

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha demostrado un total desprecio por los controles y contrapesos que durante mucho tiempo han protegido a la democracia estadounidense. Mientras el autollamado rey sale adelante con una histórica acumulación de poder, gran parte del mundo le observa con temor, consciente de que la creciente ilegalidad y corrupción de su gobierno no sólo atenta contra la constitución de Estados Unidos sino también contra lo que queda del orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. Un regreso a un mundo dividido en esferas de interés de grandes potencias parece cada vez más probable.
Pero frente al revisionismo estadounidense, los gobiernos, las empresas y las organizaciones civiles en el extranjero tienen más poder de lo que creen. Hay cinco medidas que pueden tomar para crear contrapesos externos en la administración Trump y las fuerzas antidemocráticas en general. Éstas últimas proyectan una larga sombra en todo el mundo, pero con un plus de coraje y con la fuerza de la solidaridad, las coaliciones prodemocráticas podrán unir fuerzas para luchar.
Lo primero que deben hacer es unirse y hacer tanto ruido como sea posible. Los autócratas en potencia dependen de mantener a los adversarios divididos: maximizan el temor de individuos y gobiernos haciéndoles creer que están solos ante el peligro. Pero imaginamos lo que pasaría si todos los gobiernos de las Américas (con algunas excepciones, como Argentina) denunciaran de forma clara y reiterada los planes de Trump para el Canal de Panamá y Canadá y se negaran a referirse al golfo de México como "golf de Estados Unidos". De hecho, podrían rebautizarlo colectivamente como "golf de las Américas".
Otra opción es que todos los gobiernos de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y de la Unión Europea emitan una declaración conjunta para rechazar la afirmación de Trump de que Ucrania inició la guerra con Rusia e insistir en la verdad: que Rusia violó la soberanía territorial de Ucrania. Los 57 miembros de la Organización de Cooperación Islámica podrían presentar a la Asamblea General de Naciones Unidas una resolución de censura contra cualquier propuesta de expulsar a los palestinos de Gaza (como la que Trump hizo el mes pasado) y reafirmar al mismo tiempo el compromiso colectivo con un estado palestino.
Una altra mesura que fins i tot podria tenir més pes seria que els països europeus (els membres de la UE més Suïssa, el Regne Unit i Noruega) s'unissin a socis estratègics com el Canadà, el Japó, Corea del Sud i Austràlia per explicar el caos mundial que desencadenaria Trump si intentés apoderar-se de Groenlàndia per la força i legitimés així l'ús de la guerra. Hay que formular estas protestas una y otra vez en todos los foros internacionales pertinentes.
El segundo paso es dar una respuesta contundente a las provocaciones de Trump, incluso llegando al absurdo. Si Estados Unidos sube los aranceles, los demás gobiernos deben anunciar que les suben el doble. Esto no es una negociación, es una guerra de fanfarronadas. Estados Unidos podrá ser la mayor economía del mundo, con un PIB de casi 28 billones de dólares, pero la suma de las economías de los estados miembros de la UE, Reino Unido, Noruega, Suiza, Canadá, México, Japón, Corea del Sur y Australia es un 25% mayor, con un total de casi 35 biliones. En vez de acudir a la Casa Blanca a rezar una exención a las guerras comerciales que se avecinan, lo mejor que pueden hacer los líderes mundiales es presentar un frente unido.
En tercer lugar, contrarrestar la ilegalidad de Trump apelando al derecho. El estado de derecho es más que un mero código de conducta sancionado por autoridades debidamente constituidas: es un sistema diseñado para derivar las disputas del campo de batalla a los tribunales, de modo que los adversarios se enfrenten en una justa jurídica frente a un árbitro imparcial en vez de apelar al combate armado. Si la administración Trump ignora o rechaza las leyes de su país y el derecho internacional, los gobiernos, las empresas y las organizaciones civiles en el extranjero deben utilizar sus propios tribunales para pleitear haciendo valer sus derechos.
La guerra jurídica o lawfare puede resultar muy útil en la lucha contra la corrupción y el delito económico. Cuando acciones de funcionarios estadounidenses violen contratos transfronterizos o otorguen ventajas ilegales en acuerdos comerciales internacionales, las fiscalías locales deben aplicar la legislación nacional. Esto puede ayudarle a crear una zona de legalidad para el comercio mundial (pero en ningún caso se tendrán que entregar a venganzas o iniciar procedimientos legales con motivaciones políticas).
El cuarto paso que deben dar otros países es crear un próspero sector tecnológico nacional. Tardarán tiempo, pero hay pocas cosas más importantes a largo plazo. Los gobiernos y los ciudadanos deben contar con alternativas a la tecnología estadounidense o china, sobre todo en la fase de inteligencia artificial de la revolución digital. Además (como sabe la UE), para competir con las megatecnológicas actuales es necesario eliminar barreras comerciales e integrar los mercados de capitales, dos pasos importantes para aumentar el poder regional en la escena internacional.
Por último, la administración Trump ha dejado claro el desprecio por las instituciones multilaterales, con acciones como rechazar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y supeditar la ayuda estadounidense a proyectos de agencias de la ONU a la pregunta de si "refuerzan la soberanía norteamericana limitando la dependencia". Otros países (en particular las potencias medias en ascenso) deben aprovechar esta oportunidad para tomar el control de estas instituciones.
Por ejemplo, es hora de descartar al Consejo de Seguridad de la ONU. Los miembros permanentes nunca aceptarán reformarlo, y continuarán vetando las resoluciones que afecten a sus intereses (como previeron los fundadores de la ONU). El veto de Rusia en el Consejo de Seguridad ya ha convertido a la Asamblea General en el principal foro para tratar cuestiones relativas a la invasión rusa de Ucrania.
Potencias medias en ascenso como India, Brasil, México, Sudáfrica, Nigeria, Egipto, Indonesia y Arabia Saudí deben aprovechar la oportunidad brindada por la parálisis o connivencia de las grandes potencias para poner las instituciones globales a tono con la configuración. Tienen que insistir en una representación igualitaria y promover la toma de decisiones por mayoría ponderada para que cada país tenga el grado de influencia que le corresponde. Apoyar estas reformas puede ser muy ventajoso para la UE, pero independientemente de su apoyo, un sistema internacional diseñado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial está condenado a cambiar o desmoronarse en la irrelevancia.
Son medidas radicales. Pero el líder del país más poderoso del mundo está poniendo en práctica una radical agenda. El sistema estadounidense de controles y contrapesos es el principal mecanismo de protección de la democracia, pero el mundo puede echarle una mano.
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