Medio ambiente

El viaje récord de una mariposa: media vida para volar los 4.000 km que hay entre África y Guayana Francesa

Un estudio con investigadores catalanes documenta la primera migración transatlántica de un insecto

BarcelonaPequeña y llamativa, la migradora de los cardos (Vanessa cardui) bate récords con su enérgico aleteo: es capaz de pasarse la mitad de la vida volando y recorriendo los más de 4.000 kilómetros que separan la costa del oeste de África y la Guayana Francesa, en el extremo este de América del Sur. Un equipo de investigadores liderados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con participación catalana ha demostrado por primera vez que esta especie de mariposa es capaz de atravesar el océano Atlántico, todo un hito récord para un insecto. El estudio, publicado en la revista Nature Communications, documenta un viaje que duró entre cinco y ocho días y que es posible gracias a la ayuda de los vientos alisios, que soplan de este u oeste.

El origen de este estudio fue el hallazgo inesperado de migradoras de los cardos en las playas atlánticas de la Guayana Francesa. Corría el año 2013 y el investigador del Instituto Botánico de Barcelona Gerard Talavera se sorprendió, porque aunque esta especie migra no es oriunda de Sudamérica. Desde entonces, un equipo de científicos ha intentado descifrar la ruta y origen de estos insectos. Inicialmente se sospechaba que habían nacido en Norteamérica, pero existían elementos que hacían pensar que procedían de lugares mucho más remotos: África o Europa. De hecho, mediante el análisis de trayectorias de vientos, los investigadores observaron un patrón sostenido de direccionalidad desde el oeste de África, lo que abría la posibilidad de que las migradoras de los cardos hubieran atravesado el Atlántico.

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Uno de los elementos que decantaron la balanza fue la gran diversidad genética de las mariposas, que determinaba que los ejemplares observados en América del Sur estaban relacionados con poblaciones de Europa y África. Esto ya descartaba la posibilidad de un origen americano, pero los científicos analizaron el ADN del polen que transportaban las mariposas e identificaron a dos especies de plantas que únicamente se encuentran en África tropical, lo que demostraba que las mariposas habían visitado flores en esa región antes de llegar a América.

La tercera evidencia fueron los átomos de hidrógeno y estroncio de las alas, ya que estos insectos conservan señales del lugar donde estaban cuando todavía eran larvas. A partir de esa información, los investigadores determinaron que los ejemplares podían provenir, incluso, de países del oeste de Europa, como Francia, Irlanda, Reino Unido o Portugal. "[Quizá] Su viaje fue aún más largo y se inició en Europa y pasó por tres continentes, lo que supone una migración de 7.000 kilómetros o más, un hito extraordinario para un insecto tan pequeño", plantea el profesor de la Universidad de Ottawa en Canadá y coautor del artículo, Clément Bataille.

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La importancia del viento

Este tipo de mariposa tiene una supervivencia de entre 14 y 28 días y, según el coste energético del viaje calculado por los investigadores, sin realizar paros, tarda entre 5 y 8 días en atravesar el Atlántico. El tiempo depende de si las corrientes de viento son o no favorables. Ahora bien, las mariposas sólo podrían haber completado este vuelo utilizando una estrategia que alternara entre el mínimo esfuerzo por no caer al mar y el vuelo activo, que requiere un mayor consumo energético. "Calculamos que, sin viento, las mariposas podrían haber volado un máximo de 780 kilómetros hasta consumir toda la grasa y, por tanto, su energía", precisa Eric Toro-Delgado, uno de los autores del artículo.

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El hallazgo revela que puede haber corredores aéreos naturales que conectan continentes y que podrían estar facilitando la dispersión de especies a una escala mucho mayor de lo imaginado. “Suelemos ver las mariposas como símbolo de la fragilidad y la belleza, pero la ciencia nos demuestra que pueden hacer increíbles gestas. Aún queda mucho por descubrir de sus capacidades”, destaca el investigador del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-Universitat Pompeu Fabra) y coautor del estudio, Roger Vila.

En el trabajo han participado investigadores del Instituto Botánico de Barcelona –centro mixto del CSIC y del Consorcio Museo Ciencias Naturales de Barcelona–, del Instituto Botánico Władysław Szafer de Polonia, de la Universidad de Ottawa (Canadá ), del Instituto de Biología Evolutiva y de la Universidad Harvard.