La educación es un acto de esperanza: la visión del papa Francisco

El papa Francisco durante una audiencia general en la plaza San Pedro del Vaticano
21/04/2025
3 min

"La educación es siempre un acto de esperanza". Con esta frase breve pero rebosante de contenido el papa Francisco sintetizaba su profunda convicción de que la educación es un medio esencial para reducir las injusticias y construir la paz. Para él, educar es una forma concreta de creer en el futuro, en las personas y en la posibilidad de un mundo mejor. En un tiempo marcado por el individualismo, la incertidumbre, las desigualdades sociales y la cultura del rechazo, el Papa propone una educación plenamente humana.

En su particular y llana manera de explicar las cosas, decía que la educación debe dirigirse "al corazón, a la mente ya las manos": al corazón para educar a los alumnos en la compasión y para que se conmuevan ante el sufrimiento del otro; a la mente para que se adentren en el conocimiento y la sabiduría, y en las manos para que todo esto les lleve a comprometerse ya darse a los demás. Su particular receta sobre la educación incluye lo que ahora llamamos "educación emocional", pero no para mirarse a uno mismo sino para salir a la búsqueda y al diálogo con el otro, sobre todo de lo más débil: "No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor. Debemos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Esto es dignidad" Fratelli tutti.

En sus palabras: "Educar es apostar y dar lo mejor de uno mismo para que el otro crezca". Es un acto de confianza en las nuevas generaciones, una invitación a implicarse en el presente para sembrar el futuro. "La educación es un acto de esperanza" porque debe apostar por la dignidad de la persona y confiar en la capacidad de los seres humanos para construir un mundo más justo, solidario y fraterno. La frase puede parecer dicha para quedar bien, pero él quiso hacerla compromiso en la constitución del Pacto Educativo Global. Presentado en 2019, este pacto es un llamamiento a todos los sectores de la sociedad –familias, como principales responsables de la educación, escuelas, gobiernos, jóvenes y medios de comunicación– para que unan esfuerzos por repensar y renovar la educación a escala mundial. Su visión era crear una alianza mundial. El Pacto propone poner a la persona en el centro, escuchar a las nuevas generaciones, promover a la mujer como protagonista de la educación, responsabilizar a la familia, fomentar una educación acogedora e inclusiva, repensar la economía y cuidar la casa común. Como dice el Papa: "Para educar a una persona se necesita toda la villa".

Como leemos en muchas de sus encíclicas, el Papa denuncia las crisis que afectan gravemente al mundo social. Una de las más profundas es el individualismo, que separa, aísla y debilita el tejido social. También critica la cultura del rechazo, que desprecia a los más vulnerables y considera prescindibles a las personas que no "producen" o no se adaptan a los estándares del sistema. Estos valores, afirma, tienen un impacto directo en la educación.

Para las escuelas cristianas el papa Francisco nos ha dejado no sólo un buen testimonio sino un reto alentador: debe educarse para compartir, no para competir; por colaborar y no por destacar; para servir y no para consumir. "Es necesaria una educación que eduque para el servicio, para la compasión y para la paz". Nos pide que seamos escuelas cristianas que se fundamenten en el Evangelio como guía de vida, no como ideología. El Papa recuerda que "la educación cristiana es sobre todo testigo" y que debe ser coherente con los valores que proclama: amor, perdón, servicio y esperanza. Y, sobre todo, atención educativa a los más débiles. En un mundo herido por la división, la violencia y el cierre, el Papa propone que la escuela cristiana sea "semilla de una cultura del diálogo, que fomente el respeto, el encuentro y la colaboración entre pueblos y tradiciones". "Sólo una educación abierta al diálogo con los demás puede formar a personas capaces de romper las barreras del enfrentamiento y construir puentes de paz".

Uno de los últimos encargos que nos deja es educar en "la cultura del cuidado" transmitiendo unos valores basados ​​en "el reconocimiento de la dignidad de cada persona, de cada comunidad lingüística, étnica y religiosa, de cada pueblo". La cultura del cuidado debe convertirse en "una brújula para formar personas dedicadas a la escucha paciente, al diálogo constructivo y al entendimiento mutuo".

La visión educativa del papa Francisco es un llamamiento a transformar el mundo desde las raíces, empezando por la educación. Una educación que no adoctrine, sino que libere; que no separe, sino que una; que no imponga, sino que acompañe. Una educación que, como dice él mismo, "sea luz en tiempo de sombras y esperanza en tiempo de incertidumbre". Nos quedarán siempre su testimonio, alegría y determinación.

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