REPORTAJE

Málaga, la ciudad que se mira en Barcelona para desbancar a Sevilla

La apuesta por atraer empresas tecnológicas pone en el mapa a la capital de la Costa del Sol

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Málaga"Sevilla y su entorno siempre han sido la zona más rica de Andalucía, pero ahora Málaga es la más dinámica, donde más crecen la población y la renta". Si alguien tiene la pretensión de acercarse a la realidad económica andaluza tiene que hablar con Francisco Ferraro, presidente del Observatorio Económico de Andalucía. "El OEA es una entidad independiente formada por empresarios y académicos, al estilo de vuestro Círculo de Economía", comenta. Su prestigio lo convierte en una de las voces más respetadas en Andalucía en el ámbito económico y muchos de los actuales cargos de la Junta son discípulos suyos.

Un paseo por Sevilla y por Málaga confirma el diagnóstico. La capital andaluza es una ciudad señorial que hace las delicias de los turistas, pero su latido es más lento, más acompasado con la luz tenue que baña el Guadalquivir y que invita a largas paseadas cuando el sol empieza a ponerse. En cambio, llegando a Málaga ya se ve que es otra cosa: el tránsito se multiplica, la densidad humana también y la ciudad es un hormiguero. De turistas, por supuesto, pero también de ejecutivos arriba y abajo vestidos de forma impecable y teléfono en mano. La pregunta es obligada: ¿qué está pasando en Málaga? Y la respuesta la tenemos que buscar en el parque tecnológico de la ciudad, una gran superficie de 300 hectáreas que hoy en día reúne a más de 600 empresas y donde trabajan 23.000 personas.

Felipe Romera, director del Parque Tecnológico de Málaga.
Ambiente en el centro de Sevilla, al atardecer.

El artífice de este milagro malagueño es alguien con nombre y apellidos. Felipe Romera nació en Soria en 1954 y después de rodar por el mundo y trabajar para multinacionales como Ericsson o Fujitsu, recaló en 1990 en Málaga con una misión: convertir lo que entonces eran unos terrenos baldíos junto a una ciudad gris y portuaria en un núcleo de atracción de empresas tecnológicas. "Mi modelo siempre ha sido Barcelona", afirma Romera, contento de atender a unos periodistas catalanes. "Creedme que a veces parece que no sabéis lo que tenéis", afirma. El modelo que aplicó Romera en Málaga es el del llamado Silicon Vallès, cuando la Generalitat situó al Vallès Occidental, y sobre todo a la zona de Sant Cugat, como polo de atracción de empresas tecnológicas en los 80.

La pregunta, sin embargo, continúa sin respuesta. ¿Cuál es el secreto de Málaga? Romera pide ir por partes. El primer salto fue en 1999 con la llegada de internet. "Las empresas vinieron porque nosotros teníamos fibra instalada", explica. El segundo salto vino después de la crisis de 2008, cuando empezaron a llegar grandes multinacionales. Y el último ha estado con la pandemia y la revolución del teletrabajo. Los últimos tiempos Málaga ha ganado 30.000 habitantes y la mayoría son teletrabajadores extranjeros que se han instalado en la Costa del Sol o en el valle del Guadalhorce, a menos de una hora del parque y donde disfrutan de una calidad de vida envidiable, con chalés con vistas al mar. "Piensa que hay gente que viene de Silicon Valley y dice «¡Yo allí no vuelvo!»", exclama riendo. Según sus cifras, el parque representa el 20% del PIB de la ciudad y el 7% o 8% del de la provincia, que es su verdadera área de influencia. "Nosotros somos ahora el centro económico", asegura.

En Málaga se han instalado muchas start-ups propiedad de grandes grupos como Google, Oracle, Fujitsu o el BBVA, pero aun así Romera rehúye afirmar que sean una competencia para Barcelona. "Nosotros jugamos en otra liga, la de las ciudades medianas, y aquí sí que despuntamos", comenta. Más allá del clima y las infraestructuras, Romera explica que lo que es verdaderamente único de su modelo es la cooperación entre empresas a través de la Fundación Instituto Ricardo Valle de Innovación (INNOVA IRV). "Yo les dije: «¿Por qué en lugar de competir no colaboramos en beneficio de todo el mundo?» Y bien es verdad que está funcionando. Este modelo no lo tienen en ninguna parte, ni en Barcelona".

Cádiz o la decadencia de la industria

La pujanza de Málaga contrasta mucho con la decadencia de Cádiz, a pesar de que cuando se llega por carretera la vista de los muelles y astilleros que gestiona la empresa pública Navantia te hace pensar en ciudades prósperas del norte del continente como Rotterdam, sobre todo si se llega cruzando el no menos impresionante puente de la Constitución de 1812, inaugurado en 2015, tercero de su categoría en Europa, con 540 metros de longitud. Todos aquellos millones abocados en infraestructuras y planes de ocupación, sin embargo, no parecen haber dado resultado. Cádiz tenía 150.000 habitantes hace 25 años y ahora solo tiene 114.000. A pesar del peso de la industria y el turismo, el paro es del 26%, el doble que el español.

Quien sabe por experiencia propia lo que significa quedarse sin trabajo en Cádiz es Antonio Montoro, secretario general de UGT FICA de Cádiz, la federación que reúne la industria y el sector agroalimentario. "Empecé a trabajar con 19 años en la industria auxiliar del metal. En 1991 entré en Delphi, la antigua General Motors, donde llegamos a ser 3.000 trabajadores". Montoro tiene grabada en la memoria una fecha: el 21 de febrero de 2007, el día que les comunicaron el cierre. La lucha para conseguir unas condiciones dignas duró hasta julio de 2008.

