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"Quizás aquí recibamos las primeras voces desde Marte"

Viajamos en el centro de la NASA de Robledo de Chavela, junto a Madrid, unas instalaciones que fueron claves para el éxito de la misión Apolo en la Luna

Una de las antenas que hay en el centro de la Nasa de Madrid
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13/01/2025
8 min
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Robledo de Chavela (Madrid)Seis antenas gigantes exploran el cielo nocturno. Apuntan todas hacia un mismo punto, buscando una señal en el espacio profundo. Esta imagen, que parece extraida de la película Contact –en la que la científica interpretada por Jodie Foster buscaba señales de vida extraterrestre–, es una fotografía que hizo historia en abril de 2024 y que está captada en un centro de la NASA en las afueras de Madrid. Las seis antenas del centro unieron esfuerzos, no para buscar alienígenas, sino para encontrar el objeto construido por el ser humano que está más lejos de la Tierra: la Voyager 1. La sonda, que fue lanzada en 1977, ya ha salido del Sistema Solar y lleva doce años navegando por el espacio interestelar.

Cuando las seis antenas del Centro de Comunicaciones de la Red del Espacio Profundo NASA de Madrid (Madrid Deep Space Network Communication Center, MDSNCC, en inglés) volvieron a captar su señal, dejando aquella imagen para la posteridad, la Voyager 1 estaba a más de 24.000 millones de kilómetros de distancia de la Tierra. "Desde allí, su señal tarda dos días en llegar hasta aquí", explica el encargado de las antenas del centro de Madrid, David Muñoz. "La nave había sufrido una avería que puso contra las cuerdas a toda la comunidad científica por la importancia que tiene la misión: se había estropeado el módulo de memoria a bordo de la nave y dejó de comunicarse. [Cuando se recuperó la señal], llegaba información cifrada que no tenía ningún sentido, hasta que un ingeniero se dio cuenta de que simplemente estaba desordenada y se logró recolocar su programa en otra zona de la memoria de la nave que no estaba dañada", relata el ingeniero industrial durante una visita para periodistas al complejo espacial de la sierra madrileña. La proeza pudo hacerse en Madrid porque es donde está el centro de la NASA con más antenas operativas: seis, en lugar de las cuatro que tienen en los otros dos centros de la red del espacio profundo.

Las seis antenas del centro de la NASA de Madrid se desplegaron apuntando en la misma dirección para encontrar la señal perdida de la Voyager 1.

"Por primera vez en la historia, las seis antenas se pusieron en formación juntas y recuperaron la comunicación con la Voyager 1, fue fabuloso y la imagen es icónica", celebraba Sandra Connelly, del Directorio de Misiones Científicas de la NASA, en una conversación con el ARA durante la visita que ella y otros directivos de la NASA hicieron en Madrid por el 60 aniversario de el acuerdo de colaboración entre la agencia norteamericana y el gobierno español, que se remonta a 1964. En aquel primer momento, en pleno programa Apolo, se instalaron dos grandes antenas en Fresnedillas de la Oliva, un pequeño pueblo de la sierra oeste de Madrid, a unos 35 kilómetros de la ciudad. En los años 80 el complejo se trasladó otros cinco kilómetros al oeste, a la pequeña población de Robledo de Chavela, donde se encuentra ahora.

¿Por qué en Madrid? La NASA necesitaba tres ubicaciones equidistantes para cubrir todo el perímetro de la Tierra, de forma que siempre haya alguna de sus antenas enfocada hacia cualquier aparato enviado al espacio a pesar del movimiento de rotación de nuestro planeta. Los otros dos centros de la Red del Espacio Profundo están en Goldstone (California) y en Canberra (Australia), cada uno con cuatro antenas. Los tres centros realizan seguimiento de las 40 misiones que actualmente tiene la NASA en el espacio. Y por tanto, "en todas ellas, la participación de Madrid es clave", asegura Connelly. El seguimiento de todos estos aparatos se hace con un sistema llamado Follow the Sun [sigue el Sol], nos explica Muñoz, que quiere decir que el centro que está allí donde es de día asume el control de las antenas de los tres centros, y después le pasa el relevo al que está más al oeste, siguiendo el sol. Durante ocho horas, los ingenieros y técnicos de Madrid controlan remotamente sus antenas y también las de Goldstone y Canberra, y después ceden el control a Goldstone, que ocho horas después le pasará el relevo en Canberra. Durante la noche, se queda un pequeño equipo de guardia por si es necesario realizar alguna tarea de urgencia.

