Amor y pimienta

Volvieron a encontrarse en el hospital de Girona y el primer día ella le dijo que se acababa de separar

Ella cree en el destino y la sensación de plenitud que ahora siente sólo es la materialización de un pacto con la vida y con lo intangible

Siente cómo respira hondo a su lado y no puede evitar pensar en retrospectiva; en el camino hecho para llegar allá donde están ahora. Uno al lado del otro, compartiendo cama, compartiendo vida. Y sobre todo compartiendo futuribles, que siempre son los de peor prever.

El camino trazado, lo que los signos y los astros ya habían augurado. Para quienes creen es un gran consuelo o una esperanza. Debía ser y ha sido. Estaba escrito en algún sitio. Ella cree en el destino. Esto significa que a pesar de las curvas de la vida, los años transcurridos, las distancias y los obstáculos, en algún lugar, ese momento que vive, con el hombre a su lado y la sensación de plenitud que ahora siente, sólo es la materialización de un pacto con la vida y con lo intangible.

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Le mira cómo duerme después del embate de los cuerpos ya sabidos y todavía es capaz de revivir esa sensación que tuvo la primera vez que le vio en la universidad y después, años más tarde, en el hospital, ella como adjunta y él como residente. Ya entonces él se jactó de dormir más a las guardias que en casa. Él se había casado y tenía dos hijos. Mantenía intacta una seguridad hecha de hierro y el sabor a yema que tiene el riesgo.

Ella recuerda también su gran dialéctica y las discusiones permanentes con su adjunto, con quien rotaba y compartía ratos y cigarrillos.

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Se lo miraba siempre con prudencia y cierta distancia. Por prevención y, quizá también, por esquivar el peligro. Se caían bien pero no tenían ni buscaban mucha información del otro. Por si acaso. Sólo un día ella le presentó a su marido cuando coincidieron los tres en el vestíbulo del hospital. Ella recuerda que se sintió incómoda y no quiso saber por qué.

El día que él se marchó del hospital hacia otro destino estuvieron hablando mucho en la coctelería de una calle de allí cerca de donde le organizaron la despedida. Después, no volvieron a verse hasta pasados ​​unos años. Un día su nombre, nunca indiferente, volvió a hacerse presente a través de un visitador que le dijo que el doctor se había separado hacía un tiempo. Que tenía una pareja mucho más joven, que iba a menudo a Amsterdam, que había logrado un buen reconocimiento en el departamento pero que era un culo inquieto. "Ya le conoces", le dijo. Con aquellas palabras le pareció que la distancia era algo menos, que la evidencia dolía disimular a los ojos de los demás. Que podía huir del azar pero que el azar siempre acaba encontrándote.

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Poco después de aquella conversación con el visitador, como si una fuerza extraña hubiera atraído la coincidencia, se encontraron en una cena, organizada por un laboratorio, un miércoles cualquiera. Ella estaba muy cansada, él lo notó. Así se ve en una foto que conservan de ese día y que se hicieron con Sira, compañera de batallas de ella y residente de él.

Ella lo estaba, de cansada. Demasiadas cosas a la vez y de repente, ningún horóscopo lo había predicho. Un largo proceso de infertilidad, una primera infidelidad y la adopción de su hijo en África. Todo, por ese orden. Todo con una intensidad que la tuvo demasiado ocupada para los recuerdos, los vacíos, o para ir a pescar prendas en la memoria.

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Volvieron a encontrarse en el hospital de Girona y el primer día ella le dijo que se acababa de separar. No sabe por qué lo hizo, pero ella tuvo la sensación de que quizás ya habían perdido demasiado tiempo y distancia o que ya no quería más prudencia o que la vida ya era suficientemente complicada para alejar a personas interesantes. Él supo estar, escuchar y acompañar, y ella confirmó todas las suposiciones. No fue hasta un año más tarde, cuando la pandemia desbancó a todas las demás prioridades, que decidieron llamarse las palabras correctas y hacer caso al deseo. Han tenido el universo de su parte.

Lo mira mientras duerme a su lado. Tiene la sensación de que le conoce de toda la vida; que la conexión va más allá de la razón. Se siente feliz y llena ya los astros sólo les pide un largo camino.

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