Andalucía y las desigualdades persistentes

BarcelonaAndalucía afronta el próximo domingo unas elecciones autonómicas que se divisan como un punto de inflexión también para la política española, puesto que la previsible victoria de la derecha y la entrada de Vox a la Junta pueden significar un antes y un después. Aun así, y más allá de las repercusiones políticas del 19-J, es pertinente preguntarse cuál es la realidad actual de Andalucía, después de cuatro décadas de democracia y autogobierno, con 37 años de gobierno socialista y 3 de PP y Cs. Evidentemente, la Andalucía actual tiene poco que ver con aquel territorio atrasado y sin perspectivas que protagonizó un auténtico éxodo migratorio en los 60 y 70 del siglo pasado. La renta ha aumentado, las infraestructuras se han modernizado, hay pulsos de atracción de talento internacional como Málaga y obviamente es una potencia turística y agroalimentaria. Pero junto con esto también hay que señalar que cuatro décadas de solidaridad interterritorial no han servido para corregir el diferencial de renta con el resto de España ni tampoco la lacra del paro, que dobla el de Catalunya.

El ARA intenta hoy radiografiar esta realidad diversa y compleja con un ejercicio periodístico para acercar la realidad andaluza actual a los lectores a través de historias humanas, de testimonios que ayudan a construir un mosaico. El resultado demuestra que, si hay una constante histórica que caracteriza a Andalucía, son las fuertes desigualdades sociales, que no se han conseguido reducir y, en algunos lugares concretos como por ejemplo Cádiz, incluso se han acentuado en los últimos años. Una ciudad como Sevilla, capital de la provincia tradicionalmente más rica e industrializada de Andalucía, tiene tres de los cuatro barrios con la renta más baja de España. La distancia que separa el centro de la ciudad, señorial y turístico, de barrios como Los Pajaritos no es solo geográfica, sino que es casi como cambiar de continente. Las impresionantes instalaciones de la empresa pública de construcción militar Navantia en Cádiz no esconden tampoco la realidad de barrios como el de La Paz, donde el abandono escolar es más la norma que la excepción. Y junto con esto, ejemplos como el del parque tecnológico de Málaga demuestran que es posible superar los tópicos e insertarse plenamente en la modernidad y la prosperidad.

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El campo también es el escenario de estas tensiones sociales que siempre han marcado la historia de Andalucía y explica una de las características de su mercado laboral: la temporalidad y la precariedad (que se repite en el sector turístico). La concentración de la propiedad de las tierras ha permitido una gran tecnificación de los cultivos, que cada vez necesitan menos mano de obra. El resultado son producciones y beneficios cada vez más altos junto a pueblos rurales que languidecen por la falta de trabajo y viven de los subsidios y los planos públicos de ocupación.

Andalucía tiene unas potencialidades enormes, pero arrastra carencias graves. Y solo una cosa está clara: las recetas populistas que ofrece la extrema derecha no la ayudarán a salir adelante.