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Treinta años de un mangui profesional: "Nunca he robado a un catalán"

El ARA conversa con un multirreincidente en la rambla del Raval de Barcelona

Una detención por un hurto en una imagen de archivo.
30/03/2025
4 min
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BarcelonaLa conversación tiene lugar en una rambla, la del Raval de Barcelona, ​​donde admite que ha robado muchas veces. Es conocido en el barrio por ser uno de los expertos más profesionales en el arte del Ronaldinho. No es para dar toques ni malabarismos con una pelota, sino para acercarse a la pierna de una persona e ir haciendo movimientos extraños para generar estupefacción y, sobre todo, distracción. En el momento en que la víctima descuida, él aprovecha para mangarle el móvil. "¿Hago hurtos? Sí. ¿Está mal? Sí. Pero no soy violento ni hago daño a nadie", repite en más de una ocasión durante la conversación.

Lo han detenido tantas veces que no puede recordar con exactitud cuántas. En realidad, actualmente tiene 61 antecedentes. Sí recuerda cuando empezó a hacerlo, y fue en una edad muy prematura. Nació en 1977 y desde los trece que se gana la vida manchando. Sobre todo, roba teléfonos y después los coloca en pisos que le compran por 50 o 100 euros. Va detrás de turistas, porque dice que después se marchan y no denuncian, y también porque tienen mejores móviles. "Se les gastan más", comenta. Lleva treinta años viviendo hurtando, y se atreve a decirlo: "Nunca he robado a ningún catalán ni a ningún español". También admite, al mismo tiempo, que no pregunta de dónde es una persona antes de intentar robarle.

Habla castellano, pero entiende el catalán. Va mirando a ambos lados constantemente, como si viviera permanentemente vigilado. Y, en cierto modo, lo está: de repente, dos agentes de la policía vestidos de calle le saludan (por el nombre, ya le conocen) y le recuerdan que tiene dos citas pendientes, que no se olvide. Él asiente y se despide con una sonrisa. "Nadie explica la mierda que nos lleva a hacer esto", dice poco después. Su vida tiene Argelia como punto de partida, un país que, junto a su familia, tuvo que dejar cuando tenía 12 años. Escogieron –"No teníamos elección", precisa– Francia. "Pensábamos que encontraríamos diamantes", comenta haciendo el símil con el sueño fallido de una vida rica. La realidad fue que un año después abandonó a la familia y se mudó "sin nada" a Barcelona. "Dormía ocupando barcos en el puerto, en bancos, en árboles, allí donde hiciera menos frío", afirma. Por último, los diamantes que buscaba les decidió robar.

Un agente de los Mossos con unas esposas en una imagen de archivo.

"Empecé así, con trece años, robando para tener comida caliente", narra. Desde los años 80 que está en Catalunya y todavía sigue sin papeles. Critica que no ha tenido ninguna ayuda y que los servicios sociales no le han ofrecido soluciones de larga duración. Robó, y le detuvieron, y pasó más de una vez por la cárcel. Incluso, asegura que le han intentado expulsar, pero que ni Marruecos ni Argelia "le quieren". También ha intentado casarse sin suerte con una catalana para obtener la nacionalidad. Duerme en habitaciones que realquila con lo que roba. En la misma zona céntrica de Barcelona, ​​en Ciutat Vella, duerme y "trabaja".

Fuentes policiales apuntan a que, si bien hay una parte de los multirreincidentes que se han encontrado desamparados en la ciudad y están en una situación vulnerable, hay otras que podrían optar por otras salidas y eligen la de robar. Asimismo, las mismas fuentes ejemplifican casos de toxicómanos o ladrones que han logrado salir de la delincuencia y ahora tienen trabajos estables.

Evolución

En un oficio como el de ladrón también existe un salto generacional, y los veteranos miran con recelo las nuevas formas de hacer de los más jóvenes. Este ladrón multirreincidente critica que ahora "van descontrolados" ya menudo terminan haciendo robos con violencia o intimidando a la víctima. También que no seleccionan bien sus objetivos. Él dice que elige bien a los turistas antes de robarlos, o que les espera en las salidas de los hoteles más caros.

También se mete con el mundo de la droga. Él dice que "intenta evitar esa mierda", pero que los más jóvenes no lo hacen. De hecho, robar y drogarse son dos verbos que a menudo pueden ir a la misma frase en el mundo de la delincuencia. Es habitual que los multirreincidentes, sobre todo los más jóvenes, se droguen por robar. Optan por sustancias que desinhiben para perder el miedo. Además, los objetos robados pueden ser moneda para conseguir droga. Con un móvil sustraído puedes comprar una dosis de crack en un narcopís. Esto explica que una parte de los ladrones multirreincidentes sean toxicómanos.

Las malas lenguas del Raval también hablan de ladrones que se han pasado a ser camellos, y viceversa. Una dinámica al alza es la de los cacos que se pasan a hacer ciberestafas, y la policía ya ha pillado a más de uno. De momento, el multirreincidente entrevistado en el centro del Raval no se lo plantea, pero asegura que "quiere ser millonario y juega todos los días en la Primitiva".

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