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Ilustración

La segunda parte de las legislaturas acostumbra a oler a final de mandato y la política coge color de campaña electoral. Es una ley universal y también es lo que está pasando en la política española, con sus particularidades y siempre tan dada al arrebato.

El ambiente político y periodístico de la capital española está en efervescencia con la paradoja de un gobierno progresista y un ambiente caldeado más que de derechas.

Si bien hay un gobierno de coalición de izquierdas que gana solidez con la presentación de unos presupuestos generales en el Congreso, una gran parte de la opinión pública y la mayoría de la opinión publicada viven en una especie de llamada a la reconquista de España. El ambiente de la reacción cuenta principalmente con un PP de Casado que ha hecho suyos los postulados de la extrema derecha, una parte de la judicatura interpretando sus propios excesos de confianza como una afrenta al conjunto del estado de derecho y una buena parte de la prensa de la Villa y Corte sin ningún interés por los hechos sino por la creación de corrientes de opinión favorables al movimiento pendular que lleve a PP y Vox al gobierno y al orden natural de las cosas. Para todos ellos, el gobierno es ilegítimo. 

El pulso entre la derecha y la izquierda tiene en Madrid un campo de batalla que en la calle gana la reacción, alimentada por los poderes del Estado y por la gesticulación de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. 

La negociación de los presupuestos del Estado pondrá en evidencia que el gobierno español se sustenta en el que denominan la periferia, el País Vasco y un sector de la Cataluña capaz de desestabilizar un nacionalismo español furibundo.

Temas pendientes

Con la mesa de diálogo, Pedro Sánchez ha conseguido sacar la política catalana de la agenda madrileña, pero sabe que la voluntad de dialogar no será suficiente sin avanzar y sin encontrar una manera de que vuelva Carles Puigdemont. En algún momento, como insinuaba viernes José Luis Rodríguez Zapatero a Gemma Nierga, hará falta que el gobierno español prepare una pista de aterrizaje que ponga las condiciones para devolver la discusión al momento en el que todo saltó por los aires. Si los indultos se justificaron por “el interés público” y la reforma de los delitos de sedición y rebelión del Código Penal no se desencalla, como parece, quizás se tendrán que aplicar ideas imaginativas como el indulto anticipado, no aplicable ni a malversación ni a desobediencia, pero sí a los delitos perdonados de rebelión y sedición, que tienen muchas incompatibilidades en derecho comparado.

De momento, sin embargo, el retorno más desestabilizador podría ser el de Juan Carlos I, el rey emérito refugiado a Abu Dhabi que solo tendría que coger un avión ahora que la Fiscalía le ha afinado la situación.

Sus delitos fiscales habrían prescrito o no le concernirían gracias a su inmunidad y a una regularización que, a pesar de no ser espontánea, en su caso se considera válida y que ha disfrutado de unos tempos inauditos por parte de la Agencia Tributaria. El emérito querría volver a España por Navidades, según dice la corte periodística que durante décadas lo ha acompañado en sus misiones y comisiones. Está claro que el rey emérito no quiere morir en el exilio como su abuelo y que Sánchez tendrá que garantizarse que la pequeña alma del socialismo republicano quede encerrada con cerradura y cerrojo una vez más en su historia. 

Periodismo y propaganda

El clima de agitación propagandística contrasta con el Nobel de la paz, que ha distinguido esta semana a dos periodistas con mayúsculas. De los que van a contracorriente jugándose la vida. Se trata de Dmitri Muratov, director de Nóvaia Gazeta, y de la filipina Maria Ressa, directora de Rappler.

La distinción del ruso llegó al día siguiente del 15 aniversario de la muerte de Anna Politkovskaia en el ascensor de su casa cuando volvía de comprar. Politkovskaia ya había sido envenenada y amenazada, y nunca dejó de denunciar la barbarie en Chechenia y las conexiones con el Kremlin.

Nóvaia Gazeta ha denunciado sin descanso las violaciones de los derechos humanos, la corrupción y la actuación de las mafias desde 1993. Publicar la información sobre la cara sucia del régimen y los abusos en Rusia o en Chechenia ha costado la vida a seis reporteros, asesinados impunemente.

Los periodistas del semanario viven siempre bajo la amenaza de ser declarados “agentes extranjeros” y, por lo tanto, encarcelados y censurados. 

Muratov y Ressa honoran la palabra periodista y el oficio. Como dice la filipina, se necesitan hechos para tener verdad y confianza. 

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