¿Qué haremos con el aeropuerto del Prat?

Què en farem de l’aeroport del Prat?
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Con Germà Bel y Pedro Nueno tuve el honor de participar, en 2007, en el acto de Iese donde la sociedad civil y económica de Barcelona reclamó la gestión individualizada del aeropuerto del Prat. Aquella batalla se perdió. Un concurso convocado por el gobierno Zapatero que habría representado un adelanto importante fue cancelado por el gobierno de Rajoy, en 2011, en una de sus primeras decisiones. Desgraciadamente a partir de entonces la perspectiva se ha alejado.

De todas maneras, hay que felicitarse de que la actividad del aeropuerto se haya incrementado notablemente desde el año 2007 y que, como consecuencia, sea ahora uno de los aeropuertos más importantes de Europa. En número de pasajeros ha pasado de 33 millones en 2007 a 53 en 2019. También ha aumentado la cifra de vuelos intercontinentales. Por más que habría que mejorarlo, Barcelona está hoy bastante bien conectada por vía aérea para convertir este hecho en un factor favorable para la localización de iniciativas empresariales internacionales. Es una de sus ventajas competitivas clave. Para llegar a este punto han contado tanto la potencia atractiva de Catalunya como la tarea de las instituciones, incluidas la Cámara de Comercio de Barcelona y Aena, que, estimulada por los Juegos Olímpicos, planeó una nueva terminal que ha permitido su crecimiento.

Ahora bien, el éxito nos vuelve a colocar en un cruce. En 2019 el aeropuerto llegó, a la práctica, a su plena capacidad. Para sostener el ritmo económico que podemos prever en el futuro pospandémico, y para inducirlo, se necesita una terminal satélite y una reforma de la configuración de pistas, con la prolongación de alguna de ellas. Aena manifiesta estar dispuesta, y deseosa, a hacer la inversión. Deduzco de una presentación muy reciente de su presidente en Tribuna Barcelona que sería de la orden de 1.700 millones de euros y que, por razones de ciclo regulatorio europeo, la decisión de proceder se tendría que tomar en los próximos dos o tres meses (la siguiente oportunidad sería dentro de cinco años). Sin embargo, mira por dónde, otra vez estamos encallados, con la diferencia que ahora el bloqueo nos viene desde casa. Ahora un acto como el de Iese lo tendríamos que hacer para reclamar a las autoridades catalanas que faciliten la consolidación de un gran aeropuerto en Barcelona. Sería tristísimo. Lo tendríamos que evitar.

La oposición deriva de una combinación de tres factores:

1. Se podría pensar que limitar el aeropuerto del Prat favorecería la expansión de los de Reus y Girona. Pero no es así. Reus y Girona prosperarán si Catalunya dispone de un aeropuerto que sea un hub conector internacional. Y solo el aeropuerto del Prat lo puede ser. Y para serlo, necesita la reforma.

2. La modificación de la pista pediría redefinir un espacio protegido por el programa europeo Natura 2000. En la UE-28 (que incluye el Reino Unido) la red Natura cubre el 18% del territorio, en España el 27,4% y en Catalunya el 30%. Me parece muy bien y no querría renunciar a una protección de esta magnitud, o incluso a aumentarla. Pero hace falta un mínimo de flexibilidad en dónde se sitúa. La red Natura protege la biodiversidad: se tienen que preservar especies, y estas tienen que tener, por lo tanto, un hábitat. Pero la localización precisa se puede adaptar a otras necesidades. Entiendo que Aena está muy dispuesta a garantizar un hábitat mucho más extenso para las aves afectadas. Es un compromiso que, sin duda, la UE aprobaría.

3. El transporte aéreo emite CO. Cierto. Pero esto la humanidad no lo resolverá con la eliminación de vuelos sino con un programa de descarbonización. En el futuro habrá transporte aéreo pero la energía que lo propulsará será verde.

Si nos dejamos llevar por estos razonamientos haremos daño a la economía. Hemos aprendido con la pandemia que hay circunstancias que justifican un sacrificio económico temporal para evitar un mal mayor. Pero lo que no tiene razón de ser es un sacrificio económico permanente para evitar males perfectamente evitables con medidas menos drásticas.

A finales de mayo tendremos presidente. Concluyo con la exhortación que le haría en aquel momento. Molt Honorable President: le queda aproximadamente un mes para pactar el tema del aeropuerto, reúnase con el presidente de Aena, hablen las horas que haga falta y acuerden un camino que permita la reforma del aeropuerto. Le aseguro que si recoge este reto enviará una señal contundente de responsabilidad que le ganará mucho crédito, así como un respeto y una confianza durables por parte de los actores económicos y sociales catalanes. Y si no lo hace también le aseguro que los muchos que se alegrarán no le dejarán olvidar que esta vez el aeropuerto lo habremos capado desde Catalunya.

Andreu Mas-Colell es economista, catedrático emérito de la UPF y de la Barcelona GSE.

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