Futbol

Sergi Darder: “Toqué fondo, todo me afectaba demasiado, y un psicólogo y un 'coach' me han ayudado a ser más fuerte”

Germán Aranda Millán
y Germán Aranda Millán

BarcelonaHace dos años y medio, el espanyolismo puso de moda el darderismo porque Sergi Darder (Artà, 22 de diciembre del 1993) afirmó que se tenía que intentar ganar la Liga a pesar de que era “un 99% imposible”. Después reconoció que se había pasado de ambicioso. Hace unas semanas, con el equipo en la Liga Smartbank (la Segunda División de toda la vida), aseguró que el darderismo “ahora es subir a Primera”. El Espanyol es líder y el centrocampista está en estado de gracia: gobierna, regatea y ha marcado seis goles (tres en los últimos cuatro partidos). Pero en esta conversación telefónica, con el manos libres del coche a la salida de un entrenamiento para preparar el partido casi definitivo contra el Almería, demuestra que el darderismo va mucho más allá del optimismo o de su juego descarado: es también la franqueza de hablar de salud mental desde el primer minuto de la entrevista y reconociendo fragilidades que pocos más reconocen.

Estás mejor que nunca. ¿Has hecho alguna preparación especial para estar tan acertado? 

— No, a ver, sabía que tenía un problema desde hace muchos años, mental. Me afectaba mucho todo y me dejaba llevar por la corriente cuando las cosas iban bien o mal. A la mínima que fallaba un pase me hundía. Perdía la confianza y era reticente a entender que esto era normal. Después del verano toqué fondo y me puse en manos de profesionales. Primero un psicólogo y después un coach deportivo, este último hasta ahora, y me han ayudado muchísimo. Y también un entrenador que me pone de mediocentro, donde rindo mejor. Mentalmente soy más fuerte y el estilo de juego es favorable.

Hablas con naturalidad de la ayuda de un psicólogo y no es muy habitual. ¿Se tiene que normalizar? 

— Claro que sí. Los futbolistas somos personas, también. Y cualquier persona que salga de una separación, por ejemplo, pues no rendirá igual en el trabajo. Un futbolista es igual: si la cosa no va bien, la montaña se hace más grande. Yo era reticente a reconocer el problema, pero después he visto que ir al psicólogo es bueno para mucha gente. No solo para aquellas personas que necesitan ingresar en un hospital, sino también para cualquiera que tenga un problema. 

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¿Cuándo llegó este momento de clic? 

— En verano, después del descenso, de no haber podido jugar en mi posición, de un año muy duro. Arrastraba el problema de toda la vida: que me afectaban mucho las cosas. Cuando se marchó Rubi, que me lo dio todo, no estaba abierto a nuevas ideas futbolísticas y nada me parecía bien. Vi que en verano no disfrutaba de mi tiempo como era normal. No tenía ganas de estar con los niños, me enfadaba con mi mujer a la mínima... Y ahí me dije: “Hasta aquí”. Pensé que tenía tiempo para volver a ser el jugador que era y pedí ayuda.

Marcharse podía ser otra opción para un jugador con tu cartel que tenía que jugar en Segunda. ¿Recibiste ofertas? 

— Sí, claro. Los representantes hacen su trabajo y la situación en el Espanyol no era fácil. Mi sueldo era complicado de mantener jugando en Segunda. Pero el Espanyol quería que me quedara y yo me quería quedar. Me llamaron de competiciones superiores y le dije al club que estaba abierto si me querían vender, pero hicieron el esfuerzo de mantenerme. Y además hay una parte muy importante de responsabilidad. Me habría costado mucho dejar el equipo en Segunda y desentenderme de ello. No podía ser egoísta porque me consideraba también responsable del descenso.

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En cuatro años has pasado de jugar la Champions con el Lyon a estar en Segunda. 

— La experiencia de aprender un idioma y una cultura para mí fue muy importante. Después la liga francesa es más física, con menos sentido táctico del juego. Pero encima del césped, el fútbol es el mismo en la Liga de Campeones o en Segunda Catalana, por mucho que el ambiente o las condiciones sean diferentes. Sales a competir. 

Jugáis contra el Almería, tercer clasificado, al que podéis dejar a 13 puntos. ¿Es un paso definitivo para volver a Primera? 

