La semana lamentable de la política española

Murcia ha desbaratado en una semana la política española. El intento de moción de censura al presidente popular de la comunidad por parte de Cs y PSOE ha acelerado la recomposición de fuerzas y equilibrios en el seno tanto de la derecha como de la izquierda. La más perjudicada ha sido Inés Arrimadas, que en pocos días ha visto cómo su estrategia de empezar a buscar la equidistancia entre PP y PSOE en Murcia ha acabado con un gran fiasco que, de hecho, pone en entredicho la viabilidad de Ciudadanos, un partido ahora mismo afectado por una imparable fuga de cargos. La tendencia menguante de los naranjas no es algo nuevo, simplemente se ha precipitado y deja la líder del partido contra las cuerdas. La triunfadora de la semana es la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que no ha dudado en aprovechar la ocasión para lanzarse de nuevo a la arena electoral con el objetivo indisimulado de recuperar todo el espacio de la derecha para el PP, dejando a Cs como traidores residuales y abrazando sin reparos la ultraderecha de Vox. Si el 4 de mayo triunfa, Ayuso estará en disposición de erigirse en el relevo natural de un Casado desdibujado, que ha querido pasar la página del rajoyismo sin terminar de abrazar ni el aznarismo ni la moderación. Con Ayuso no hay duda de que vuelve el PP más duro e ideológicamente desacomplejado: neoliberal y ultraespañolista. En todo caso, la triple derecha puede ser pronto ya un recuerdo.

El panorama en la izquierda tampoco es apacible. La semana murciana ha servido para desencadenar la primera gran crisis en el seno del gobierno de coalición PSOE-Podemos con el anuncio del líder podemita, Pablo Iglesias, de abandonar el Ejecutivo para presentarse de candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid para plantar cara a Díaz Ayuso. Iglesias consigue así desmarcarse de un PSOE que no le está poniendo nada fáciles las cosas en la Moncloa para marcar su perfil propio. Podemos no se quiere dejar absorber por la trituradora socialista y, de hecho, aspira a erigirse en Madrid en la opción útil del voto de izquierdas. Así pues, los socios de gobierno competirán el 4 de mayo en las urnas por el voto anti-Ayuso. Para Sánchez no ha sido, sin duda, una semana tan desastrosa como la de Arrimadas, pero deunidó. Prácticamente ya se ha quedado sin el comodín de Cs, empieza a temer que le crezcan los socios de gobierno y, además, ve como el PP, que estaba en horas bajas, con Ayuso de golpe tiene posibilidades de reforzarse y de movilizar y concentrar el voto de la derecha.

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Aún en plena crisis pandémica y económica, con los fondos europeos en juego, la política estatal se ha dedicado esta semana al espectáculo sempiterno del irresponsable rifirrafe partidista, con transfuguismos incluidos. El espectáculo de esta nueva sacudida resulta deprimente.