La venganza de Franco contra el editor y el dibujante que le ridiculizaron
Vicent Miguel Carceller y Carlos Gómez Carrera fueron fusilados para caricaturizar al dictador en la revista valenciana 'La Traca'
ValenciaAnticlerical y hedonista. Popular e irreverente. "Una verdadera biblia laica", en palabras de la histórica militante comunista Alejandra Soler. No hace falta esforzarse mucho para imaginar cómo la revista satírica valenciana La Traca debió de correr de mano en mano entre los casinos y ateneos libertarios de todo el Estado durante los años treinta del siglo pasado. Sus caricaturas ridiculizaban la jerarquía eclesiástica y se burlaban de los líderes militares, incluido el general Francisco Franco, que era retratado como una persona afeminada. El compromiso político de la publicación se incrementó en la Guerra Civil, cuando se convirtió en un verdadero altavoz del bando republicano. Una vez ganada la guerra, el dictador no dudó en vengarse y dictó el fusilamiento de sus dos principales impulsores, el editor Vicent Miguel Carceller y el dibujante Carlos Gómez Carrera, más conocido como Bluff. Se terminaba así la historia de la cabecera más leída de la época, capaz de alcanzar tiradas de hasta medio millón de ejemplares.
Además del asesinato de los promotores del semanario, el fascismo español también condenó La Traca en el olvido e intentó hacer desaparecer los ejemplares de la revista. Casi lo logró, ya que se han conservado muy pocos. De esa proscripción la rescataron los historiadores Antonio Laguna, autor del libro El éxito trágico del editor de La Traca (El Nadir, 2015), y Francesc-Andreu Martínez Gallego. Ambos impulsaron en el 2016 la exposición La Traca. La transgresión como norma. El trabajo lo completaron coleccionistas como Rafael Solaz, quien publicó Almanaques de La Traca (1915-1918) (Alenar Llibres, 2015), ilustradores como Lamberto Ortiz Torrero, que gestó la obra Bluff, el dibujante que se enfrentó al fascismo (Olé Libros, 2018), o documentalistas como Ricardo Macián, director del largometraje Carceller, el hombre que murió dos veces(2021).
Casi un siglo después, y con la actual crisis de la prensa en papel, cuesta imaginar la fama que alcanzó La Traca. Así lo cree Martínez Gallego, que destaca como en el período que va de 1880 a 1936 las publicaciones satíricas se convirtieron en "la gran prensa popular del momento". En ese éxito habrían sido claves las restricciones a la libertad de expresión que imponían los continuos estados de excepción y el humor que permitía esquivar la censura. "Revistas como La campana de Gracia, La esquella de la Torratxa, El motín o El cencerro llegaban a realizar tiradas de 100.000 ejemplares, cuando diarios como La Vanguardia o La Época no superaban los 50.000. La Traca, en un número muy especial, arrojó 500.000 ejemplares entre los años 1932 y 1933, un hito que no se vuelve a alcanzar hasta la Transición con Interviú", enfatiza el profesor de la Universidad de Valencia (UV).
El momento más álgido del semanario se produjo cuando la cabecera abarcó el liderato de la prensa estatal. Este hito comportó un peaje: renunciar al catalán. La publicación sustituyó al valenciano, que había utilizado entre 1911 y 1931, por el castellano. En términos de ventas la decisión fue un éxito y la revista logró una gran acogida en ciudades como Madrid, Sevilla o Barcelona. a la fama de La Traca también contribuyó a que Valencia era un importante núcleo progresista y sede de la Unión Republicana y del diario El Pueblo, que encabezaba el famoso escritor Vicente Blasco Ibáñez.
Otra prueba de la notoriedad que alcanzó el semanario fue la popularidad de los protagonistas de sus tiras cómicas. Así lo destaca el docente de la UV, que recuerda cómo en su municipio de Alcudia había una mujer a la que todo el mundo se refería como Nasia –personaje de La Traca–y que a sí mismo su padre le llamaba Chorisples –el hijo de Nasia.
El único gran editor fusilado
La gran fama de la publicación incomodó mucho a quienes criticaba. También molestó su lucidez. En este sentido, Martínez Gallego elogia la capacidad de la cabecera para leer el contexto político, ya que en sus caricaturas denunciaron que los franquistas "eran la puerta del fascismo". "Lo hicieron cuando este análisis era residual. Además, incluyeron a Japón, adelantándose a lo que vendría después", enfatiza el profesor de la UV.
Lo que, según Martínez Gallego, Carceller no valoró adecuadamente fue el peligro de continuar en España una vez se vislumbraba la victoria del bando fascista. "Como tantos otros, pensaba que sólo tendría un pena de prisión. Franco dijo que no reprimiría a las personas sin delitos de sangre y le creyeron", lamenta, y destaca que su fusilamiento fue algo excepcional. "Asesinaron a muchos periodistas, pero él fue el único editor", concluye.
Tras la muerte vino el olvido de quien fue el mayor empresario cultural valenciano del momento, dado que también poseía un teatro y participó del impulso del primer cine de Valencia. Pero, contra la voluntad del franquismo, su recuerdo revivió con el regreso de la democracia, y uno de los primeros en homenajearlo fue el también editor Eliseu Climent, que rescató La Traca con la publicación de varios números especiales. Fue el inicio de un camino de recuperación de una figura trascendental en la historia valenciana que todavía sigue.