El pacto final incluía un compromiso de la Junta para recolocar a una parte de los trabajadores, pero no cumplieron. "Estamos muy dolidos con el PSOE. Cádiz tiene una gran capacidad de atraer cualquier tipo de ofertas, pero las luchas políticas siempre nos perjudican", explica sentado en una terraza de Jerez de la Frontera, donde siempre ha vivido. Si alguien quiere profundizar en las razones de la desafección de la clase trabajadora andaluza con el PSOE, tiene que venir a Cádiz. "A mí el PSOE nunca me ha dado nada; yo no quiero subvenciones, yo quiero que me paguen por mi trabajo", dice indignado.

Antonio Montoro, del sindicato UGT, fotografiado en el centre histórico de Jerez de la Frontera, cerca de su casa.
Álvaro Zaldívar, trabajador social de la entidad Alendoy de Cádiz.

Aun así hay motivos para el optimismo. "La guerra de Ucrania es una gran oportunidad porque ahora harán falta barcos que transporten gas y se pueden hacer aquí, en Puerto Real, uno de los astilleros más grandes de España", dice Montoro, que todavía sueña con volver a la época dorada de la industria en Cádiz. Precisamente, una industria muy visible en Jerez de la Frontera es la del vino, con tres bodegas líderes: González Byass, Fundador y Williams & Humbert. La ciudad está llena de carteles que anuncian un potente festival de verano patrocinado por González Byass con estrellas como la cantante de jazz Diana Krall.

De vuelta a Cádiz topamos con el barrio de La Paz. Son los típicos bloques de pisos construidos durante el desarrollismo franquista, en este caso para realojar a los habitantes del centro de la ciudad. Hoy en día es una zona debilitada, donde muchas escuelas han cerrado por falta de niños, puesto que la gente que puede se marcha. En una de estas escuelas trabaja Álvaro Zaldívar, director de los cursos de formación que la entidad Alendoy ofrece con financiación del programa social de la Fundación La Caixa a jóvenes sin recursos. "Empezamos hace 25 años copiando el modelo de los esplais que tenéis en Catalunya; fijaos que aquí en verano también decimos casales", explica Zaldívar rememorando sus inicios en el barrio.

En aquella época se dedicaban a los niños, pero ahora no tienen más remedio que atender a jóvenes que se han descolgado de la educación. "Les enseñamos cosas básicas, como la puntualidad y la constancia, que es lo mínimo que piden los empresarios", explica. "El problema es que muchos tienen muchas necesidades económicas y una vez encuentran un trabajo ya no pueden seguir formándose, son carne de cañón", dice con un punto de tristeza. También les enseñan derechos laborales, puesto que la probabilidad de que sean explotados por empresarios sin escrúpulos, sobre todo en el sector turístico, es elevada.

Indicadores socioeconómicos de las provincias andaluzas
Población (julio de 2021), PIB per cápita en euros (2019) y tasa de paro EPA (1T 2022)

Sin embargo, de vez en cuando, se produce el milagro y algún exalumno consigue salir adelante en un entorno tan difícil. Para mostrar la realidad del barrio, la que se esconde detrás las paredes de los edificios, Zaldívar usa una imagen muy reveladora. "Pensad que yo siempre digo que en un bloque de estos no hacen una dentadura entera, para esta gente los dientes no son una prioridad", nos dice antes de despedirnos en la puerta del colegio.

Droga en Los Pajaritos

Estos focos de pobreza los encontramos por toda Andalucía, incluso en la capital, Sevilla, donde están los barrios con la renta per cápita más baja de España. Uno de estos lugares dejados de la mano de Dios es la barriada de Los Pajaritos, con una renta per cápita de 6.000 euros, parecida a la de países del Tercer Mundo como Egipto o Angola. Aun así, junto a unos edificios que se caen a trozos, sin ascensores y con suciedad en la puerta, también se ven motos de gran cilindrada aparcadas. "Ellos lo que no quieren es que te acerques a los puntos de venta", explica Melani, la cartera del barrio.

Melani, trabajadora de Correos, repartiendo cartas en el barrio de Los Pajaritos de Sevilla.
Barrio de Los Pajaritos, uno de los más pobres de Sevilla.

Melani, que es de Alcalá de Guadaira, hace un año que reparte el correo con su moto eléctrica. "Yo siempre llevo malas noticias", afirma riendo. La mayoría de las cartas que reparte son requerimientos de la justicia, avisos de impago o multas. "Me quedaría a hablar con vosotros más rato, pero tengo prisa porque ayer un perro mordió a una compañera y ahora está de baja y tengo el doble de trabajo", nos dice antes de poner rumbo a unas calles que lo único que tienen de idílico son los nombres: Gorrión, Cigüeña, Mirlo, Alondra...

Si en algún lugar son visibles las enormes desigualdades que todavía son una constante histórica en Andalucía es en las ciudades. "Antes la gran diferencia era entre el campo y la ciudad, pero ahora se han igualado", explica el economista Francisco Ferraro. En todas partes hay centros y periferias, pero aquí el salto es como pasar de un hemisferio a otro. También es cierto que las cifras no lo son todo. "La renta per cápita representa el 74%-75% de la española y esto se ha mantenido estable durante el periodo democrático, pero el índice de felicidad es más grande de lo que correspondería. Parece que aquí hay menos ambición económica y que nos podemos conformar con menos", concluye Ferrero dando un salto de la economía a la sociología. Quizás la clave que lo explica todo es la estructura de la propiedad de la tierra, pero esta ya es otra historia.

Dosier Andalucía contra sus fantasmas
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