Una sala de servidores en una imagen de archivo.
09/04/2025
3 min

1. Simplicidad. No existen dos humanos iguales. Esta realidad se expresa en todo tipo de relaciones, también en la creatividad. Los humanos creamos desde la complejidad de nuestra condición: un cuerpo que vive en relación, una inteligencia, unas percepciones, unas sensaciones, unos sentimientos, una sensibilidad que hace de cada uno de nosotros un animal relacional irrepetible. El afecto marca las relaciones de unos con otros. La singularidad se transmite en todos los ámbitos de la vida y de la creación de lo simbólico. Ya hace muchos años, en El sentit íntim (1982) exploraba las figuras de esta relación: el amor, la creación artística, la intuición, la construcción de singulares, por así decirlo. ¿La IA desborda este mundo? ¿Dejará espacio para la condición humana o nos enredará a partir de su presunta capacidad de hacer el trabajo creativo por nosotros? ¿Seguirá habiendo artistas o serán alimentadores de IA? Inteligencia artificial me suena a una contradicción en sus términos. O, peor, a cierta voluntad de expropiar a los humanos su singularidad.

Como decía La verbena de la Paloma, "hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad". Es indudable el progreso científico que ha llevado a las poblaciones más desarrolladas a veinte años de aumento de la esperanza de vida, aunque, no nos hagamos fantasías, nuestro ADN no da para ir mucho más allá. Pero no quiero dejar pasar la palabra barbaridad: la frontera que separa el bien del mal es delgada, y la voluntad de poder es constitutiva de la especie. Precisamente por eso me formulo la pregunta: ¿cómo podemos dominar a la IA para que sea un reforzamiento y no un obstáculo al desarrollo de la radical singularidad de nuestra condición, especialmente en términos de derechos, de control, de expresión, de creación, de realización personal? ¿Cómo podemos salvar nuestra singularidad, la peculiar economía del deseo que nos conforma, la diversidad de miradas y percepciones, la experiencia del bien y del mal?

¿Se puede imaginar, gracias a la IA, un mundo más abierto, intenso, productivo y democrático en el acceso al conocimiento y la información, o generará unas élites más alejadas todavía de la ciudadanía y jubilará nuestra singularidad creativa? Una novela, un ensayo, un cuadro: el arte es la creación de singulares, la obra es irrepetible. Y es así como sentimos experiencias excepcionales. Las relaciones personales son un mundo que va del abuso a la complicidad, del amor al odio, de las maneras más inesperadas y a veces catastróficas, pero es la condición humana con su vértigo, emoción e intensidad.

2. Confusión. Las grandes compañías americanas tienen una capitalización en bolsa equivalente a diez veces el PIB español. Dicen que la generación de riqueza esencial para el bienestar depende de la IA. Da miedo que cada vez más los médicos y los pacientes no se miren a los ojos. ¿En qué queda la figura del artista, si todo pasa por la criba de la IA? ¿Puede la IA garantizar la singularidad de la creación humana o la desborda y se apropia de ella? ¿La capacidad de la máquina de acumular datos sin límite y manejarlos conjuga con el impulso creativo del genio?

Automatización de tareas (menos empleo), análisis de datos (menos diversidad). La IA como ventana pública (todos los trámites menos personalizados). ¿Qué hace la IA, qué hace el hombre? ¿Y quién tiene el control de la IA? ¿La máquina al servicio de quién? ¿Puede llegar el momento en el que desborde la condición humana? ¿Tenemos que adaptarnos a un mundo feliz en el que la máquina lo hace todo por nosotros? ¿Quién mandaría? ¿Existen límites? ¿Quién los marca? ¿Puede haber un comportamiento nihilista de la máquina? ¿La IA como instrumento en la confrontación política, motor de hegemonías?

De momento tenemos la experiencia de las redes. ¿Quién marcará el paso en la IA? ¿Tiene dueño, como X? La experiencia nihilista de la tecnocasta que vivimos es inquietante. Ahora mismo ha llevado a un tirano a gobernar EE.UU. Tirano, decía Platón, "el más desgraciado de los hombres, porque nadie es más impotente que aquel que no se sabe gobernar a sí mismo".

La IA es un instrumento. El problema es su uso. Da miedo, por ejemplo, que llegue a las escuelas. Desde el momento en el que se instale, ¿alguien aprenderá a escribir? ¿O ya hará todo el trabajo la IA?

¿Quién tiene poder sobre la IA? ¿Queda espacio para el artista portador de una obra singular e irrepetible? ¿O la IA debe pintar el mundo desde la sordidez de la manipulación de datos sin magia? La gran y deliberada confusión es llamarla inteligencia.

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