijo Jordi

Hoy Jordi Raya tiene 11 años y hace tiempo que conoce su historia vital. “Mi ex pareja se ofreció como donante de semen y lo quiso reconocer como hijo, así que las explicaciones han ido sobre si su padre y yo habíamos vivido alguna vez juntos y sobre cómo hacen posible los embarazos los médicos”, explica Montse.

Alguien puede pensar que querer ser madre sola puede ser un poco egoísta. “Podríamos decir que lo es, sí, pero también añadiría otras palabras como alegría, esfuerzo, compartir, aprendizaje”, dice. “He aprendido muchas cosas de Jordi y me he dado cuenta de cómo he ido cambiado a lo largo de los años de convivencia, porque he pasado de ser una madre muy protectora a una madre que ha aceptado la autonomía del hijo. Quizás por el hecho de ser madre yo sola, el proceso de autonomía se ha acelerado”. Quizás. “Y él también se ha hecho más responsable, porque sabe que somos él y yo en casa”.

ALEGRÍA Y RESPONSABILIDAD

En el otro plato de la balanza está la conciliación con el trabajo y el tiempo personal, escaso teóricamente en un hogar monoparental, porque la teoría podría llevar a pensar que con dos adultos las tareas están más repartidas. “En el trabajo siempre he pedido horarios que se parecieran a los escolares para poder pasar las tardes juntos, por ejemplo, y lo he podido hacer”. Sobre el tiempo personal, la conversación se alarga. ¿Qué es el tiempo personal? A pesar de que Jordi tenga 11 años, la madre lo tiene claro: es dedicarse a ella, hacer retiros de yoga y meditación, que son sus vías para cargar pilas. Y lo hace. Y las carga. “Estoy contenta de la decisión que tomé y creo que lo hice porque me sublevé contra el modelo de mujer submisa. Tenía claro que no necesitaría nunca una pareja para hacer lo que yo quisiera”, dice.

En Sant Pol de Mar, Rosa Roura, mientras pasea con Nora (5 años), recuerda que ha llegado a tener un grupo de WhatsApp en el móvil de las cinco madres solteras del pueblo. “Sí, sí, Sant Pol es un pueblo muy pequeño y aquí todo es así, nos conocemos mucho y sabemos que en toda la población yo fui la tercera madre soltera”, explica. La situación que la llevó a decidir hacer realidad el deseo de ser madre fue la edad y haberlo dejado con una pareja. “La vida me llevó hasta aquí porque, antes de ser madre, también había priorizado el trabajo, de guía turística”. El caso es que Rosa planteó el tema en casa, a sus padres, y toda la familia la apoyó. “En un pueblo pequeño las tradiciones son mucho más marcadas y el concepto familia lo han visto siempre como hombre y mujer, y a pesar de eso aceptaron lo que les decía que quería hacer”, dice Rosa: “Decidí tirarme a la piscina porque estaba convencida de ello”.

Rosa Roura con su hija Nora

Y empieza por una clínica de fertilidad privada. “Quiero decir que, de entrada, cuando te presentas y dices que tienes la edad que tenía, la primera opción que te ofrecen es la in vitro”. Rosa se negó y optó por investigar más opciones, hasta que encontró una clínica que aceptaba hacerle una inseminación. Se lo hicieron y se quedó embarazada de Nora, que hoy tiene 5 años. “Siempre tuve el convencimiento de que podía hacerlo sola”, dice.

Con Nora cogida de la mano, la madre reconoce que educar sola no es fácil, si es que “educar” ha sido nunca fácil. “Los inicios fueron especialmente complicados y después también, porque las decisiones no las compartes con nadie”. Pero reconoce que haberlas podido compartir tampoco le aseguraba que fuera más fácil. “Sé que hay parejas que pueden tener ideologías diferentes y esto se puede reflejar en los estilos educativos, que pueden ser opuestos”. Así que decidir solo si la criatura tiene que seguir un camino u otro, mirado desde esta perspectiva, seguro que es mucho más fácil que dialogar con una pareja que quiere hacer lo contrario de lo que uno piensa. “No digo que no lo compartiría, porque yo pensaba siempre que sería madre con una pareja, pero después todo fue de otro modo”.

Y la manera en la que fue es la que le ha explicado a Nora. “Cuando tenía dos años ya empezó a hacerme preguntas, que yo siempre he respondido con la verdad como guía y con palabras que ella pueda entender”, dice Rosa, que se asesoró con expertos en el tema. “Nora sabe que todas las personas tienen un padre y una madre biológicos y nunca le he dicho que ella no tiene padre, porque sería negarle una figura que existe pero que no conocemos”. También le ha explicado que el embarazo fue un proceso médico que hizo en una clínica. “Desde que Nora empezó a preguntar tuve claro que tenía que decir la verdad y aclararle todas las dudas. E irlo explicando con más detalles a medida que se vaya haciendo mayor”. Además, cuando Rosa coge perspectiva y valora el camino que ha recorrido desde que decidió ser madre, piensa que si lo ha hecho es porque ella (como otras mujeres) podía afrontarlo económicamente: “Y por el empoderamiento femenino, por creer que podemos hacerlo realidad”.

A la hora de hacer una aproximación sobre qué es educar y cómo se educa bien, hay que hacer referencia al concepto tribu. “Todas las madres y los padres, con pareja o sin ella, para educar bien necesitan pertenecer a un grupo para encontrar apoyo”, dice el psicólogo especializado en primera infancia Vicenç Arnaiz. “Educar exige tener buenos modelos -explica- y por eso hay que tener otras experiencias próximas y válidas que ayuden a elegir en cada situación”. Y es así: el grupo es necesario porque la educación de un niño es un proceso largo y complejo. “Pocos procesos humanos son tan complejos como la educación de un niño, por eso ni una ni dos personas pueden saber todo lo que se necesita saber para educar a un niño”, concluye Arnaiz.

stats