Con esta red de antenas se reciben, por ejemplo, los datos que envía el James Web, el mayor telescopio espacial del mundo, que está haciendo nuevos descubrimientos sorprendentes sobre el origen del Universo; o las que envía la nave Clipper Europa, que viaja hacia la luna de Júpiter llamada Europa para averiguar si su superficie helada podría ser habitable; o está en contacto con la sonda Parker, el aparato hecho por el ser humano que más se ha acercado al Sol. "Ahora volvemos a la Luna y la red del espacio profundo es clave para ésta la misión", apunta Connelly. De hecho, desde el pasado octubre y hasta el próximo julio, una de las seis antenas operativas de Madrid está detenida mientras se realizan trabajos para adaptarla a la nueva tecnología, "mucho más avanzada", que requieren las misiones Artemis de la NASA, que quieren llevar pronto la primera mujer a pisar la Luna.

"Un monumento histórico" en medio de la sierra madrileña

En el centro de Robledo de Chavela hay, de hecho, ocho antenas, pero dos están ya fuera de servicio, las más antiguas. Se intuye que ya no funcionan, porque ambas están apuntando al cenit, como dos gigantes en reposo, congelados en el tiempo en medio del paisaje de pinos y encinas de la sierra madrileña. Mientras paseamos por el complejo, Muñoz nos señala uno de estos dos monstruos redondos, que paradójicamente es el más pequeño de todos, ya que "sólo" mide 26 metros de diámetro, pero que "ahora es un monumento histórico", nos dice. Y es que esa es justamente la antena que captó las primeras palabras de un ser humano sobre la Luna.

"Houston, aquí la base Tranquilidad. El Águila ha aterrizado" (Houston, Tranquility Base here. The Eagle has landed). La frase que pronunció Neil Armstrong el 20 de julio de 1969 tras conseguir poner la cápsula Eagle sobre la Luna –no sin algunos problemas técnicos que hicieron sufrir a los ingenieros que lo seguían desde Madrid– fue captada por aquella antena que hoy mira hacia el cenit en el cielo madrileño. Desde allí se enviaron, a través de varios puntos de recepción del cableado submarino, hasta la sede de la NASA en Houston, a donde llegaron medio segundo después. Los ingenieros españoles –y entonces también algunos estadounidenses que trabajaban todavía en la base de Madrid– fueron los primeros en escuchar las históricas palabras de Armstrong, aunque fuera por medio segundo de diferencia.

La entrada del centro de la NASA en Madrid.
Una de las salas de exposición del centro de la NASA en Madrid.

Después de ese momento histórico, Armstrong y su compañero Buzz Aldrin tuvieron que esperar cinco horas y media antes de salir del Eagle, para dar tiempo a la rotación de la Tierra y que fueran las antenas de Goldstone, en California, las que enviaran el mensaje a Houston. La NASA quería que para el momento del paseo por la Luna en Estados Unidos ya fuera de día en todo el país, para poder retransmitirlo en directo. Así que las míticas palabras "un pequeño paso para el hombre, un salto de gigante para la humanidad" se captaron directamente con las antenas estadounidenses. Pero el centro de Madrid ya había pasado a la historia para siempre.

