Un viaje al pasado a través de un teléfono
El pasado mes de febrero, el artista británico Joe Bloom colocó una curiosa instalación en la Torre de Londres que, cuatro meses después, se ha convertido en viral en las redes sociales, que es donde se puede disfrutar del resultado. Bloom y su asistente colocaron un teléfono fijo, analógico, de los de toda la vida y que ya han desaparecido, en medio del puente. El experimento todavía sigue. Invitan a los peatones a conversar con Bloom, que se espera a quinientos metros de distancia con una cámara. El artista realiza unas breves preguntas iniciales para estimular la retórica del interlocutor escogido al azar, que explica cualquier cosa de su vida. Algunos hablan de los problemas que tienen en el trabajo, otros explican su ilusión por un nuevo proyecto en la facultad, unos admiten las dificultades que tienen para adaptarse a la ciudad o exponen circunstancias familiares que les preocupan. Bloom no sólo graba el sonido. También los graba con una cámara desde la lejanía. Primero un plano más cerrado, que muestra al peatón en la barandilla del puente, mirando el paisaje con el auricular rojo en la oreja. Poco a poco va abriendo el plan, para recoger todo el entorno urbano que rodea al interlocutor, convirtiéndolo en un diminuto ser que se mezcla entre la gente y la inmensidad de Londres. Es como si pasáramos de la historia más concreta, más personal, más íntima, en el sistema global, en los engranajes más anónimos de la ciudad, en la indefinición colectiva. Una vez que Bloom acabó de consolidar el formato de la propuesta artística, colgó en Instagram cada una de las historias, en la cuenta @aview.fromabridge.
Bloom intenta intervenir lo menos posible, haciendo que su silencio estimule el deseo de hablar del otro. Hay historias emocionantes, como la de una madre que, mientras habla por teléfono, mece el cochecito del hijo. Explica las dificultades y miedos que te acompañan cuando tienes una criatura. Cuenta que su hijo nació el 7 de octubre y que, en las horas de espera para parir, iba viendo en televisión las imágenes de los ataques de Hamás a Israel y cómo, desde entonces, ha ido creciendo el conflicto y el horror. Bloom ha llevado su experimento a distintos puentes de Londres porque, a su juicio, son elementos de transición y tienen un efecto simbólico en el cerebro de las personas.
El artista ha explicado al Guardian que ha utilizado un auricular clásico de color rojo para homenajear el teléfono de casa a su madre. Las largas conversaciones que tenía la mujer sentada en el sofá sujetando ese objeto hicieron reflexionar a Bloom sobre cómo las nuevas comunicaciones han desvirtuado los vínculos que se establecían en estas largas charlas donde no hacías otra cosa sino centrarte en el diálogo. Hablar y escuchar sin más distracciones. Los whatsapps, los correos electrónicos y los mensajes de voz han fomentado intercambios más ágiles de información, pero nos han hecho perder la esencia de la conversación y toda la carga emocional implícita en estas largas charlas. Bloom también quiere reivindicar un contenido con mayor sustancia en las redes, que más allá del impacto tengan un valor social y hagan pensar a quien sienta curiosidad por su proyecto. Bloom tiene razón cuando dice que ver ahora, en películas antiguas, a personajes que conversan ligados a un cable de teléfono le despiertan la nostalgia. Y, seguramente, ese sentimiento quizá no tenga tanto que ver con el acto de conversar sino, sobre todo, con otra época en la que la gestión del tiempo parecía diferente a la actual. Hablar durante un largo rato era una necesidad anímica y ninguna pantalla te informaba de los minutos y según llevabas invertidos en la conversación, casi como si fuera un reproche.