El aborto: nota animalista

"Es como una regla": cómo hemos silenciado los abortos precoces
20/10/2025
3 min

Gómez Pereira, médico y humanista español, desarrolló en las páginas de su Antoniana Margarita (1554) una tesis paradójica. Primero nos asegura que los animales son solo autómatas sin alma, hechos de carne, sangre y huesos, incapaces de razonar antes de actuar y que se comportan como el imán con el hierro, siguiendo leyes físicas inevitables. Pero a continuación da un giro a su discurso y nos dice que si los animales sintieran "deberíamos admitir que los hombres actúan de una manera inhumana, violenta y cruel. Porque, ¿qué hay más atroz que unas bestias de carga transportando pesos considerables en largos viajes?" ¿Y qué deberíamos decir del espectáculo de los toros, donde el ganado parece pedir "la libertad con mugidos suplicantes"? Solo si los animales no sienten podemos dormir moralmente tranquilos.

La primera parte de este discurso será heredada por Descartes, y la segunda, por Jeremy Bentham.

En Introducción a los principios de moral y legislación (1780) Bentham es rotundo: la cuestión no es si los animales pueden razonar. Ni tampoco si pueden hablar. La cuestión es: ¿pueden sufrir? De esta forma cambia la perspectiva humana sobre el animal. Si, desde Aristóteles hasta aquí, la racionalidad separaba a humanos y animales, la sensibilidad los une. Si nos entendemos a nosotros como seres racionales, no vemos razonamientos en los animales; pero si nos entendemos como seres sensibles, no podemos ignorar el sufrimiento de un animal.

Hoy, el criterio de Bentham ha triunfado. Ya no discutimos su fundamento, sino la forma de aplicarlo.

Este criterio condena a la irrelevancia la tesis cartesiana del animal-máquina y sitúa ante un animal sensible a un hombre capaz de interpretar con su propia carne el dolor de una carne viva capaz de temblar. Si para Descartes, lo que nos deshumaniza es la debilidad intelectual, para Bentham es la insensibilidad afectiva.

Si nos fijáramos exclusivamente en la capacidad racional, deberíamos concluir, según Bentham, que un caballo o un perro adultos son más racionales que un niño de un día, de una semana o incluso de un mes. Coherente con esta tesis, Peter Singer, reconocido defensor de los derechos de los animales, escribió en Practical Ethics (1979) que "los bebés humanos no son seres racionales ni conscientes de sí mismos. Si un feto no tiene el mismo derecho a la vida que una persona, parece que un recién nacido tampoco lo tiene. Un bebé otorga menos valor a su propia vida del que un cerdo, un perro o un chimpancé dan a la suya". Sin embargo, hay que observar que Singer está empleando el argumento de la razón, no de la pasión. Es como si nos dijera: si el hombre es el animal que habla, un cerdo, un gato o un chimpancé son más hombres que un humano sin raciocinio.

En las últimas décadas han tenido lugar, a su vez, dos importantes giros culturales: el animal (animal turn) y el emocional (emotional turn). El resultado es que hoy los animalistas consideran a Bentham el fundador de una nueva relación sentimental entre seres vivos que ha proporcionado la actitud imprescindible para modificar las leyes sobre el bienestar de los animales. Obviamente, si el filósofo inglés ha encontrado entre nosotros los receptores sensibles de su mensaje es porque la razón política ha abierto, de par en par, sus puertas a la sensibilidad romántica de carácter rousseauniano.

Sentimos, dice Rousseau, antes de ser capaces de razonar. Antes de tener ideas tenemos sentimientos; por eso, la sensibilidad sería el fundamento del humano. El hombre sensible es el hombre natural, capaz de seguir los movimientos inmediatos de su corazón y para el que la naturaleza no habla con la voz de las matemáticas, sino con la del sentimiento.

El hombre, visto desde la capacidad de sufrir, es un animal más, sin privilegio ontológico alguno. En esto coinciden el Discurso sobre la desigualdad de Rousseau (1755) y la Introducción a los principios de moralidad y legislación de Bentham (1780). Recordemos las palabras del último: "Los animales, cuyos intereses han sido olvidados por la insensibilidad de los juristas antiguos, han sido degradados al rango de las «cosas»".

Ser insensible sería el pecado imperdonable del racionalismo. Entonces solo un hombre sensible puede ser capaz de aceptar lo que tiene en comunidad con los animales. Este es el reto que nos lanza Bentham: quizás llega el día que el resto de la creación animal adquiere los derechos que solo una mano tiránica les podría haber quitado.

Y, entonces, ¿por qué Singer abandona el criterio de Bentham al comparar al bebé con el cerdo? Él sabrá. Lo que yo creo es que si nos tomamos en serio la capacidad de sufrir, debemos establecer con el máximo rigor científico a partir de qué momento el feto humano es capaz de sentir dolor, porque también en este caso la pregunta no es "¿Pueden razonar?" sino "¿Pueden sufrir?"

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