La sequía no ha terminado y tiene sentido acelerar las inversiones

Las lluvias de la primavera aligeraron un poco la situación de los pantanos de las cuencas internas. Las reservas habían tocado fondo con el mínimo histórico del 14,41% de principios de marzo, llegando en junio con poco más de un 37% abrió una ventana de esperanza a las restricciones drásticas que se esperaban. Pero la situación es todavía grave. A lo largo del verano, por el calor y el aumento del consumo, han vuelto a bajar las reservas y ahora estamos en un 30,8%, lo que supone una mejora respecto a la situación del año pasado –cuando a estas alturas sólo se alcanzaba el 23%– pero que no permite demasiadas alegrías.

De hecho, buena parte del territorio todavía está en situación de alerta, de prealerta o de excepcionalidad. La sequía no ha terminado ya corto plazo las esperanzas están puestas en las previsiones que anuncian un septiembre especialmente lluvioso. Sin embargo, esto es a corto plazo. Ese episodio de sequía que ya dura tres años quizá tenga un final, pero seguro que ni habrá otros, tanto o más graves, en los próximos años. Por eso tiene mucho sentido que una de las primeras medidas del nuevo Gobierno haya sido acelerar las inversiones en infraestructuras para evitar esta continuada dependencia del agua del cielo.

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En conjunto, lo anunciado ayer supone aumentar en mil millones de euros la inversión prevista por el anterior Gobierno, llegando así a los 2.300 M€, y acelerar la puesta en marcha de algunas actuaciones que ya estaban previstas en el anterior plan.

Lo más importante es el adelanto de las obras de la nueva desalinizadora para la Costa Brava norte, que en la planificación del anterior plan no estaba prevista hasta 2027. Esta nueva infraestructura de la cuenca de la Muga, en una ubicación aún por decidir y con una capacidad de 15 hm³, se sumará, pues, a la gran planta de El Prat, la mayor; en la de la Tordera, en Blanes, que está en proceso de ampliación para cuadruplicar su capacidad, y en la que ya se ha aprobado en la desembocadura del río Foix, entre Cunit y Cubelles. Y el otro gran eje de actuación es aumentar el porcentaje de agua residual regenerada, que de hecho ha sido un salvavidas este pasado año, y aprovechar también las aguas del Besòs. Dado que la planta potabilizadora de esta zona no estará lista hasta el 2033, de momento se tratará de transportar parte del agua del Besòs a la potabilizadora del Llobregat para sumar así más porcentaje de agua reciclada.

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Es significativo que se haya querido priorizar este tema. Son actuaciones importantes y posiblemente necesarias, pero vale la pena recordar que esto encarece todo el proceso, también por su alto consumo energético, y de momento no aportan demasiada novedad a lo que ya tenemos más allá de acelerar las inversiones. Es importante que si llueve no se relaje el calendario y, sobre todo, hay que tener claro que seguimos teniendo un problema de gestión del agua. No se ha trabajado lo suficiente en la solución de las fugas por el mal estado de las canalizaciones, y aquí los municipios tienen responsabilidad: hay todavía mucho desperdicio, facilitado por el actual modelo urbanístico y económico, y tenemos camino para correr para encontrar sistemas más eficientes y sostenibles en ámbitos como la agricultura, la industria y el turismo. El agua que no cae del cielo sale muy cara.