Qué sería de mi vida sin las amigas

Corre por Instagram un vídeo en el que la actriz Jane Fonda se pregunta qué sería de su vida sin las amigas porque ellas la hacen más fuerte, más inteligente y más valiente. Lo he visto mil veces y no me cansaría de verlo de lo que me identifico con él. Porque, cuanto mayor me hago, cuanto más vivo en la madurez, mayor importancia doy a la relación que tengo con mis amigas.

Pasan los años y sé que cada vez que me caigo, cada vez que me harto de llorar por lo que sea y me detengo porque odio la cara de buñuelo que me queda al día siguiente, sé que las tendré a ellas para mentirme y decirme que no, que estoy estupenda, y entonces voy otra vez y lo lloro todo, que sé que cuanto más rápido lo llore todo más rápido ocurre. Y, efectivamente, al día siguiente les digo que no me miren demasiado, que estoy horrible, y ellas me cuidan, me dicen que no exagere, que los zombis de The Walking Dead sí que tienen mala cara, y me proponen mil actividades porque me quieren y saben que la vida me lo cura todo. Y al día siguiente del día siguiente me levanto nueva y más fuerte y tengo la certeza de que sin ellas no sería así.

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Y no penséis que siempre estamos de acuerdo. Hay muchas veces que sí es así. Pero otras, para nada. Ah, cómo me revienta que no pensemos lo mismo en un tema importante, o cuando me dan el toque porque la he cagado o cuando descubro que ellas saben algo que yo no sé. Pero una vez me pasan tres segundos de mecagüentodo me detengo y asumo el reto, y me doy cuenta de que es una gran fortuna discrepar y descubrir, pensar y reflexionar, porque de este modo me obligan a ver la vida desde puntos de vista diferentes. Sí, con ellas aprendo y me hacen más inteligente, las puñeteras.

Además, ellas creen en mí más que yo misma y al verme reflejada en su mirada me atrevo a todo. Y ahora mismo me parece oír cómo me dicen "¡Manso, pero si eres la más valiente!". Y saber que piensan que lo soy hace que me tire a cualquier piscina sabiendo que tengo una buena red. Me gusta ese papel que he establecido con ellas de ser la exploradora, la que va un poco por adelante y les explica que el camino es mucho más que interesante. Pero mucho más, eh. Porque el momento en que voy sola hacia lo desconocido en realidad voy con ellas. Y pienso en todo lo que les voy a contar y en cómo van a flipar sobre esto y aquello. Y les puedo confesar con toda crudeza que en realidad estaba cagada de miedo al hacer ese gesto, al enviar ese mensaje, al entrar en ese lugar, al decir que sí a aquella propuesta, pero que lo hice. Y cuando vuelvo con todo lo que he vivido, siento que compartirlo con ellas hace que todo tenga más sentido.

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Siempre he pensado en tantos hombres que se pierden una parte importantísima de la vida cuando viven la amistad desde la superficialidad de no hablar nunca de lo que sienten. Porque este tipo de relación, cuando es en serio, cuando resiste a pesar de las dificultades, te hace crecer como persona de una manera profunda y absoluta y lo hace, sin duda, regalándonos carretillas de alegría, amor y poder. Amigas mías, os quiero.