Ábalos y el perro
Cada día que pasa me siento más cercana al gran José Luis Ábalos y ahora, cuando me miro fotografías y le veo esa media sonrisa, malo, comprendo de qué sonreía. Si ayer le admiraba, hoy le venero. Leemos en el ARA que una unidad de la Guardia Civil, la UCO, "ha informado al Tribunal Supremo que el día que cacheó la casa [de Ábalos] en Valencia, una mujer que estaba con él intentó salir del domicilio con un disco duro escondido en los pantalones con la excusa de sacar a pasear al perro". Parece un buen truco si no fuera por eso, que también leemos en el AHORA: "[Ábalos] Pidió a los agentes que su acompañante pudiera salir a pasear ya sacar al perro. Ahora bien, antes indicó a la mujer que se llevara «algo de desayunar», y se fue a una habitación de la vivienda'".
Sacar al perro a pasear es siempre una buenísima coartada. Conozco el caso de un ser que utilizaba esta excusa cada vez que se iba al prostíbulo. Cargaba a la bestia detrás del coche y, en teoría, iban a la orilla del río a jugar con el frisbee. Pero la familia empezó a sospechar porque el perro –que durante todo el rato de ocio prostibulario se quedaba encerrado en el maletero– cuando veía que el hombre cogía la correa, se escondía bajo el sofá y se ponía a ladrar.
Ábalos erró con el detalle. Decirle a la mujer que sacara al perro, cuela. Pero decirle que se llevara desayuno no cuela. No iba a trabajar oa la escuela. ¿Quién le diría a un adulto que se llevara almuerzo para sacar al perro? ¿Qué desayuno? ¿Unas galletas? ¿Un bocadillo? ¿Un zumo de éstos con cañita incorporada? ¿Una manzana? Habría sido mucho más creíble que le diera una supuesta bolsita para recoger las cacas. Un error así el PP no te lo comete.