Trump, cine en catalán y autoodio antieuropeo

El presidente de EEUU, Donald Trump, el pasado 7 de abril en la Casa Blanca.
08/04/2025
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El informe de la administración Trump que justifica la imposición de los aranceles de los que hablamos todo lo día incluye el cine en catalán, en euskera y en gallego en su listado de barreras al comercio. El informe ha sido elaborado por el departamento de Comercio del gobierno estadounidense y se titula precisamente así, Barreras comerciales extranjeras, aunque también se podía haber titulado Memorial de agravios, dado que –como no podía ser de otra forma– Trump también practica el victimismo y el lloriqueo, y los practica a su paquidérmica manera. En cuanto a la cuestión que nos interesa, hay un párrafo en el que el informe en cuestión instila estas gotas de mataratas contra la diversidad lingüística: "Cada tres días que se exhibe una película de un país de fuera de la UE, hay que exhibir otra de la lengua en la lengua español". En favor de los autores del informe, consignamos el uso de la construcción "lengua oficial de España diferente al español" para referirse al catalán, al euskera y al gallego, en vez de "lengua cooficial", como insisten en repetir muchos medios de nuestro alrededor.

Lo que no menciona el informe (porque los autores lo ignoran o, más posiblemente, lo olvidan a propósito) es que las medidas europeas no buscan tanto discriminar la producción cinematográfica de EEUU como proteger el cine europeo de los abusos de la industria norteamericana sobre los distribuidores y exhibidores europeos. Lo de "si quieres que te dé el éxito de Hollywood del momento, también debes llevarte –y debes exhibir– x títulos más que seguramente no querías o no te interesaban, pero que te vienen obligados". En cuanto a las salas de cine (pero podemos extrapolarlo al resto de actividades económicas), los famosos aranceles y las medidas proteccionistas de Trump no buscan tanto resarcirse de los supuestos excesos europeos a expensas de los intereses estadounidenses, como mantener una hegemonía económica que, de rebote, es también cultural.

El hecho no es trivial y sirve para recordar a los minitrumpistas que corren por ahí algo que, por otra parte, es una obviedad: que, en la forma de ver el mundo de Trump y su entorno, el catalán es una búsqueda en el ojo, una molestia que hay que eliminar –exactamente igual que cualquier minoría: ellos son los de la intolerancia a lo que ano. Como tiene que haber de todo, tenemos no sólo una ultraderecha que aplaude con entusiasmo los desafíos de Trump (mientras culpan de todo a los inmigrantes y alguna otra de las "dictaduras" que ven por todas partes, como la woke) sino también combativos opinadores que se embelesan ante las demostraciones de poder en bruto del presidente de EEUU, ya quien subsiguientemente les cogen atacados de autoodio antieuropeo. En el fondo Trump tiene razón, razonan, y Europa es una tifa. Harían bien en preguntarse cómo habría estado Cataluña dentro de un estado español que no hubiera formado parte de la Unión Europea.

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