Opinión

El retablo de la Virgen de la Escala

El retablo de la Virgen de la Escala
12/02/2025
2 min
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Es una lástima –no para nosotros solos, sino para el mundo entero– que no tengamos más gusto por nuestra pintura gótica. El románico se nos hace más asequible seguramente por la influencia que tuvo en la vanguardia del XX, la pintura catalana que, por proximidad temporal, valoramos más. ¡Pero qué placer que nos perdemos no celebrando en la misma medida pintores como Bernat Martorell o Lluís Borrassà!

Hace un par de semanas que puede visitarse en el monasterio de Sant Esteve, en Banyoles, el retablo de la Virgen de la Escala, de Joan Antigó. Debería haber colas para verlo. El monasterio ha sido cerrado desde que en 1980 Erik el Belga robó su arqueta gótica, hoy casi recuperada del todo y expuesta allí mismo, con una restauración impecable. El monasterio ha vuelto a abrirse coincidiendo con la publicación de un estudio de Pere Freixas y Roser Juanola sobre el retablo, estudio que se presentó el sábado en el Museo Darder, con la sala a rebosar y mucha gente de pie. Había razones de sobra.

La accesibilidad a este retablo de mediados del XV es un evento que debería llevarse a los periódicos. Vaya a verlo, es mucho mejor que ir al cine. Son doce escenas de la vida de la Virgen María, es decir, del puente que va de la persona a la divinidad (o de la divinidad a la persona), todas empapadas de humanismo, presente en los detalles y la delicadeza del lujo y la sofisticación: la arquitectura orgánica de los vegetales dorados, intensos como espi; los rojos omnipresentes y orgánicos (no unos rojos demoníacos, sino de las muchedumbres de ángeles, del buey y la mula, del escudo y las alas del san Miguel de la parte inferior, que por sí mismo ya vale por todo el retablo). Es como si el pintor fundiera a través del detalle lo abstracto y lo concreto, el espíritu y la materia. Detalles que van de los arcos góticos pintados hasta el tejado deshecho del establo de la Natividad, pasando por el bosque racionalista en el fondo de la escena de la Resurrección, que parece que ya anuncie Botticelli. Estamos en los tiempos de Ausiàs March, y Tirant va acercándose. El lujo de la precisión sale de un reconocimiento de la conciencia humana a través de los objetos, desde un escritorio hasta una jarra, de una espada a un taburete, un sombrero, un mármol o todos los libros esparcidos aquí y allá. La pintura, la escultura y la arquitectura hacen como un juego de espejos. Puesto el retablo dentro de un edificio gótico, forma parte de una muñeca rusa constructiva, la muñeca rusa de la conciencia de la espiritualidad, la belleza, el refinamiento, el lujo y la dulzura de haber nacido humanos.

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