Hoy hablamos de
Donald Trump saliendo de la Casa Blanca, el pasado 3 de abril.
04/04/2025
Catedrático Universitario de Economía y Política Pública
4 min
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Llegó el "día de la liberación" de Donald Trump. Y los cambios en los aranceles han estado de acuerdo con la expectación creada. Tendrán un impacto entre fuerte y muy fuerte según países y niveles decretados. Y ahora habrá que ver la reacción de otros países, que difícilmente podrán evitar represalias simétricas; dejarlo pasar sin más sólo animaría a Trump a acentuar la actitud de abusador. Esto ya se irá viendo; y sobre detalles y efectos específicos, los interesados ​​pueden encontrarlos suficientemente en las páginas de economía de este medio.

Yo quiero aproximar la cuestión desde otro ángulo: los cambios arancelarios anunciados por Trump expresan una concepción del mundo y del papel de EE.UU. que alimenta las diferentes políticas de Trump. Cierto, hay a su alrededor muchos personajes estrafalarios que han dado ya espectáculos memorables. Sin embargo, también los hay articulados y preparados, como el secretario del Tesoro Scott Bessent, o el gurú trumpiano en comercio, Peter Navarro, profesor de economía en UC Irvine, que son los cocineros de la nueva política económica.

Estos protagonistas creen en la autosuficiencia de EE.UU., que idealmente deberían incluir Canadá y Groenlandia y un cierto control de América Latina como patio trasero. Ya no ven a Rusia como un factor mundial relevante, ni tampoco a Europa, y cómo se entiendan o peleen europeos y rusos lo ven como un factor meramente regional, secundario para EEUU. Asia sí es una región prioritaria para evitar una hegemonía global futura de China; por cierto, por eso ha despistado un poco la intensidad de los aranceles impuestos en Japón (24%), Corea del Sur (25%), Vietnam (46%) y Taiwán (32%).

Sin embargo, esta concepción expresa una posición política no siempre hegemónica en EEUU, pero siempre relevante: el aislacionismo; la idea de que el intercambio con el exterior implica conflicto y perjudica más que beneficia, porque el mundo se aprovecha de EE.UU. No es demasiado diferente de lo que piensan los antiglobalistas en todas partes; más a la derecha o más a la izquierda, todos comparten la idea de que la propia comunidad es explotada con el intercambio.

De ahí el sentido económico de la política trumpiana de aranceles. Todo el mundo tiene claro que perjudicará el crecimiento económico en EE.UU. Pero como crítica es equivalente a la que se hace en mecanismos como el ingreso mínimo vital porque perjudican el crecimiento. Quienes diseñan restricciones comerciales o ingresos mínimos vitales saben que perjudican el crecimiento económico. Pero el crecimiento económico no es, a menudo, la guía básica de la política económica; hay otras cosas muy importantes. Por eso, también, esta crítica es inofensiva para el gobierno de EEUU.

Los nuevos aranceles se inscriben dentro de una política más amplia. Por eso, las frases clave son "los aranceles son recortes de impuestos" y "los aranceles son nuevos puestos de trabajo". Más allá de la retórica y fake news de Trump, está claro que saben que los aranceles son impuestos que soportan los importadores y los consumidores del estado que les impone. La clave, sin embargo, es que prevén que los aranceles aportarán, dicen, 600.000 millones de dólares anuales a la hacienda de EEUU. Es más de lo que recaudan de impuesto sobre los beneficios empresariales. Y son unos recursos que, con el añadido de los recortes –más espectaculares que sustantivos– de gasto de Musk, les permitirán financiar un recorte de impuestos que, creen, dinamizará la economía y creará empleo.

Esta política, como todas, tendrá perdedores y ganadores en EEUU. Los perdedores serán la gente de ingresos más bajos, los más perjudicados por los incrementos de precios que implicarán a los aranceles, porque consumen una mayor parte de sus ingresos y soportarán el aumento de precios. Kimberly Clausing y Mary Lovely explican en Why Trump's Tariff Proposales Would Harm Working Americans la fuerte regresividad de los aranceles, comparados con otros impuestos. Quien ganará más serán los que más pagan con los impuestos que se recortarán: los que tienen más ingresos y más riqueza. Cosa mucho del agrado de los mandatarios del Partido Republicano.

Cómo evolucionará en el corto plazo la apuesta económica de Trump dependerá mucho de la interacción entre las presiones inflacionistas de los nuevos aranceles y las decisiones sobre tipos de interés de la Reserva Federal, que ha enfriado la perspectiva de recortes de tipos. Y Trump las necesita para refinanciar con menor coste la enorme deuda pública de EEUU.

A más largo plazo, ¡quién sabe! La reacción de los agentes económicos a las políticas puede ser frustrante para quienes las han diseñado (caso de estudio: las piruetas regulatorias del mercado de alquiler de vivienda en Cataluña). Al fin y al cabo, tampoco sería extraño que, como ya ocurrió con Reagan, la cosa acabe con más desigualdad, como sería previsible, y también con más déficit y deuda pública, como resulta paradójico si atendemos a la retórica de los protagonistas. Lo iremos viendo, que tiempo habrá.

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