En este centro de la NASA perdido en la sierra madrileña llegaron a trabajar 400 personas en la época de los programas Apolo. Ahora son unas 95 personas, en su mayoría ingenieros y técnicos que operan y garantizan el funcionamiento de las antenas. Salvo la antena histórica que captó el mensaje de Armstrong, que mide 26 metros, todas las demás "tienen la medida estándar de 34 metros de diámetro, menos una que tiene 70 metros de diámetro", explica Muñoz. El ingeniero está especialmente orgulloso de esta gran antena: "Sólo hay tres antenas así de grandes en todo el mundo". "Es el doble de diámetro que una antena estándar, pero la ganancia se multiplica por cuatro, es decir, capta lo mismo que captarían cuatro antenas de 30 metros puestas en array", explica.

Esta gigantesca antena es hoy la joya de la corona del centro de Madrid, porque además es la única que utiliza tecnología hidráulica, que quiere decir que "la antena está como si flotara sobre una capa muy fina de aceite, inyectado a alta presión, que hace que gire sin vibración alguna", relata Muñoz. "Más que antenas son instrumentos de alta precisión, debemos apuntar con una precisión de milímetros de grado para que esté bien orientada y recibir el máximo de señal", apunta. Y en ningún otro sitio hay seis antenas de NASA juntas, sólo en Robledo de Chavela.

"En 10 años veremos un salto de gigante en la exploración espacial"

Los tres centros de la Red del Espacio Profundo (Deep Space Network) están dirigidos desde el Jet Propulsory Lab (JPL) en California, un centro de investigación científica que depende de la Universidad de California Caltech, con financiación federal, y que está contratado por la NASA para gestionar sus misiones no tripuladas en el espacio. "Somos la única agencia que hemos ido a todos los planetas", dice Leslei Livesay, subdirectora del JPL, quien también visitó Madrid por el 60 aniversario del acuerdo de cooperación con España. "Estamos aprendiendo muchísimo y muy rápido, lanzando nuevas misiones en todo momento. Creo que en los próximos 10 años veremos un salto de gigante en la exploración espacial", dice Livesay.

Nasa escogió esta zona poco poblada de la sierra de Madrid para instalar sus antenas.

Philip Baldwin, director de operaciones del programa de Comunicaciones y Navegación Espacial de la NASA, visita el centro de Robledo de Chavela al menos dos veces al año, para ver cómo van las cosas y para asegurar las buenas relaciones con el gobierno español. "La ciencia y el interés por el espacio unen a la gente y eso ayuda a mantener el apoyo por las misiones a pesar de los cambios en el gobierno, ya sea en España o en Estados Unidos", es la respuesta protocolaria de Baldwin cuando se le pregunta sobre la evolución de las relaciones con España a través de los años, desde los tiempos de la dictadura de Franco, cuando se firmaron los acuerdos, hasta la fecha. En la elección de Madrid como emplazamiento europeo de la NASA en los años 60 pesó el enemigo común del comunismo que había acercado ya Estados Unidos al régimen de Franco, además de la garantía de estabilidad social y política que daba la dictadura, tal y como apuntan dos de los ingenieros que trabajaron en el centro durante aquellos años y que relataron su experiencia en el podcast Medio segundo.

Tras varias renovaciones de aquel acuerdo inicial, este 60 aniversario se remachó con la firma de un nuevo acuerdo de cooperación científica por 15 años más. "La novedad es que después de estos 15 años, el acuerdo se renovará de forma automática", algo que no ocurría hasta ahora, explica Baldwin. El nuevo acuerdo incorpora dentro de esta cooperación la Agencia Espacial Española, creada apenas en abril de 2023, aunque la gestión del centro madrileño de la NASA está en manos del INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial ), que depende del ministerio de Defensa, y esto de momento no va a cambiar. "Quizá este centro sea también uno de los que recibirá las primeras voces del Artemis desde la Luna o quizás las primeras voces desde Marte, ya veremos", apunta Baldwin en conversación con este diario. En esta nueva edad de oro de la exploración espacial, las antenas de Madrid todavía tienen mucha historia por escribir.

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