¿Qué modelo universitario queremos?


El gobierno español quiere poner freno a la proliferación de universidades privadas que ha habido en España en los últimos años y que está a punto de provocar que haya más que públicas (50 a 46). Esta proliferación no sería un problema si no hubiera la sospecha de que detrás de muchas de ellas no hay suficiente solidez académica ni estructura suficiente, pero que aún así las autoridades autonómicas correspondientes les dan luz verde porque no deja de ser una entrada de actividad económica y de prestigio para el territorio en cuestión. De hecho, un tercio de las nuevas universidades aprobadas no ha tenido un informe positivo del ministerio de Universidades, pero este trámite no es vinculante. El gobierno autonómico tiene la última palabra.
Y aquí es donde se ven las diferentes aproximaciones ideológicas, con la Comunidad de Madrid y Cataluña en ambos extremos. Madrid es el territorio donde más han proliferado este tipo de universidades privadas (hay 13, y sólo 6 públicas), muchas de ellas online, que buscan atraer sobre todo a estudiantes sudamericanos de clase media y alta. De hecho, en paralelo a la luz verde del gobierno de Isabel Díaz Ayuso en estos centros, el ejecutivo madrileño está estrangulando el sistema público y especialmente su universidad bandera, la Complutense, tal y como denuncia su rector. Por tanto, se puede ver perfectamente un patrón ideológico, con una creciente privatización de la enseñanza superior, en consonancia con lo que se produce en otros ámbitos, como el sanitario y la educación primaria y secundaria.
En cambio, el mapa universitario de Catalunya es mucho más estable (12 universidades: 7 públicas, 4 privadas y una virtual), no ha habido ninguna universidad nueva en los últimos 28 años, y lo que se ha intentado hacer es fortalecer el sistema y promover las ya existentes. Los datos indican que las universidades catalanas ocupan los primeros puestos de los rankings españoles y son las únicas con presencia en los internacionales. La Universidad de Barcelona, la Universidad Autónoma, la Politécnica y la Pompeu Fabra, son centros públicos de excelencia con una reputación y una imagen de marca muy potentes a nivel internacional. La Universitat Oberta de Catalunya también es un caso de éxito. Junto a la oferta pública hay también una privada que es complementaria, y casos singulares como la Universidad de Vic, privada pero con elementos de la pública.
El objetivo, en todo caso, debe ser que todas las universidades tengan una justificación académica o territorial (como las de Lleida, Girona o Tarragona) y un nivel homologable al sistema europeo. Abrir la puerta a centros que no ofrecen suficientes garantías (quizás no hace falta llamarles "chiringuitos", sin embargo) acaba repercutiendo negativamente en el conjunto del sistema universitario y devaluando el valor de los títulos. La universidad no puede verse sólo como una forma de negocio, así que bienvenido sea el decreto que endurece los criterios para crear nuevos centros.