

Vivimos, a escala mundial, un período muy especial, difícil de comprender, lleno de sorpresas y muy preocupante. Las sorprendentes decisiones de los políticos que gobiernan los estados más poderosos, y las indecisiones en otros muchos estados, hacen que estemos yendo a la deriva y sin ver un futuro claro. Ya hace meses que comento cuál creo que debería ser el papel de Europa en estas circunstancias, y ahora sólo querría analizar lo que podría suponernos aprovechar una de las recientes e incomprensibles decisiones de Donald Trump. Su radical cambio de política en el campo de la ciencia y la tecnología está provocando expulsiones de científicos y haciendo crecer una gran desilusión en todos aquellos que trabajan en el sector de la ciencia en EE.UU. Una encuesta de Nature hace unos días dice que un 75% de los científicos están considerando marcharse de EEUU. Me cuesta creer, pero retrata una situación muy grave. Mi preocupación nace de si la UE, y más concretamente España, sabrá sacar provecho de ese gran error americano y corregir así unas políticas de los últimos años que han hecho que Europa haya ido quedando más y más retrasada tanto respecto a EE.UU. como a China. Parece que queremos intentarlo, pero hay que ver si esto será tan claro como dicen y si sabremos cómo hacerlo. Veamos primero de dónde venimos.
1. Un poco de historia personal. En marzo de 2000, el Consejo Europeo reunido en Lisboa, con todos los jefes de gobierno de la UE, cerró un acuerdo memorable: "[...] establecer como objetivo la conversión de la UE en la más competitiva y dinámica economía mundial basada en el conocimiento poniendo las políticas de investigación y desarrollo tecnológico en el centro de la acción política". En julio siguiente, me tocó a mí presidir un comité independiente de expertos que aconsejó algunas medidas para conseguir esos objetivos. Destaco tres que creo las más imprescindibles.
La primera, que en los siguientes 10 años la suma del gasto público y privado en I+D en la UE debía crecer a más del 3% del PIB. La segunda, que los Estados miembros se coordinaran mejor para evitar duplicaciones de esfuerzos y que compartieran los resultados entre ellos. Y la tercera, que se hicieran políticas para asegurar que los resultados de la investigación no se quedaran en los centros de investigación y pasaran al sector productivo, permitiendo así la innovación en productos y servicios, es decir, que se hablara de I+D+i. Para muchos países, entre ellos España, significaba un fuerte crecimiento de la investigación privada y un aumento importante de las transferencias de las universidades y centros públicos hacia las empresas.
Desgraciadamente, estas medidas no se han llevado a cabo en estos últimos 20 años. Basta con ver las cuatro cifras de I+D/PIB del año 2023 y compararlas con el deseado 3%: EE.UU., 3,59%; China, 2,56%; la UE, 2,25%, y España, 1,49%. No es de extrañar que nos estemos quedando atrás, que la UE no pueda tener un papel importante en la economía mundial junto a EE.UU. y China, y que países como España tengan unas economías basadas sobre todo en servicios de poca productividad, como el turismo de baja calidad.
2. Una oportunidad problemática. Esta inesperada situación americana abre realmente oportunidades para atraer, y en muchos casos por recuperar, talento por parte de Europa, para intentar mejorar la calidad y la productividad de nuestras economías. Apoyo plenamente estas iniciativas, tanto catalanas como españolas y europeas, para aumentar y mejorar nuestras capacidades de investigación, pero quisiera dejar escritas tres observaciones.
a) Debemos elegir previamente cuáles son las áreas en las que queremos aumentar nuestras capacidades, pensando si nos conviene más reforzar aquellas en las que ya tenemos un buen nivel o si queremos añadir otras nuevas. Yo creo que es mejor aprovechar lo que ya tenemos y llevarlo a unos niveles de alta competitividad. Esto vale tanto para las actividades de investigación como para las de carácter empresarial. El objetivo final no es la investigación, sino la competitividad de las empresas y el bienestar de las personas.
b) Debemos pensar que no es suficiente con aumentar las tareas de investigación a escala local sino que debemos hacerlo con una visión europea; esto significa que muchos programas, muchos objetivos y muchas financiaciones deben tener esta dimensión. También significa que para aprovechar mejor las oportunidades debemos traspasar el modelo del mercado único a otros muchos sectores, con una creciente aproximación a un modelo federal de nuestra realidad política.
c) Por último no quiero dejar de decir que me cuesta pensar que lo que está ocurriendo en EE.UU., provocado por los intereses que, sin verlos, hay detrás de Trump, pueda durar mucho tiempo. Puede ser fatal para ellos. Por tanto, debemos estar preparados por si esto vuelve a cambiar y se acaba la oportunidad.