— Solo tenemos que ser conscientes de que es algo más que un partido más. Si lo enfocamos como un partido a vida o muerte nos equivocaremos. Si creemos que perdiendo no subiremos, entonces sí perderemos.

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¿Esta gestión de las emociones, de no magnificar las subidas ni las bajadas, es la cosa más importante que ha aportado Vicente Moreno? 

— La cosa más importante que hizo es centrar al equipo en la pretemporada. Con la dinámica tan mala de la que veníamos habría sido normal arrancar de una manera muy irregular. Pero nos hizo creer en que somos buenos jugadores y nos mantiene el estado de ánimo en los momentos buenos y en los malos. En términos tácticos, hemos tenido que trabajar mucho porque veníamos de jugar de manera muy diferente. Tenemos a gente rápida delante y si los once defendemos es normal que acabemos marcando más goles que el rival. Vicente nos ayuda a adaptarnos a cada partido.

Ahora que no hay público toda la presión está en las redes. ¿Estás muy pendiente de ellas? 

— Es una de las cosas que he cambiado. Antes, cuando se acababa un partido, miraba los comentarios, qué decía la gente y las crónicas de los diarios... Ahora mismo no miro nada. Sí tengo Instagram y Twitter y de vez en cuando ves lo que sale, pero intento desconectar de la crítica y del elogio. Es una de las primeras cosas que me dijo el coach: "Si veinte personas dicen que eres bueno y solo una dice que te vayas porque eres malo, darás más vueltas a esta última". Cuando eres un jugador técnico hay quien te critica por no ser tan físico. Se tiene que evitar mirar estas cosas que no te hacen ningún bien. Además, hay gente mala que se esconde detrás de Twitter. 

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Has perdido el acento mallorquín. 

— Porque si me oyeras hablar mallorquín quizás no me entenderías. Cuando hablo con la familia lo mantengo intacto. 

O sea que después de tantos años fuera, te sientes igual de conectado. 

— Sí, ahora es una pena que mis padres no puedan venir ni yo ir tan a menudo como antes de la pandemia. Pero tengo claro que cuando me retire me gustaría volver al pueblo. Ahí me crie con una pelota bajo el brazo y después, cuando llegué con 13 años a Barcelona, me costó muchísimo adaptarme.

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¿Jugabas de delantero, ahí? 

— Sí, delantero o mediapunta. Jugaba más avanzado, tenía más gol que ahora. 

Pero este año has marcado seis. ¿Todos con los ojos cerrados, como has reconocido en alguna ocasión? 

— No sé qué decirte, pero quizás sí.

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¿Y al Mallorca, ahora rival directo para el título, lo vas siguiendo? 

— Sí, lo he seguido siempre. Esta temporada mucho más, claro. Es cierto que cuando estábamos más igualados no deseaba que les fuera tan bien. Pero me encantaría que subiera el Mallorca, que quedáramos nosotros primeros y ellos segundos.

¿Echas mucho de menos la vida social de antes de la pandemia? 

— La verdad es que siempre he sido muy casero y familiar. No me ha cambiado tanto la vida. Claro que me gustaría poder salir a cenar de vez en cuando o que mis padres y mis hijos se pudieran ver más a menudo o tener al público en el campo.

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¿Fue muy duro el confinamiento? 

— Fue una situación horrible para mucha gente, pero a mí el hecho de parar me fue bien. Lo necesitaba en ese momento. 

¿Crees que los jugadores tienen que opinar sobre política, por ejemplo, condenando los discursos de la extrema derecha? 

— Yo, de política, no sé. No he votado nunca. Sé que hay cosas de varios partidos que pueden estar bien, que unos me pueden beneficiar más en términos económicos y que otros pueden ser más beneficiosos en términos sociales... Todos tienen sus cosas, pero intento no mojarme porque después te llueven varapalos.

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¿Y en casos como el de Diakhaby que sí afectan directamente al fútbol? 

— Está claro que estas cosas no pueden pasar y que se tiene que ir hasta el final. Y esto no significa culpar a Cala, sino investigarlo bien y analizar todos los audios, cosa que es más fácil ahora que los partidos son a puerta cerrada. Jugué con Diakhaby en Lyon y no te puedes hacer una idea de lo buena persona que es. Con 1,90, grande y fuerte, y después lo ves y es un trozo de pan. Dudo que haya fingido nada. Si se ha quejado, algo debe de haber pasado. Es una persona espectacular. Y evidentemente que estoy en contra del racismo.